Un encuentro que transforma
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“…nuestro hombre exterior se va desgastando…” v.16
En el interior profundo del Uruguay (y supongo que de todos los países americanos) a la vera de los caminos hay “taperas”. Diccionario en mano, son restos físicos de viviendas abandonadas por sus moradores. ¿Causas? Muerte de sus dueños, traslado a nuevas y mejores casas, resultado de guerras pasadas, o simple desgaste material producto de tormentas y el transcurso del tiempo. Cuadros tristes de abandono y soledad.
Cuando el apóstol Pablo habla aquí de nuestro “hombre exterior”, refiere específicamente al cuerpo que Dios otorgó a cada humano. Un día en cualquier recodo del camino de la vida tendremos que dejarlo, porque “polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Esto como consecuencia del pecado.
Este cuerpo continua e inexorablemente se va desgastando. Piense en sus dientes, el cabello, la visión, el oído, sus capacidades físicas o sexuales, las fuerzas para moverse y actuar… es verdad, ¡todo se va desgastando!
Pero el apóstol no es derrotista; más bien, profundamente positivo. Nos desafía a no vivir mirando las cosas que se ven, porque todas son “temporales” (medidas por el transcurso del factor “tiempo”), sino descubriendo y viendo las cosas que no se ven, que son permanentes. ¿Mirando las cosas que no se ven? Este pensamiento lo desarrollará a lo largo del capítulo 5 de ésta carta.
Mi intención es efectuar lo mismo durante este año para que sirva como mi especial colaboración para meditar a lo largo de su transcurso si Dios quiere. Válganos hoy el desafío que Dios por el apóstol nos presenta frente a esta realidad: “No desmayamos”. Como sea que se encuentre tu “hombre exterior”, no desamayes.
David J. Corvino, Uruguay
Dios siempre tiene cosas mejores para sus hijos