Señor: ¿Qué esperas de mí?

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Lectura: Colosenses 1:3-14

“…que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.” vv.10-11

Todos los seres humanos tenemos un valor intrínseco, o dignidad, porque somos creados a la imagen de Dios. Las cosas tienen un precio pero las personas tenemos dignidad. Este valor debe expresarse por medio de una conducta decorosa. Dicha dignidad es un valor personal que debemos cultivar.

San Agustín expresó: “Dios concedió al hombre la máxima dignidad entre los seres de la tierra”. Nos creó como personas que tenemos la capacidad para pensar, sentir y tomar decisiones éticas y espirituales, nos dio ese valor innato que todos debemos respetar en los demás. Desde el momento que aceptamos a Jesús como Salvador, somos hijos de Dios y responsables de vivir como tales. Como hijos amados de Dios, tenemos que vivir de tal manera que lo honremos. Vivir como es digno, agradando a Dios, significa que, además de nuestra responsabilidad como seres humanos, tenemos que vivir como hijos del Creador del Universo.

Tenemos que seguir el ejemplo de vida de Jesús quien honró a Su Padre obedeciéndolo en todo y sirviendo al prójimo con amor. Lo avergonzamos y entristecemos cuando lo deshonramos con nuestra mala manera de vivir. El apóstol Pablo fue un cristiano fiel que pudo escribir: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportábamos entre vosotros los creyentes y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios”.

Dios espera que lo honremos como personas y como hijos amados que hacemos todo lo posible para agradarlo viviendo en santidad.

Rogelio Nonini, Argentina

Señor, hoy me comprometo a vivir dignamente. Quiero hacer con gozo y gratitud Tu voluntad.
Meditación publicada en el libro devocional de RTM Alimento para el Alma – volumen 15, para conseguir una copia de la edición impresa visítenos en Soriano 1335 (Montevideo, Uruguay) o en su librería cristiana más cercana.

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