Señor: ¿Qué esperas de mí?
8 febrero 2017En Dios siempre hay esperanza
10 febrero 2017Lectura: 1 Corintios 13
“El amor es sufrido.” v.4
Siendo adolescente, una trágica madrugada, un familiar se disparó una bala, no había celulares, ni emergencias móviles, desesperado pedí en la calle ayuda que nos trasladara a un hospital, el primer conductor que paró, se negó, no quería manchar de sangre su camioneta finalmente conseguí una ambulancia, la persona murió, fue muy doloroso para mí.
Diez años después, siendo abogado, en un juzgado, un Juez me pidió como favor, defendiera un detenido, que no tenía abogado, acepté, entré y resultó que era el mismo individuo que se negó a ayudar en aquella trágica madrugada… Petrificado, mudo, dudé mucho si quedarme o irme, me quedé y conseguí su libertad. Estuve turbado todo el proceso judicial. El sujeto muy agradecido, no me reconoció, yo en cambio, nunca lo olvidé.
Fue una imponente lección del Cielo que recibí. La Biblia enseña: el amor no es una opción, es un mandato. También dice: “el amor es paciente”, del griego “makrothymein”. “Crisóstomo” decía que esa palabra, refiere a la persona ofendida, que puede vengarse y no lo hace, describe una persona lenta para la ira, busca comprender antes que devolver mal por mal.
En un muro leí: el amor no se acaba, la paciencia si. No debe ser así. La paciencia es una cara del amor. Dios es muy paciente con nosotros, porque nos AMA. Si no fuera así, Jesús no hubiera muerto por nosotros, pero por amor, muy paciente, murió nuestra muerte, en la cruz. En nuestra relación con los demás, por muy difícil que sea, debemos ejercer la misma paciencia que Dios tiene con nosotros.
Tal paciencia no es señal de debilidad, sino de fuerza, no es derrotismo, sino el camino a la imagen y semejanza a Dios.
Marcel Legarra, Uruguay