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LECTURA: 1 SAMUEL 16:1-23
“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl…” v.14
Saúl fue el primer rey de Israel. Tenía todas las cualidades: Valiente, guerrero, y amaba a Dios.
Al comenzar su reinado, el pueblo lo amaba, había dirigido y ganado muchas guerras en favor de su nación, esto porque David, el joven valiente, peleaba en el ejército con valentía y Dios estaba con él.
Pero al saber Saúl que David fue ungido para sucederlo como rey, se enojó, lo consideró un peligroso rival, y su soberbia y rebeldía contra Dios se manifestaron. Al apartarse del Señor, Saúl sufrió muchos tormentos, se volvió altivo y lleno de odio. Él creía que, como rey, aun contaba con el respaldo de Dios, pero no era así, y fue cayendo en picada, hasta que perdió su paz, su reinado, y finalmente la vida en una batalla.
Esto nos enseña, que no es Dios quien se aleja de nosotros, somos nosotros quienes decidimos apartarnos de Él, haciendo nuestra propia voluntad, siguiendo nuestro propio camino sin buscar su consejo, sin humillarnos para reconocer que fallamos, y eso nos lleva a la arrogancia y rebeldía, creyendo que sabemos y que podemos más que Dios ante muchas situaciones.
Ojalá nunca nos suceda esto: Que el Espíritu del Señor se aparte de nosotros, por primar nuestro criterio propio, por pensar y actuar humanamente, y no espiritualmente.
Esta decadencia empieza de a poco, sutilmente y paulatinamente nos vamos enfriando y apartando en la medida que descuidamos la vida de oración diaria, cuando no apartamos ese tiempo para reflexionar y no tenemos comunión con hermanos de la iglesia.
Luisa Canán, Paraguay
Dios nos llama a buscarle y a vivir con Él diariamente
