No me des pobreza ni riqueza
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Carretilla o carretillero
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Lectura: Juan 16:25-33
“… en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” v.33
La duda siempre nos asecha, como buscando que caigamos en ella. Dudamos de promesas, de la fidelidad de las personas, de las palabras que escuchamos, y en la mayoría de los casos, de si realmente existe un Dios arriba. Antes de estar sentada escribiendo esto, pasé por varios momentos en que mi fe tambaleó. Me preguntaba si con todo lo que pasa en el mundo, y las luchas internas en mi vida, ¿de qué serviría creer en Dios?
En un campamento recuerdo que busqué sentir a Dios. En un tiempo de silencio al aire libre comencé a ver la naturaleza de una manera diferente, hecha toda con tanto detalle y amor que era increíble, y dije: es imposible si con todo lo que creó yo no sea importante para Dios, si fui hecha a su imagen.
Hace días encontré entre mis escritos algo que me hizo recordar a ese tiempo: “Me quedo con Dios, porque es en sus alas (Salmos 17:8) que puedo sentir el amor más grande que pudiera existir. Aprendí a confiar cuando todo era incierto, sé que Él tiene algo más”. Es fácil hablar de fe cuando todo anda bien, pero la fe se perfecciona cuando pasamos por las tormentas más fuertes.
La fe en Dios no solo debe estar viva cuando todo esté bien, sino también ante las malas situaciones, porque te permite crecer y alcanzar sus propósitos. Él nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicciones, sí, pero a la vez, nos pidió que confiemos, porque venció al mundo y no nos va abandonar.
Liz Analía Acosta, Paraguay
Para unirte al corazón de Dios, necesitas fe