Eutanasia: ¿piedad o soberbia?

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Por: Ps. Graciela Gares

Parte 1:

Parte 2:

En distintos lugares de esta aldea global que es hoy el planeta Tierra, se habla de Eutanasia. Al menos 7 países del mundo han legalizado o despenalizado esta práctica que supone anticipar el final de una vida humana, a pedido de alguien que desea morir. En general, está destinada a enfermos catalogados como “terminales” según la medicina, o con patologías graves irreversibles que le generen sufrimientos intolerables. Se practica de modo “directo”, suministrando drogas letales, o “indirecto” interrumpiendo la asistencia médica al paciente. Se suma a estas prácticas fatales el “suicidio asistido”, en el cual se le entrega al paciente fármacos para poner fin a su vida, los que él ingerirá por su propia voluntad, pero bajo control médico. Se ha intentado suavizar el impacto de la acción de matar, denominándola “asistencia médica para morir”, “muerte compasiva” o “muerte digna”.

En todo caso, se trata del ser humano asumiendo el papel que sólo corresponde a Dios, de dar vida y de quitarla. Esta premisa básica en nuestra cultura judeo-cristiana y consagrada en el texto bíblico, está siendo suplantada por una arrogante prescindencia del Dios creador, quien en la antigüedad lo expresó así a su pueblo: ”¡Vean ahora que Yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí. Yo doy la muerte y devuelvo la vida, causo heridas y doy sanidad. Nadie puede librarse de mi poder.” (Deuteronomio 32:39) Al igual que con la práctica del aborto, la idea se copia y/o replica de un país a otro cual si fuera una moda, o peor aún, un mandato supra-nacional. A esto hemos dado en llamar “la cultura de la muerte”.

En nuestro país, Uruguay, en marzo de 2020 durante la situación de pandemia declarada, se presentó un proyecto de ley de Eutanasia y Suicidio médicamente asistido, cuyo tratamiento quedó en suspenso debido a lo inoportuno del momento de su presentación. En el presente 2022 y desde otra fracción política se ha presentado un nuevo proyecto, ante lo cual la Comisión de Salud Pública del Parlamento estaría trabajando para unificar ambas iniciativas. En el presente artículo, no vamos a detenernos en las objeciones que son ya conocidas respecto a este tipo de proyectos.

a.- su incongruencia en avalar la eutanasia y la muerte asistida y a la vez hacer campañas de
prevención del suicidio.

b.-los riesgos futuros de extensión a otros sufrimientos humanos no terminales como
depresiones mayores (graves) recurrentes, depresión post parto, soledad, abusos sexuales,
violencia doméstica, bullying.

c.- la situación de vulnerabilidad para los discapacitados, como población objetivo por
improductiva, etc.

d.-la ruptura de la confianza médico-paciente, sabiendo que ese profesional está legalmente
habilitado para curar o para dar muerte.

e.- los excesos registrados en países luego de años de aplicación, por ejemplo, apurar la
muerte natural de algún enfermo para liberar camas de sanatorio, etc.

Tampoco pretendemos minimizar ni soslayar la realidad humana de sufrimientos indescriptibles que enfrentan muchos enfermos y sus familiares en la antesala del fin de la vida. Nuestro ruego a Dios es que acompañe y mitigue el dolor de toda persona que se halle hoy en esa situación.

Sólo nos incumbe aclarar y denunciar que esa condición de dolor “intolerable” suele ser resultado final de algunas circunstancias que sin lugar a dudas podrían ser subsanadas si se hiciera un análisis profundo y honesto del proceso de morir en las sociedades de hoy. ¿Por qué ya no asistimos al proceso de muerte natural, donde la vida del individuo de edad avanzada se va apagando paulatina y silenciosamente en el recinto familiar, rodeado de sus afectos, cerrando el ciclo necesario de despedirse y bendecir a los que ama, hasta que exhala su último aliento? ¿Qué le ha pasado a estas sociedades altamente tecnificadas y con sofisticados equipamientos médicos, que el final de la existencia del hombre se halla vuelto tan macabro, al punto que pida su muerte a gritos?

Algo no hemos hecho bien como civilización. Nos alejaron de los patrones de vida natural, en cuanto a estilo de vida, alimentación, descansos, esparcimientos, etc. Y hemos confiado demasiado en una Medicina que no ha buscado la guía divina para entender a la existencia humana como diseño de un Ser superior.

¿Cómo se explica vivir bajo continuo monitoreo médico (carné de salud, análisis clínicos, electro-estudios, tomografías y mil controles más) para acabar la vida en condiciones de desesperación? Y para rematar, ahora pedimos legalizar el permiso de matarnos unos a otros al final de existencia!

Creo que más que inclinarnos a favor o en contra de la eutanasia, deberíamos con urgencia abocarnos a reflexionar cómo vivimos y cuál es la medicina que necesitamos. Dos conceptos que merecen un análisis detenido como argumentos a favor de la eutanasia son:

a.- sufrimiento y/o dolores intolerables, y

b.- muerte digna.

Ambos constituyen “caballitos de batalla” en las exposiciones de motivos de los Proyectos de Ley a estudio del Poder Legislativo de Uruguay.

Detengámonos primero a desentrañar el concepto de sufrimiento intolerable o dolor indescriptible. ¿Se trata de un padecimiento solamente físico? No. El dolor humano tiene diferentes aristas o componentes. Lo primero que aflora a la conciencia de quien sufre es lo físico-sensorial. El estímulo del dolor intenso y prolongado resulta insoportable, muy angustiante y al fin desesperante.

La medicina actual dispone de farmacología diversa para intentar atenuar ese sufrir pero según declaraciones de los propios médicos -en particular, los especializados en Cuidados Paliativos-, no todo médico sabe manejar el dolor.

Se ha dado el caso de pacientes que suspendieron su pedido de eutanasia, luego de pasar al
programa de Cuidados Paliativos y pudieron transitar sin dolor el final de su existencia. Por ello es prioritario que antes de legislar sobre eutanasia de aprueben en todos los países la universalización de cuidados paliativos para toda la población que lo necesite.

Continuando con el análisis del dolor como fenómeno humano, no debe ignorarse que el sufrimiento no es sólo físico: es la sumatoria o la concatenación de padecimientos físicos, emocionales, morales y aún existenciales. El sufrimiento incluye:

  • Dolor moral de verse en tal condición: dependiente de otros, incapacitado, limitado.
  • Disconfort emocional por estar fuera de su hábitat propio. Entre extraños, a distancia de sus seres amados, sin privacidad ni intimidad, sin silencio acorde a la solemnidad del trance, auto-percibiéndose como una carga y gasto para terceros. Angustia existencial ante el más allá de la muerte Todos estos factores potencian o agudizan el dolor físico. Y nos preguntamos: ¿Qué especialista se encarga de las áreas emocional, moral y existencial de la persona próxima a la muerte, que se halla en un Centro de Salud? ¿Acaso el saber médico es suficiente en tal circunstancia? Quizá hemos endiosado a tal punto a la medicina y la arrogancia de la ciencia médica no da lugar a otros actores que podrían desactivar en buena medida los padecimientos. Es preciso re-humanizar la atención al moribundo. Que transcurra en el seno de su hogar, con el debido apoyo médico paliativo pero en la intimidad familiar, con el silencio respetuoso que el momento demanda, con privacidad física e intimidad, recibiendo el cariño que necesita, cerrando el ciclo con aquellos que necesite (quizá agradeciendo a los suyos, o reconciliándose con alguien para irse en paz). Todo ello mermaría significativamente el dolor físico que entendemos se ve acrecentado en la frialdad de un hospital.

Además de un cuerpo físico que sufre, en nuestro interior anida un espíritu humano, el cual siempre ha necesitado la conexión con el Espíritu que le dio vida, Dios. Nunca más necesaria la asistencia espiritual que al momento de partir. Quizá dada por un pastor, un sacerdote, un cura, en definitiva alguien que ayude al que sufre a irse en paz con su Creador. La paz resultante de esa reconciliación tendrá un efecto tranquilizador y calmante aún del padecimiento corporal. Y allí estaríamos muy cerca de concretar el concepto de “muerte digna”.

Digna de los seres creados a imagen y semejanza de un Dios amoroso, que no mira con indiferencia el final de vida de los seres que ha creado. “Mucho valor tiene a los ojos del Señor la muerte de sus fieles” (Salmos 116: 15)

Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

1 Comment

  1. gabriel dice:

    Una columna de opinión de un tema totalmente ligado a la creación de Dios, con relación a la toma de una decisión con la muerte física es totalmente acertada, y nunca agotada ,mientras estemos viviendo bajo asedio constante, y hoy más que nunca en el mas variado expectro donde la medicina y la legalidad son factores que se reiteran. Me congratulo entonces de saludar a la autora de la misma, reconociendo su valentía y que la gracia de Dios nos haga compartir la fe.

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