El Valor de una Vida – Segunda Parte

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El Poder legislativo está procesando el proyecto de ley que ha llegado a conocerse como “ley de aborto”. Mientras esto sucede y la posibilidad del veto presidencial se mantiene, nosotros mantenemos este artículo del Pr. Salvador Dellultri que puede contribuir a pensar en un tema tan escabroso que necesita una mirada lo más racional posible.

Pr. Salvador Dellutri

Argumentos biológicos

Los conocimientos genéticos han hecho aportes importantes al tema que tienen que ser seriamente evaluados. Sabemos que con la fecundación de un óvulo humano por un espermatozoide humano se inicia una nueva vida, también humana. Pero esta vida es biológicamente distinta de las que la originaron, ya que está integrada por una herencia genética que se forma con el aporte de un 50% recibido del padre y otro 50% de la madre.

Biológicamente hablando el huevo no es “de la madre” porque no responde, como cualquier otra parte de su cuerpo a su código genético, ni tampoco del padre, por la misma razón. Y si consideramos que el código genético es el “Documento Único de Identidad Biológica” de cada ser humano, tenemos que concluir que este huevo tiene un nuevo “Documento” que lo identifica como un ser distinto a su madre y su padre. El embrión, desde el momento mismo de la concepción es un ser diferente a la madre, porque tiene un genotipo diferente al de ella.
Como lo define el Dr. Sproul:

El feto está contenido dentro del cuerpo de una mujer y está conectado al mismo, pero eso no significa que sea parte del cuerpo de una madre. Una descripción más exacta es decir que aunque el feto comparte la misma localización geográfica que el cuerpo de la mujer, el feto no es esencialmente parte de su cuerpo. Podemos distinguir entre la esencia del cuerpo de una mujer y la esencia del feto

No debemos tampoco perder de vista que, desde el momento en que dos células microscópicas, el óvulo y el espermatozoide, se unen, comienza un desarrollo vertiginoso: Antes de las tres semanas y media el corazón del embrión comienza a latir; a las cuatro semanas mide un centímetro y pueden distinguirse cabeza, cuerpo, boca, orejas y ojos rudimentarios; entre la sexta y séptima semana se detecta el funcionamiento cerebral y en la octava semana se reconocen todos los miembros del cuerpo, los dedos de las manos y los pies, y posee huellas digitales. Los abortos se producen frecuentemente desde la octava semana en adelante.

Criterios católicos y protestantes

La Iglesia Católico Romana sostiene un criterio muy claro: El aborto es un crimen. Reclama el irrestricto respeto por la vida y considera que desde la concepción el embrión debe considerarse persona y ser defendido como tal por la sociedad en su conjunto.

Algunos de los defensores no admiten ninguna excepción a esta regla, porque consideran que el solo hecho de hacer cualquier tipo de regulación en un asunto tan delicado y sagrado como la vida humana por nacer, sería admitir una decadencia moral definitiva.

En la Encíclica Humanae Vitae de 1969, Pablo VI confirmó la postura que sostienen desde el siglo XIX, admitiendo como única excepción la interrupción del embarazo cuando fuese necesario para salvar la vida de la mujer y esté relacionada con una situación de peligro o de muerte del nuevo ser.

Tenemos que reconocer que la actitud del Catolicismo ha sido y es combativa. En Estados Unidos la Conferencia de Obispos invitó a la “desobediencia civil” y recordó que todo aquél que practique o participe en la comisión de un aborto queda automáticamente excomulgado.

En el campo protestante, por la misma fecha de la mencionada Encíclica se llevaba a cabo el “Simposio Protestante sobre Control de la Reproducción Humana” que manifestaba:

El feto humano no es meramente un conjunto de células o una excrecencia orgánica. Es una vida humana propiamente dicha o, a lo menos, una potencial vida humana en desarrollo. Por esa razón el médico que estime el valor y la santidad de la vida, procederá con enorme cuidado al aconsejar el aborto.
El médico cristiano aconsejará el aborto provocado solamente para salvaguardar valores mayores sancionados por las Escrituras. Estas causas deben incluir la salud individual, el bienestar familiar, y la responsabilidad social

Más adelante, dentro de las pautas para la práctica profesional, señalaba:
“Cuando se suscita el problema del aborto debe tomarse en cuenta la santidad de la vida. Sea cual fuere el grado de gestación en que se considere como humano el embrión en desarrollo o feto, aunque sea al nacer, no puede negarse el gran valor potencial de la vida intrauterina en desarrollo. Pero pueden existir apremiante razones que obliguen a pensar en el aborto en ciertas circunstancias. Cada caso debe ser considerado individualmente, tomando en cuenta los diversos factores involucrados y usando principios de moral cristiana”
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La sacralidad de la vida

En general hay una coincidencia entre el Pensamiento Católico y Protestante en cuanto a la sacralidad de la vida. Se nota un grado mayor de inflexibilidad por parte de Roma, acentuado con la llegada de Juan Pablo II, y una mayor flexibilidad en el Protestantismo.

El problema presente es que estamos viviendo un grave proceso de desacralización de la cultura. Hablamos de desacralización y no de secularización, porque la intencionalidad está centrada en despojar a la sociedad del sentido de lo sagrado vinculado a Dios y sus leyes eternas. Estamos ante un estado de rebelión, donde el hombre no solo se levanta contra las leyes morales, sino también contra las leyes naturales y elabora huecas filosofías para justificarse.

El respeto por la vida humana, por el hombre creado a imagen y semejanza de Dios, es un tema recurrente en las Sagradas Escrituras. Se evidencia en algunos casos particulares como en el de las parteras de Egipto o Rahab en Jericó , quienes por defender la vida faltaron a la verdad, y a pesar de eso fueron bendecidas por Dios y consideradas como ejemplos de fe. Dios pasó por alto la ignorancia y la fe oscura de estas mujeres que se expusieron en defensa de la vida.

También en el pacto con Noé se establece que el homicidio debe pagarse con la vida del homicida, fundamentándose en que el hombre es la imagen de Dios.
Con la legalización del aborto la sociedad toma una postura frente a la vida, quitándole su sacralidad y negándole al ser humano la dignidad que Dios le diera en el principio.

El peligroso avance del pensamiento humanista, en su afán de enfatizar la libertad y los derechos individuales, termina por invalidar la responsabilidad y conculcar los derechos ajenos. Frecuentemente se quiere evadir la discusión y el diálogo sobre temas tan importantes como el que nos ocupa, pretextando que son exclusivos de la conciencia personal.

Coincidimos en que muchos temas pertenecen a ese ámbito. Como dice nuestra Constitución: “Las acciones privadas de los hombres que de ninguna manera ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados” Pero en este caso particular se está afectando directamente a un tercero, cuya individualidad no solo se funda en los principios de la fe, sino también en el análisis científico.
El aborto no es un motivo de jactancia o de gloria para una sociedad civilizada, ni es un hecho moralmente deseable. Así como nos horrorizamos ante sociedades paganas, como la griega o romana, que practicaban el infanticidio, debiéramos horrorizarnos ante la actual hipocresía de una gran parte de nuestra sociedad que, a diferencia de los espartanos, destruye la vida sin siquiera saber si es sana o enferma. Pero nos sentimos civilizados porque los hacemos unos meses antes que ellos, cuando todavía está en el vientre.

Tampoco es una experiencia grata para la mujer que lo soporta. Los abortos son para la sociedad y para las mujeres hechos traumáticos, que dejan huellas indelebles en las personas y cauterizan la sensibilidad de las sociedades.
El argumento de que la mujer es dueña de su propio cuerpo está fuera de discusión. Puede hacer con él lo que quiera, y responderá ante Dios por lo hecho, pero cuando en ese cuerpo está anidando otra vida su derecho debe dejar paso al derecho del otro y la sociedad debe tomar parte activa en la defensa de otro. Y el feto es “enteramente otro”.

Tampoco puede argumentarse que abortar es atentar contra la libertad individual, porque la libertad individual termina cuando comienza el derecho ajeno, porque reconocemos que la libertad no es un derecho absoluto, sino que se halla subordinado al valor de la vida.
Y el argumento de que el embrión y el feto son propiedad de la madre es arrogarse sobre el prójimo indefenso una autoridad solo asimilable a las más rancias actitudes esclavistas o nazifacistas. Es no reconocer más lógica que la de la fuerza, creer que el fuerte tiene derechos sobre el débil, como en las sociedades más primitivas y como lo preconizaba el marqués de Sade cuando decía con cinismo: “Pertenece a las leyes de la naturaleza que el fuerte reprima al débil, ya que para portarse de esa forma no hace más que emplear los dones que se le han concedido, y si hace uso de todos sus derechos para oprimir y despojar al débil, no hace sino la cosa más natural del mundo”.
Aquí es donde se hace evidente la hipocresía de los líderes y dirigentes de nuestra sociedad, justamente preocupados por pingüinos empetrolados, osos pandas y ballenas en extinción, justamente ansiosos por defender los derechos humanos de terroristas y delincuentes, pero sordos al gemido ahogado de cincuenta millones de voces a las que se les niega del derecho más elemental: El derecho a la vida.
El Pueblo de Dios tiene que tomar posturas definidas y combativas, porque es su responsabilidad encarnar el grito silencioso de cincuenta millones de seres a los que anualmente se les niega el derecho a dar el grito primigenio de la vida.
Cincuenta millones de seres que claman en silencio con las palabras del salmista:
Sobre ti fui echado antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre tu eres mi Dios.
No te alejes de mi, porque la angustia está cerca;
Porque no hay quien ayude.

1 Comment

  1. Ester dice:

    Desearía se tratara el tema referido a las células madre.Me gustaría fuera un profesional de la salud cristiano que pudiera ahunar la visión científica y la bíblica.
    Es un tema con muchas puntas y está sonando mucho por éstos días.
    Gracias

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