La “tolerancia” actual
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“este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.” v.11
Es tentador, cuando algo nos resulta especialmente complicado, intentar evadirlo, llegar de ‘A’ a ‘B’ por carreteras secundarias que nos eviten ciertos tramos incómodos. Amar es una de las tareas más complejas de la vida y, por ello, lo rodeamos cada vez que tenemos ocasión.
No viene de serie en nosotros, sino que es una disciplina que trabajar y en la que progresar a lo largo de los años. En el mejor de los casos, si lo ponemos en marcha en alguna medida, tiene siempre un tinte absolutamente sobrenatural. Dicho de otra manera, amamos porque
algo de la esencia de Dios está en nosotros, y Él es amor. El amor que profesamos hacia otros es un regalo de Él primero, y solo podemos transmitirlo a los demás porque Él nos lo ha proporcionado antes.
Muchas veces llamamos amor a cosas que no lo son. Lo confundimos generalmente con sucedáneos, o lo practicamos de manera parcial, o interesada, lo cual en el fondo no es amor, sino otra forma disfrazada de egoísmo. Sucede en el enamoramiento, cuando admiramos una imagen de nosotros mismos en la otra persona, de aquello que tenemos en común y que nos alimenta, aunque sea temporalmente. Pero eso no es el amor sacrificial que hemos recibido de Dios y al que se nos llama.
En el Evangelio no hay carreteras secundarias en este asunto. Todo procede del amor y vuelve al amor. Este es el mensaje: que nos amemos unos a otros, como Dios nos ha amado.
Lidia Martín Torralba, España
En Dios, todo procede del amor y vuelve al amor