El fruto del Espíritu

Mi refugio
9 mayo 2019
¡Sonido y remezón!
13 mayo 2019
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De la sección “Renovando el Espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.

Escuche aquí el programa:

Busque su Biblia y ábrala en Gálatas 5.16-26. Antes de leer, pídale al Espíritu Santo que le indique lo que quiere que usted aprenda de estos pasajes. Anote sus impresiones: ¿Qué preguntas tiene? ¿Hay algo confuso? ¿Qué versículos refieren a su situación actual, y cómo lo hacen?

Las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Ahora, continúe leyendo con nosotros en Gálatas 6:8-10:
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.

En estos pasajes, el apóstol Pablo describe dos maneras diferentes de “andar” ­­—es decir, de vivir— junto con sus correspondientes cosechas: Andar en el Espíritu, y cosechar fruto del Espíritu y la vida eterna; o andar en la carne, y cosechar el fruto corrompido de ella. Estas son las únicas dos opciones, las cuales están en fuerte oposición entre sí (Gá 5.17). La carne es la personalidad humana controlada por el pecado que lleva a la búsqueda de la conveniencia propia. Este aspecto de nuestra condición humana nunca puede ser mejorado o rehecho; seguirá siendo parte de nosotros hasta que muramos o seamos arrebatados para encontrarnos con el Señor en el rapto de la iglesia. Lo único que se necesita para andar en la carne es hacer lo que nos viene de manera natural —seguir nuestros propios deseos, pelear por nuestros derechos y depender de nosotros mismos. La única manera de controlar y vencer los deseos de la carne es por medio del Espíritu (Gá 5.16). Andar en el Espíritu requiere renunciamiento y dependencia de Dios en todo momento. La vida cristiana es un andar sobrenatural, porque es el Espíritu Santo quien vive dentro de todo creyente, quien lo inicia y lo mantiene.

Entonces, ¿cómo podemos saber si estamos sembrando para el Espíritu o para la carne? Es posible que no sea tan evidente como pudiéramos pensar. Considere el ejemplo bíblico de los gálatas que habían caído en el legalismo judaico y que estaban tratando de santificarse por medio de sus esfuerzos para guardar la Ley. Pablo los amonestó con estas preguntas: “¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar ahora por la carne?” (Gá 3.3 ). Si intentamos vivir en pureza y santidad con nuestras fuerzas, estaremos sembrando para la carne. Toda cosecha de pureza y santidad debe sembrarse para el Espíritu, sometiéndose totalmente a Él y andando en obediencia a la Palabra de Dios.

Reflexione
Colosenses 3.5-17  utiliza otros términos para describir el concepto de sembrar para la carne, en comparación con sembrar para el Espíritu. De acuerdo con este pasaje, ¿qué cualidades están asociadas con “el viejo hombre” y cuáles son parte del “nuevo hombre”?

¿Qué significa “que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza” (Colosenses 3.16 )? ¿Cómo describe Santiago 1.21-25 esta idea? ¿Qué es lo que demuestra que la Palabra de Dios ha sido implantada en nosotros?

2ª Pedro 1.1-11 nos enseña que tanto Dios como nosotros estamos involucrados en el proceso de la siembra. ¿Qué nos da el Señor en 2 Pedro 1.1-4? ¿Qué se nos dice en 2 Pedro 1.5-7 que debemos dar? Cuando sembramos estas cualidades en nuestra vida, ¿qué fruto o que resultados cosecharemos (2 Pedro 1.8-10)? A veces la cosecha no se tiene hasta la eternidad (2 Pedro 1.11). ¿Qué quiere decir Pedro cuando afirma: “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”? ¿Qué perspectiva añade 1 Corintios 3.10-15?

Responda
Piense en qué clase de semilla ha estado usted sembrando en su carácter, conversación, ética de trabajo, trato a las personas y uso del tiempo. ¿Diría que ha estado sembrando más para la carne que para el Espíritu en cada una de estas áreas? ¿Qué clases de cosechas ha observado ya en su vida? ¿Qué áreas necesitan ser sembradas de nuevo con buena semilla?

Sembrar para el Espíritu de Dios puede parecer una idea un tanto vaga, pero las inspiradas palabras del Señor a los escritores de la Biblia son muy claras. Al llenar su mente de las Sagradas Escrituras, su comprensión de lo que Él desea se le volverá cada vez más clara. Andar en el Espíritu significa simplemente ser controlado por lo que Dios ha dicho en la Biblia.
Toda cosecha de pureza y santidad debe sembrarse para el Espíritu, sometiéndose totalmente a Él, y andando en obediencia a la Palabra de Dios.

Repase
Algunas veces es difícil mantenernos conscientes de lo que estamos sembrando. En medio de las responsabilidades y de las tensiones, podemos recaer, sin darnos cuenta, en nuestras antiguas maneras de reaccionar ante los problemas y las personas. Como recordatorio del deseo que usted tiene de sembrar para el Espíritu, repita la oración de Pablo en Colosenses 1.9-11: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; y si dispone de tiempo, memorice el pasaje y hágalo parte de su tiempo de oración regular, por lo menos una vez a la semana“.

 

Extractado del sitio En Contacto

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