Sé la diferencia
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Su mano invisible
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LECTURA BÍBLICA: SALMO 84:1 – 12
“Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus polluelos, cerca de tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío, y Dios mío” v.3
Las personas dedicamos la vida, incluso aunque no seamos conscientes de ello, a buscar un hogar, un espacio que poder llamar nuestro, donde sentirnos seguros. El concepto de seguridad, sin embargo, no es el mismo para cada ser humano.
En lo que tiene que ver con Dios hay dos tipos de personas: quienes querrían tener su espacio lo más alejado posible de ese ser que no entienden, que les parece aterrador, inquietante o tirano, lejano, rígido e invasivo (todos ellos conceptos bastante “anti-hogar”), y luego estamos quienes, por el contrario, hemos encontrado que es a la sombra de Sus alas donde podemos estar realmente seguros, acogidos, rodeados por el abrazo del Padre como hijos que vuelven a casa después de un mal viaje.
El salmista encuentra su lugar cerca de los altares del Dios de los ejércitos, a quien reconoce Señor y Rey.
Nada de alardes de independencia o autosuficiencia, sino la convicción de estar junto a un Dios amigo, con el que se relaciona de manera personal.
Reconciliados con Él, deja de parecernos aterrador y ajeno para mostrarse cercano y amoroso.
En realidad, todos esos atributos caben en la persona de Dios a la vez, y lo conforman sin renunciar a ninguno de ellos.
Lo que cambia es nuestra posición respecto a Él: ¿eres familia, o no lo eres? ¿Tienes con Él tu hogar, o quizá sigues buscando? Jesús estará feliz de recibirnos en su hogar.
Lidia Martín Torralba, España
En la casa de mi Padre muchas moradas hay…hay una para ti
