El colapso evangélico – 4

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Esta es la última entrega de este ciclo en el cual nos dedicamos a comentar el artículo de Michael Spencer El próximo colapso evangélico. En las dos columnas previas hablamos de las opiniones de este autor, basadas en la observación y meditación sobre la realidad del cristianismo evangélico estadounidense; nos detuvimos en aquellas causas que Spencer entiende son las que precipitarán la caída, y también en algunas de las perspectivas en cuanto a qué quedará luego del colapso. También intentamos ver en qué medida estas consideraciones son aplicables a nuestro cristianismo evangélico autóctono. En la columna de hoy abordaremos la sección final del artículo, en la que el autor se pregunta: ¿Es todo esto una mala cosa?

La primera afirmación no constituye una predicción sino una observación, bien lapidaria por cierto: El evangelicalismo no necesita un rescate. Gran parte del mismo necesita un funeral. Esta observación tiene al menos dos lecturas. El autor puede estar diciendo que el cristianismo evangélico necesita un funeral porque es ya irrescatable como movimiento de fe dentro de la Iglesia; o puede estar expresando que en su opinión, este cristianismo evangélico tan enrarecido, diluido y contaminado como él cree que está, es mejor que fenezca rápidamente, y sea enterrado cuanto antes. Esto sería sumamente sombrío si no fuera porque el autor opina que Dios levantará nuevas formas de vivir la fe en Cristo, por ejemplo cuando dice: estoy convencido que la gracia y la misión de Dios llegará a los confines de la tierra, o al expresar: creo que el próximo colapso evangélico no dará lugar a una segunda reforma, a pesar de que puede resultar en beneficios para muchas iglesias y el inicio de nuevas iglesias. Digamos desde ya que compartimos esa fe y esperanza, porque tenemos confianza en Dios, y porque el testimonio de la historia nos dice que la fe genuina en Jesucristo siempre ha sobrevivido toda debacle.

La siguiente pregunta que comentaremos introduce otro aspecto interesante de la realidad de las iglesias evangélicas: ¿Es una buena cosa que muchos creyentes marginales partan de las iglesias? Posiblemente, si las iglesias comienzan y continúan la seria labor de renovación de la membrecía. Spencer no nos explica qué entiende por creyentes marginales, pero dado el contexto podemos hacer algunas conjeturas. No creemos, por ejemplo, que utilice el término marginales para referirse a personas pobres o indigentes; tampoco a ilegales, hispanos o inmigrantes de otras etnias. Dado el tenor general del artículo, interpretamos como marginales a aquellos creyentes que no están en plena comunión con sus iglesias, no son asiduos concurrentes, no son miembros con cuyo aporte se pueda contar para actividades, necesidades o proyectos, o son de esas personas que transitan de una congregación a otra por diversos motivos (mal relacionamiento, disgusto con la liturgia, disgusto con el contenido de la predicación, búsqueda del ideal utópico de la “iglesia perfecta”, etc.). De esta clase de creyentes también tenemos en nuestras iglesias evangélicas. Vinculado con esto, el planteo acerca de que sería bueno para una renovación de la membrecía que los creyentes marginales se vayan, se nos antoja duro; uno apuntaría al ideal de una completa conversión y compromiso de todos estos creyentes. Pero quizás el planteo, bien que duro, sea realista; no todos esos creyentes se comprometerán por completo con Cristo, y su alejamiento de las congregaciones dejará en éstas a los verdaderamente convertidos. Eso será positivo.

Después, el autor dice: El ascenso de los grupos carismático-pentecostales que influyen en la adoración actual alrededor del mundo podrá ser un gran factor positivo para el movimiento evangélico, si la reforma logra llegar a esas iglesias y si esto se uniere con el llamado, la formación, la tutoría de los líderes. La visión de Spencer parece ser la de un evangélico conservador, abierto a la renovación que proporcionan las iglesias pentecostales y carismáticas, particularmente en la alabanza y adoración, con su énfasis en la dimensión de actividad del Espíritu Santo en el culto y vida de la iglesia. Pero viendo en dicha dimensión de actividad una dispersión o debilitamiento de la formación de los ministros evangélicos, aparentemente en teología pastoral, lo cual no deja de ser paradójico. Es paradójico pues la plena comunión y actividad del Espíritu Santo debería suponer una más profunda espiritualidad fundamentada en la Palabra de Dios que el mismo Espíritu Santo inspiró, lo que parece no ser siempre el caso. El fenómeno de líderes evangélicos inadecuadamente formados desde un punto de vista teológico, llegados al pastorado por necesidad de las congregaciones, o por impulso y convicción personal etiquetada como “llamado”, está presente en nuestras congregaciones evangélicas, aquí en nuestro país.

Continúa el autor con la siguiente pregunta: ¿Conseguirá el próximo colapso evangélico superar el pragmatismo y la superficialidad que ha provocado la pérdida de sustancia y el poder? Y contesta: Probablemente no. Ya hablamos en la entrega anterior acerca del pragmatismo de las mega-iglesias, en cuanto a una actitud de optimismo, acción, y confianza en la cura de todos los aspectos de la vida. Aquí Spencer da un paso adelante y une a dicho pragmatismo la superficialidad; superficialidad que se emparenta con frivolidad, puerilidad e inconstancia, y cuando hablamos de fe y vida cristiana, se vincula con ausencia de una espiritualidad sólida, con una naturaleza carnal y sensual que va tras lo que gratifica sus gustos y apetitos. Esta superficialidad, según el autor, ha sido provocada en el movimiento evangélico por la pérdida de sustancia (una comprensión cabal de la Palabra de Dios como cimiento de la vida) y poder (la operación auténtica del Espíritu Santo, libre de un emocionalismo vacío). El autor es lapidario, considera que dicha superficialidad no será superada. Mientras tanto los proveedores del circo evangélico estarán en buena forma, vendiendo sus productos como la prometida solución a los problemas de cada iglesia. Otra expresión categórica, sobre otra característica del cristianismo evangélico norteamericano que hace ya tiempo aterrizó en nuestras tierras, en nuestras iglesias, campañas y convenciones. Quienes han transformado el culto a Dios en un espectáculo que provoca sensaciones excitantes, los que han hecho de la fe evangélica una experiencia sensacionalista, quienes han vuelto los sagrados ministerios de la iglesia en vías alternativas para llegar al estrellato y ser admirados por sus seguidores, los proveedores del circo evangélico, son una realidad conocida para nosotros desde hace años.

Continuamos con el enfoque de Spencer sobre un aspecto muy concreto que ha formado parte de, y contaminado, el cristianismo evangélico en las últimas décadas; él dice: ¿Va este colapso a sacudir y hacer perder el lugar de parásito que ocupa en el cuerpo de Cristo el Evangelio de la Prosperidad? Sin lugar a dudas, el autor toma posición clara e inequívoca respecto al llamado evangelio de la prosperidad: lo considera un parásito; es decir, una entidad que se ha metido en el cuerpo de Cristo (la Iglesia) sin pertenecer a éste, y que usurpando su fuerza vital lo enferma y hace languidecer. El evangelio de la prosperidad también aterrizó en nuestras tierras, y diversos predicadores han alentado a los creyentes a buscar, pedir y esperar de Dios la prosperidad económica y financiera, como consecuencia natural de su fe en Jesús. En América Latina, y Uruguay obviamente no es excepción, la teología de la prosperidad tiene como agravante que incide generalmente en una franja de población económicamente carenciada, donde no se aplica exactamente lo que Spencer dice a continuación: Rara vez los cristianos de Estados Unidos de América parecieron ser capaces de separar su teología de una idea general de la riqueza y el éxito personal. Según el autor, los creyentes evangélicos estadounidenses tradicionalmente asociaron su fe cristiana con la riqueza y el éxito; estamos hablando de riqueza material, económica, monetaria, y éxito medido según los parámetros seculares, y no de acuerdo a los cánones espirituales según los cuales hablamos de “victoria” en la entrega anterior (fidelidad, firmeza, testimonio). El punto es que la sociedad estadounidense maneja estándares de vida promedio (en cuanto a poder adquisitivo, confort, posesión de bienes), propios de un país desarrollado; estándares de vida que en países en desarrollo, o subdesarrollados, solo alcanzan las clases medias altas y altas de la población. La clase media baja y quienes están bajo la línea de pobreza ven en aquellos estándares de vida un ideal inalcanzable, por la falta de oportunidades, por el nivel de remuneraciones al que pueden acceder con su trabajo, por la situación económica del país y el costo de la vida; un ideal inalcanzable por medios honrados, al menos. En tal contexto, predicarles a estas personas que pueden alcanzar aquel ideal de un estándar de vida económicamente próspero mediante su fe, concurrencia a la iglesia y ofrendas a la misma, es la peor trampa y la mentira más grande. De modo que el parásito que constituye el evangelio de la prosperidad para la iglesia norteamericana, para la latinoamericana se vuelve un verdadero cáncer; un cáncer que merece y debe ser extirpado. A su pregunta acerca de si el colapso evangélico podrá sacudir el lugar ocupado por el evangelio de la prosperidad, Spencer responde: La evidencia de períodos similares no es alentadora. El autor no parece creer que sea posible, al menos en el corto plazo, erradicar el parásito. Es de esperar que nuestra realidad, aquí en nuestro país y región, sea más alentadora, y que podamos profundizar nuestra vida espiritual, extirpando las herejías que enrarecen la doctrina y hacen caer en descrédito a la Iglesia.

En la siguiente afirmación emerge otro chispazo de optimismo, ya que Spencer dice: Podemos regocijarnos de que en las ruinas, nuevas formas de vitalidad y ministerio cristiano van a nacer. Espero ver un importante y creciente movimiento de las iglesias en las casas. Los movimientos de iglesias hogareñas, grupos familiares o iglesias celulares, han proliferado en diversas partes del mundo en las últimas décadas. El entusiasmo que generó inicialmente esta modalidad de vida de iglesia fue tal, que recuerdo cuando empezó a preconizarse aquí en Uruguay, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado, que se le llegó a llamar una “segunda reforma”. Se consideraba una modalidad ideal, pues había sido la forma de reunión de la primitiva iglesia del período apostólico, cuando no existían grandes templos y los cristianos se congregaban en las casas de algunos creyentes (además de hacerlo en cementerios, campos y catacumbas); además, alentaba el crecimiento eclesiástico y el ganar almas nuevas para Cristo, manteniendo la oportunidad que ofrece el grupo reducido de establecer contacto interpersonal y hacer vida en comunidad, frente a la masa impersonal de una mega-iglesia, en la cual centenares o miles de personas se reúnen casi sin conocerse unas a otras. Este movimiento posteriormente decayó en su popularidad, bien que podría decirse que raramente las congregaciones locales no instrumentan reuniones en las casas, células de oración o puntos de predicación en diferentes barrios. Resulta sugestivo y merece tenerse en cuenta que desde el baluarte tradicional del cristianismo evangélico, un comunicador cristiano levante la voz planteando esta modalidad de vida de iglesia como una de las formas en que la vitalidad inherente al cristianismo haga resurgir la fe.

Spencer asevera: Necesitamos un nuevo evangelicalismo que aprenda del pasado y escuche más atentamente lo que Dios dice acerca de ser su pueblo en medio de una poderosa e idólatra cultura. Luego de ver, en estas tres entregas, la situación del cristianismo evangélico, la contaminación por modas, ideas nuevas sin sustento bíblico, y herejías, prácticamente no podemos más que dar nuestro amén a lo expresado: necesitamos un nuevo cristianismo evangélico. Un nuevo cristianismo evangélico que aprenda del pasado, es decir, que vuelva a las fuentes del movimiento, a lo que significó ser un cristiano evangélico, que por libre decisión sigue a Jesucristo como su discípulo, habiendo hecho entrega de su vida al Señor, y tiene a la Santa Biblia como única regla de fe y conducta; y un cristianismo evangélico que escuche más atentamente lo que Dios dice, es decir, que lea, estudie, escudriñe, asimile en su espíritu y aplique cabalmente en la vida cotidiana los preceptos de la Palabra de Dios, para así ser su pueblo, y mantenerse firme en Cristo en medio de una poderosa e idólatra cultura.

La pregunta, por supuesto, es: ¿Quiénes renovarán el cristianismo evangélico? ¿Quiénes se levantarán para llevar de nuevo al pueblo evangélico a la lectura, estudio y aprendizaje exclusivo de la doctrina bíblica? ¿Quiénes promoverán una auténtica vivencia de la dimensión del Espíritu Santo en la vida del individuo y la comunidad, exenta de emocionalismo barato, sensacionalismo efectista y fenómenos de circo? ¿Quiénes denunciarán la herejía, las falsas teologías y las doctrinas erróneas, sin sustento en la Palabra de Dios? ¿Quiénes levantarán la voz defendiendo la moral, el matrimonio y la familia, de enemigos internos y externos, y de filosofías mundanas con apariencia de ciencia? ¿Quiénes convencerán a los ministros evangélicos de la necesidad de una apropiada preparación teológica y pastoral, así como de las ventajas de una adecuada cultura general, para poder predicar el evangelio con coherencia ante el rico, el pobre, el sabio y el ignorante? ¿Quiénes expurgarán las filas, sobre todo entre predicadores, evangelistas y pastores, de tramposos, deshonestos y oportunistas?

¿Quién alzará la voz y dirá, como dijo una vez Isaías: Heme aquí, Señor, envíame a mí?

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

9 Comments

  1. miguel dice:

    He estudiado en el seminario reina valera diplomado en ministerio pastoral estoy buscando estudiar teologia a distancia ese es mi llamado

    • miguel dice:

      Deseo poder seguir estudiando si DIOS quiere teologia con ese conocimiento teologico para poder compartir en LA IGLESIA

  2. Álvaro Pandiani dice:

    Agrego, para Carlos, que estoy de acuerdo en que la opinión vertida en el artículo que menciona es valiosa (valiosa en sí misma, porque al Rvdo. Abels tampoco lo conozco).
    Por mi parte, yo también quise aproximarme a esta realidad del cristianismo evangélico actual, evaluando en qué medida los dichos de Spencer sobre el protestantismo estadounidense eran aplicables al latinoamericano, pero obviamente, sobre todo al uruguayo; y lo quise hacer sin citar bibliografía, basándome puramente en la observación personal (derecho que tengo como autor y escritor, y que el editor, en este caso RTM, respetó plenamente).
    Por supuesto que sería interesante continuar el debate, trayendo otras opiniones, y bibliografía sobre el tema, pues la realidad de nuestro cristianismo evangélico vernáculo, salvo pequeños detalles obvios, no dista mucho de la descrita por Spencer. Pero basta ver cuán pocos comentarios recogen estos artículos, para darse cuenta del escaso interés que despierta un debate abierto, franco y profundo sobre estos temas. La “escenografía” que usted menciona, Carlos, parece demasiado atractiva para la mayoría de nuestros queridos hermanos. Habrá que seguir clamando en el desierto y haciendo trabajo hormiga, en pro de un mayor compromiso con la fe. Carlos, también agradezco mucho sus aportes.
    Lo que no entiendo es el comentario de otra querida compatriota, Estela, dejado en la parte 2 de esta serie. No lo contesté en su momento porque no estaba en el país. Nos acusa de temor y duda, y luego se disculpa si es impertinente. Sí, es impertinente, porque su interpretación no es pertinente para nada; es decir, no es apropiada, ni acertada, ni congruente con el artículo, ni tampoco con el tenor de todos los comentarios recibidos. El artículo de Spencer merece comentarse extensamente, querida Estela, porque sus observaciones son dolorosamente compatibles con la realidad de nuestro cristianismo evangélico actual. Por favor, lea de nuevo, detenidamente, toda la serie.
    Bendiciones de Jesús para todos.

  3. Carlos dice:

    El Seminario Reina Valera es distintivo en ofrecer una educación teológica a distancia que realmente prepara al alumno para el ministerio.

    El Seminario Reina Valera lleva el nombre de los dos más grandes reformadores de habla hispana, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera.

    El Seminario Reina Valera fue establecido por el autor y educador cristiano, Rvdo. Gilberto Abels.

    Me parece que el Señor Gilberto Abels tiene suficientes credenciales como para emitir una opinión válida respecto de estos temas y no censurarlo ¿Verdad ?

    • elarrosa dice:

      Carlos: Mensaje recibido y enviado al Dr Pandiani, quien nos dijo ya leyó el artículo de este Seminario Reina Valera cuando preparó la serie. Personalmente, no los conozco ni tengo referencia alguna de ellos. Su opinión es muy valiosa y la apreciamos. Sin embargo, estamos tratando de evitar que los comentarios sean artículos en si mismos. Me explico, en las últimas semanas hemos recibido comentarios extensísimos que ocupan más espacio que el artículo publicado, por lo que nos hemos propuesto que los comentarios no excedan las 300 palabras en la medida de lo posible o mantenerlos dentro de un margen prudente, de otra manera se pierde la interacción y dejan de ser comentarios en si mismos. Lo que sí podemos hacer es colgar como comentario tu recomendación con el enlace al artículo original donde está colgado este comentario de Reina Valera y allí podrán leerlo. Con mucho gusto podemos hacer esto.
      No hay censura de contenidos, solo una mera forma de cómo procesar los comentarios y darle agilidad a la interacción que de otra manera pierde el objetivo.

  4. Carlos dice:

    Humildemente creo que hay que salir a la calle y mirar, ver y escuchar. El Maestro era un hombre de estar en la calle y con la gente. Está muy lindo el ejercicio teórico y abstracto, el ejercicio intelectual alimenta la neurona, que bien !!! Pero la realidad, al menos en Uruguay, está gritando. Como me gustaría ver un escenario donde Jesús llegue a Montevideo e irrumpa a las patadas con toda la escenografía católica y evangélica. Donde el mismo voltee todas las reflexiones teológicas que sus seguidores hacen intentando entender lo que no entiende y que ademas genera ego. Nada es por casualidad. Nada… !!!!

  5. Me goso por que despues de leer esto afirma lo que el Espiritu Santo a hablado a mi vida y muy recientemente aqui en mi Pais a raiz del golpe de estado a salido la putrefaccion del Evangelio de la Prosperidad y las corrientes del Cristanismo como mercancia carente de Base Biblica en todo su contexto Y concuerdo con el escritor de que se nos a predicado durante siglos un evangelio barato y ridiculo basado en doctrinas y filosofias humanas Mercantilisando ridiculisando la gracia de Dios en Cristo Jesus con un Miedo Atros a perder su salvacion y Aprovechando este miedo Se hacen Megas Iglesias y Radio Television Universidades Colegios y mas, Bajo la doctrina del Miedo
    Creando frustrasion y desencanto al darse cuenta que al final no hay merito humano y exito que le pueda Sincelar en su corazon la Seguridad de su salvacion en Cristo Solo el Espiritu Santo que Mora en nosotros puede hacer esto Siendo como los Cristianos de Berea

  6. miguel dice:

    Existen sólo DOS Iglesias; una iglesia Verdadera, la que acepta a Jesucristo como SEÑOR, y la iglesia Falsa que sólo utiliza SU nombre. Lo amado es el Pueblo del SEÑOR. Respecto el problema de la Codicia o mercantilización de la Fe (Doctrina de Balaam) creo que el martillazo al Pueblo de Dios de Jhoann Tetzel y sus indulgencias hace más de 500 años logarítmicamente se atenuó y terminó el 31 de Octubre de 1999 firmando los Católicos con los Luteranos y en Alemania – Augsburgo la “Declaración Conjunta Sobre La Doctrina De La Justificación”. Este hecho coincidió históricamente cuando la evolución de las Iglesias Cristianas Evangélicas crecían en membrecía (para convertirse en Mega Iglesias), pero la liberación de la resonancia de Tetzel parece haber afectado 500 años después a otros hábiles predicadores esta vez paradójicamente Evangélicos (tendrá que pasar también esta etapa), y nuevamente se escucha el martillazo del padre de la mentira: “Hombre temeroso de dios tienes una moneda para Cristo”, cuando Todo es de ÉL. Respecto la Política y la formaciones de nuestras naciones americanas, son grandes las diferencias: 1) América (o norte-América) fue fundada en un territorio despreciado a pulso de familias colonizadoras principalmente Cristianas, El Poder la Institucionalizó a través de la Independencia respetando estas Familias y luego usando estas y sus Iglesias para tener a futuro una sociedad fuerte y dominadora, cosa que lograron en la posguerra (después de la 2da Guerra Mundial). 2) Latino América rica en recursos naturales estaba ya Colonizada militarmente por codicia compulsiva a sangre y fuego por una antigua Potencia que ya manejaba su poder o reinado Sirviéndose de la Iglesia, impusieron el Catolicismo más distorsionado y sincretista que fuera necesario para calmar al dominado o colonizado, después de la Independencia de norte América el Poder (analizar Doctrina Monroe – 1823, y una de sus consecuencias la doctrina de Destino Manifiesto 1845) gestó movimientos libertarios en Latino América pero mantuvo la dependencia o endeudamiento, para la extracción de recursos hacia ese primer mundo, una vez los países libertados los lugareños o Pueblo de Dios Cristiano Católico quiso reivindicar derechos, pero tuvo que enfrentarse al desprestigio en su historia en la colonización y las confrontaciones con las nuevas Iglesias Cristianas que llegaban de norte América, auspiciadas y financiadas por millonarios (Informe Rockefeller 1969), recordad que las gestas libertarias fueron planeadas por masones y sus Jefes (igualdad, libertad, fraternidad… si no son Cristianos, la pregunta es de quien y con quien forman legión) hasta al libertador San Martin lo mantuvieron en el tiempo de la campaña confundido entre logias, siguiendo candelabros y rezando un padre nuestro al bronce o metálico. 3) Al parecer al Poder a estas alturas de la Historia no le interesa ni le Sirve ya ninguna Iglesia y sólo aspira sus colapsos… por ejemplo, en contradicción absurda pero autoritaria, no hay libertad para rezar o exhibir el Padre Nuestro en cualquier lugar, pues atenta contra la libertad de otras personas a sí rezar o exhibir posibles anticristianas conjuras… en fin… Pura Historia de Alta Política, como en la otrora Roma Imperialista. A pesar de los malos tiempos, respetando las autoridades que ha puesto el SEÑOR, donde se reúna dos o tres en nombre del SEÑOR, el Pueblo de Dios Permanece Firme en sus convicciones Cristianas, Predicando hasta la venida en el Día del Señor. Dios nos Bendiga.

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