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La crisis sanitaria en la Jungla Semántica
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Lectura: Hechos 2:1-13
«… Estaban atónitos y maravillados…» v. 7
Mientras muchos deambulaban transitando de un lugar a otro, un grupo pequeño de creyentes permanecía junto confiando en la promesa de la venida del Espíritu Santo prometida por Jesús. Se trataba de personas comunes. Pescadores, artesanos, gente sin alcurnia, pero con convicciones firmes y con fe inquebrantable. Una vez llegado el día, aquellas personas sencillas y humildes se encontraban en un mismo sentir.
En el tiempo de Dios, a primera hora de la mañana sucedió lo más extraordinario, que impactó no solo a Jerusalén sino también a Palestina entera. Los que estaban en aquel lugar fueron llenos del Espíritu Santo. En toda la ciudad se comentaba sobre lo que había pasado. Era tan asombroso que despertó la admiración de muchos y la reacción de la multitud. Ante la perplejidad de la mayoría, algunos llegaron a expresar que era pura borrachera lo que tenían; sin embargo, lo que ocurría era simple “disposición para dejarse usar por el poder de Dios”.
No se trataba de intelectualidad, educación ni alta cultura, principios que debían ser importantes para la mayoría quienes no podían comprender lo que sucedía frente a sus propios ojos. No se trataba de personas sumamente educadas, bien preparadas y ubicadas en importantes posiciones sociales, sino de gente común que se dejaba usar por Dios para impactar, dejar huellas y trascender para su gloria. De entre la multitud de visitantes ese día en Jerusalén Dios se fijó en los más humildes, sencillos pero dispuestos para depositar su poder e inundar a toda una nación con la potencia y frescura de su evangelio.
Delmer Manzanares, Honduras