Comentarios sobre la investigación con células madre – 1

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Autor: Dr. Alvaro Pandiani

Parece que el proyecto de ley de células madre, aprobado el 14 de julio pasado por el Senado Uruguayo, quedaría guardado en el cajón de algún escritorio del Palacio de las Leyes, hasta la próxima legislatura. Tal informó el diario El País en su edición del martes 4 de agosto, en la nota acerca de la pisada de acelerador de los legisladores para aprobar varios proyectos de ley, antes del receso parlamentario previo a las elecciones nacionales de octubre. De modo que este proyecto de ley quedará como materia pendiente, al igual que, por ejemplo, la vetada ley de despenalización del aborto, frenada hasta el próximo período de gobierno, cuando seguramente las agrupaciones abortistas anti-vida atropellarán nuevamente a sus representantes parlamentarios y a la opinión pública con su afán de poder eliminar embriones humanos, sumando al descenso de la natalidad y la emigración, la destrucción de (futuros y potenciales) ciudadanos de nuestro país.

No es ocioso asociar el proyecto de ley de células madre con la ley de despenalización del aborto, pues ambas representan un peligro para embriones humanos. Porque estos, una vez formados, deberían ser considerados individuos distintos, con el potencial genético para desarrollarse, diferenciarse y convertirse en seres humanos adultos. En otras palabras, una vez formado el embrión humano, no hay marcha atrás; es un nuevo individuo, y para muchas autoridades de bioética es una vida humana que debe ser respetada y protegida.

El principal cuestionamiento ético, virtualmente el único, planteado a la investigación con células madre, también llamadas células troncales, tiene que ver con su fuente. Hay varios lugares de donde obtenerlas: de tejidos de un organismo adulto; de sangre de cordón umbilical en el momento del parto; de tejidos de fetos muertos de muerte natural; y también, de embriones humanos. El procedimiento mencionado en último término, la extracción de células madre de embriones humanos vivos es el que ha provocado a nivel internacional la reacción de la Iglesia Católica y otras organizaciones pro-vida, pues la obtención de las mismas conlleva indefectiblemente la destrucción del embrión. Para empeorar más las cosas desde el punto de vista ético, la obtención de estas células se hace a partir de embriones provenientes de bancos de embriones congelados, producto de procedimientos de fertilización in vitro. Según un artículo del Observatorio del Bioética de Valencia, solo en Estados Unidos, cada año las clínicas de fecundación in vitro tendrían un excedente de 400.000 embriones; sin embargo, el 88% de estos quedarían almacenados para engendrar niños para los padres; el resto se destinaría a otros usos, entre ellos, la investigación (http://www.observatoriobioetica.com).

No es posible continuar sin hacer un comentario acerca de la frialdad con que la vida humana es manejada por algunos miembros de la comunidad científica; concretamente, del cuerpo médico; y más específicamente, del empresariado médico que regentea estas clínicas de fertilidad. No cabe duda que la técnica de la fertilización in vitro representó un gran avance que cambió la vida de muchas parejas con dificultad para engendrar hijos. Pero la forma en que se dispone de estos embriones, que de permitírseles proseguir su desarrollo llegarían a ser, ni más ni menos, seres humanos, impresiona como hombres jugando el juego de Dios. Nos hace recordar algo que vimos en ocasión de comentar el treinta aniversario de la primera fertilización in vitro, en agosto del año pasado, al leer una afirmación tan inquietante como: “nada es sagrado en biología humana”.

Esta inquietud ha movilizado a los miembros de varias agrupaciones cristianas; según el artículo citado: la idea de adoptar embriones congelados está ganando popularidad entre los cristianos pro-vida que sienten el deber religioso de ayudar a salvar estos embriones”. Pero en la línea de investigación con células madre las cosas han ido más lejos, pues la necesidad de embriones para experimentación, y la necesidad de muchos embriones como fuente de células troncales, ha conducido al planteo de la clonación de embriones, para aumentar la disponibilidad de los mismos con fines de investigación, y eventualmente terapéuticos. Además estos embriones, excedentes de fertilización in vitro o clónicos, son considerados menos que humanos por el expediente de denominarlos “preembrión”, expresión que según algunas autoridades estaría perimida por carecer de fundamento científico; de hecho, el término preembrión no existía en la embriología tradicional, como disciplina científica, y solo se introdujo para denominar al embrión durante sus primeros 14 días de vida, con el fin claro de despojarlo de su condición humana, monumental escollo que desde la bioética entorpece su libre uso para investigación.

Curiosamente, y tal vez en esa misma línea de pensamiento, en el blog del diario El País donde los lectores dejaron comentarios a la noticia del 20 de julio pasado La ley de células madre “es un atentado a la vida”, noticia que se refiere a la declaración del Instituto Arquidiocesano de Bioética “Juan Pablo II”, de Montevideo, una lectora (no importa quién), evidentemente a favor de la investigación y en contra de lo dicho por la Iglesia, escribió que estos embriones “Son fecundaciones en laboratorio, a los 3 o 4 días hay una pelotita de 8 células, esas son células madre. A veces el “embrión” se hace con núcleo de una célula de adulto en óvulo sin núcleo. No hay embarazo, no hay un útero que lo albergue, no hay madre, no puede vivir sin el líquido nutritivo del laboratorio, y tampoco se puede mantener indefinidamente. Opinan sin saber ni informarse. Es interesante resaltar algunas de las afirmaciones categóricas de esta lectora, al parecer muy informada; dice que el embrión a utilizar es “una pelotita de 8 células”, y con esto parece justificar su uso en experimentación, y para extracción de células troncales; después de todo, no es más que un montón de células. Como en el caso del aborto, la Iglesia (no solo la católica) insiste en no dañar el embrión, entendiendo esta insistencia como una defensa del derecho a la vida. Y según el Pacto de San José de Costa Rica, también conocido como Convención Americana de Derechos Humanos, en su artículo 4, inciso 1, Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente. A la lectora informada debería avisársele que en el momento de la concepción hay una sola célula, el cigoto, y que esa única célula es tenida en cuenta por la Convención Americana de Derechos Humanos. Y también, que esas ocho células no son como ocho neuronas, ocho glóbulos blancos, u ocho fibrocélulas musculares; son, efectivamente, ocho células troncales, que implantadas en el ambiente adecuado (oxígeno, protección, nutrientes), pueden desarrollarse en forma autónoma hasta transformarse en un ser humano. Pero en el caso de los embriones a utilizar en investigación, no hay el ambiente adecuado. La lectora informada sigue diciendo: No hay embarazo, no hay un útero que lo albergue, no hay madre”; sin ánimo de melodrama, suena que el embrión es un huérfano, y por eso puede avasallarse su derecho a la vida, el único que en su condición podría reclamar. Sin entrar en lo que parece una telenovela, lo que sí podemos inferir de la afirmación de la lectora informada es que, el embrión tendría condición humana (lo que haría condenable su uso en experimentación) si tuviera una madre que lo albergara en su útero; en otras palabras, la condición de ser humano dependería del entorno. Eso también podría conducir a derivaciones peligrosas, si tal criterio se aplicara a la vida extra(o pos)uterina: definir la condición de ser humano, o menos que humano, en base al entorno en que nos encontramos, o que hemos logrado construir a nuestro alrededor. Las ramificaciones fascistas de tal línea de pensamiento representarían un tenebroso retroceso a épocas pretéritas de segregación, explotación y crueldad, que creemos superadas.

4 Comments

  1. Sembrador dice:

    Che, que bueno sería que se dejaran comentarios en el blog que tengan que ver con el artículo, ¿no?

  2. claudio dice:

    DIOS bendiga a todos los hermanos de radio transmundial, me llamo Claudio y soy de La Plata (Argentina) y todas las noches sintoniso los grandes temas y le doy gracias a JEHOVA por haber puesto a un siervo como el pastor Salvador Dellutri para llevar su palabra a muchos hogares de Latino America, es por este motivo que me gustaria contactarme con el pastor por que EL SEÑOR lo doto de una sabiduria sin par y me ha sido de mucha revelacion y bendicion, me he dado cuenta que no tiene pelos en la lengua para predicar la palabra y que es un verdadero cristiano, espero que nos podamos escribir, DIOS los siga iluminando para bendicion de todos sus hijos!

  3. Ester dice:

    De una nueva lectura del artículo y de escuchar el programa me surgen algunas preguntas. Quisera que se contestarán en la segunda parte o aquí.
    No estoy de acuerdo como cristiana de los manejos por parte de la comunidad científica. Ahora bien ¿de qué otra forma se obtienen células madre? Por ej en el caso de un aborto espontáneo, natural ,¿un científico crsitano qué opina? , ¿De qué otra forma se pueden obtener y que sea válido? , ¿qué usos terapéuticos se les puede dar? , ¿o son sólo para engendrar? ¿En el caso del fallecimiento de una persona?
    No digo que el artículo no sea claro es que para alguien que no pertenece al campo médico le quedan algunas puntas sin comprender.
    ¿Cómo debería plantearse desde el punto de vista de un médico, científico cristiano una ley en tal sentido? ¿La comunidad científica cristiana podría , está en condiciones de hacer una contrapropuesta de acuerdo a nuestros principios?
    Tal vez para el columnista esto es obvio pero para quien no pertnece a la comunidad científica, no. Muchas gracias por traer éstos temas.

  4. Ester dice:

    ¿Cómo cambia todo, no? Pensar que hace varias décadas surgió de dos galenos uruguayos el siguiente planteo: “el feto es el primer paciente pediátrico” Idea que revolucióno al mundo científico y lo dio vuelta .

    Ahora ,creo que hay una canción que dice :”todo cambia, todo cambia” y la pregunta sería ¿todo cambia para bien?
    Sin lugar a dudas van por mal camino, lamentable, tétrico y fascista como dice el autor.

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