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Lectura: 2ª Timoteo 1:6-8
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” v. 6
En nuestro país suele usarse la palabra “avívese” cuando alguien está como atontado o no reacciona ante algo que está sucediendo.
Puede que Pablo notara algo similar en Timoteo cuando le aconseja que avive el fuego del don de Dios en su vida. Según parece, la personalidad de Timoteo era más bien tímida (1 Corintios 16:10) y padecía de recurrentes enfermedades, según 1 Timoteo 5:23. Puede ser que por causa de esos factores, sufriera de desánimo y de allí que Pablo le aconseje que se avive, que reaccione.
Si hemos tenido la oportunidad de avivar un fuego literal, entendemos bien de qué se trata. Es alimentarlo para que la llama sea más intensa. Y la manera de hacerlo es echarle el combustible correspondiente para que lo haga más fuerte.
Es de notar que la responsabilidad de avivar el fuego es personal. La mayoría de los cristianos están esperando que otros los animen, cuando toca a cada uno hacer esa tarea con uno mismo. Se hace reaccionando ante lo que nos apaga y contrarrestándolo con oración, Biblia, adoración, congregación y demás prácticas espirituales que elevan nuestra pasión por Dios y Su obra.
Pablo habla del don que Timoteo había recibido. Es esa gracia que Dios nos ha entregado a cada creyente para que le sirvamos y que dejamos de usar para Su gloria por diferentes causas. Debemos evitar ser aquel siervo de la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) que optó por enterrar el suyo y cuando vino su Señor lo que recibió fue reproche y condenación.
Evert Monroy, Honduras