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LECTURA BÍBLICA: 1 PEDRO 1:8-9
“A quien amáis sin haberle visto…” v.8
Un hombre le prometió a un amigo construirle una casa. Pero mientras la construía, se cayó del techo y se lastimó tanto que nunca más pudo trabajar en la construcción ni cumplir su promesa. Por eso sus palabras pasaron y se desvanecieron.
Qué contraste con nuestro Señor Jesús cuando dijo: “Mis palabras no pasarán”. Sus promesas nunca se desvanecerán. Cuando Él dice: “Perdono tus pecados”, quedan perdonados. Cuando dijo: “Te doy vida eterna”, tenemos seguridad de que estas palabras son verdad.
El primer domingo de Pascua, cuando Jesús apareció a los discípulos, Tomás estuvo ausente, así que dudó de que estuviera vivo hasta que puso sus dedos en las heridas de las manos de Cristo. No creyó las buenas nuevas de Jesús resucitado hasta que lo vio vivo, ocho días después.
Igual que Tomás, muchas personas dudan de las promesas y palabras de Jesús. No sea como Tomás. Escuche las palabras del apóstol Pedro: ustedes, que lo aman sin haberlo visto, y creen en Él, aunque ahora no lo vean.
Ahora mismo todas las bendiciones de la fe en Jesús le pertenecen: el perdón de los pecados, la paz espiritual y el gozo de ser hijo de Dios. Pero también tiene vida eterna desde el momento en que aceptó a Jesucristo como su único y suficiente Salvador.
Es verdad que en esta vida no lo podemos ver ni apreciar en su totalidad, pero Jesús está con nosotros para ayudarnos y guiarnos al cielo.
El constructor no pudo cumplir con su promesa, pero Jesús sí y sus palabras nunca pasarán.
Marcelo Ballester, Venezuela
El fin de su fe es salvación
