Construir con base
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12 marzo 2018Lectura: Salmo 148:1-14
“Alaben el nombre de Jehová, porque sólo su nombre es enaltecido.” v.13
La adoración es la respuesta y el reconocimiento que los seres humanos le damos a Dios al reconocer lo que él, mientras que la alabanza es el culto gozoso que le brindamos al reconocer todos sus beneficios.
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”. La alabanza es un acto de gratitud que los seres humanos le damos a Dios por sus múltiples manifestaciones de amor. Alabamos a Dios por medio de oraciones, cánticos, ofrendas y testificando a otros sobre su amor. Lo alabamos porque él perdona nuestros pecados, provee para suplir nuestras necesidades, nos sana y nos protege del mal. Renueva nuestras fuerzas y nos llena de gozo, aun en medio de las dificultades.
¿Quiénes deben alabarlo? En el Salmo 148 encontramos que toda la creación debe hacerlo: “Los reyes de la tierra y todos los pueblo. Los príncipes y todos los jueces de la tierra. Los jóvenes y también las doncellas. Los ancianos y niños. Alaben el nombre de Jehová, porque solo su nombre es enaltecido. Su gloria es sobre tierra y cielos”.
Todos los seres humanos debemos alabar a Dios sin distinción de edad, raza, condición moral o espiritual porque es nuestro Creador. Pero, en forma especial debemos alabarlo los que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador porque fuimos perdonados y reconciliados con Dios. Al pensar en el amor de Dios que dio a su Hijo para salvarnos, no podemos menos que postrarnos ante él con gratitud prorrumpiendo en una gozosa alabanza.
Rogelio Nonini, Argentina