Crisis del modelo familiar
15 enero 2018El orgullo de ser evangélico
16 enero 2018Lectura: Juan 12:1-8
“Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio y ungió los pies de Jesús y los enjuagó con sus cabellos y la casa se llenó con el olor del perfume.” Juan 13:3
En este relato presentado por Juan, podemos observar una escena fascinante. Una cena en Betania, Jesús, algunos discípulos y amigos amados estaban pasando un buen tiempo de comunión. Pero algo hace que la escena cambie de rumbo, algo que nadie esperaba. María, amiga de Jesús, realiza un acto de humillación y entrega. Derrama un costoso perfume y unge los pies de su Maestro.
En nuestro andar diario, olvidamos tantas veces que necesitamos tiempos de humillación a los pies de Jesús. En esos tiempos podemos entregar nuestras cargas, ansiedades y dejar nuestro orgullo de lado dejando que Su obrar poderoso nos siga transformando. Son esos momentos donde nos declaramos necesitados, donde toda coraza se deshace en Su presencia. María no se sintió avergonzada ni pensó en el qué dirían los demás; sabía que lo mejor que podía hacer en ese momento era ir a ese lugar de seguridad, ese lugar de transformación, ese lugar de paz.
Lo maravilloso de ese momento, en el que nos acercamos a derramar nuestro “perfume”, es que nunca salimos igual. Él nos transforma, nos impregna de Su maravilloso aroma, de su perfume, esto hace que todo lo que nos rodea, nuestro hogar, nuestras amistades, nuestro lugar de trabajo, nuestro matrimonio, nuestra iglesia, se impregne también del perfume de Jesús. El perfume que María derramó tenía valor y un alto precio, todos tenemos un perfume para entregarle, hoy puedes hacerlo.
Maximiliano Ibarbalz y Susana Acosta, Argentina