Uruguay bien vale una misa – 2

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uruguay-misaRecordando y revisando conceptos – Parte 2.

Por: Dr. Álvaro Pandiani

El artículo París bien vale una misa del año 2009 tenía un enfoque explícito de advertencia acerca de la afinidad demostrada por algunos políticos con las ideas y concepciones de vida sustentadas por los cristianos – católicos y evangélicos – sobre varios temas; temas que ya en la pasada legislatura habían obligado a salir a la palestra para defender principios que casi todos consideramos no negociables. El buque insignia de tal temario fue el aborto pero también hubo otros, tales como por ejemplo la unión concubinaria – una desnaturalización de la institución del matrimonio – la discutida ley de adopciones, con su incierta apertura a la adopción de niños por parejas homosexuales, que los propios legisladores redactores de la ley decían no saber si la misma habilitaba o no, o la intentona por parte del BPS de imponer cargas tributarias – onerosas como todos los ajustes fiscales que llevó adelante el oficialismo – a organizaciones eclesiásticas, eximidas de tales cargas por la Constitución de la República. La advertencia giraba acerca del imperativo de comprender que la proximidad de ideas y concepciones de vida predicadas por las iglesias y preconizadas por los líderes políticos, que habían llevado a un acercamiento, bien podían ocultar ansias de protagonismo político en los líderes religiosos, y avidez por los votos de las comunidades cristianas por parte de los caudillos políticos. El enfoque implícito era un llamado a la cautela, a no dar nuestro voto a quién nos dijera simplemente lo que queríamos oír; en otras palabras, tener el buen juicio y la prudencia de no creer cándidamente las promesas de los caudillos políticos en campaña, en su variante religiosa. En París bien vale una misa anotamos cómo agrupaciones políticas formadas bajo la égida de dirigentes de fe evangélica habían dado, desde el principio de aquel año electoral, su apoyo a distintas colectividades políticas, según por los puntos de vista, principios y propuestas de cuál los cristianos evangélicos se sintieron representados.

Hoy – en este 2014 electoral – al enfoque de prevención y cautela de aquel breve ensayo de reflexión sobre política y religión – o mejor dicho, sobre políticos y religiosos – agregaría con mucho énfasis la urgente necesidad de avanzar otro paso. De hecho, ya hablamos de la necesidad de avanzar otros pasos en participación, cuando discutimos sobre Política, Religión y Fe, en marzo de este año. Necesidad de detenernos a reflexionar, como cristianos que acudimos a la Palabra de Dios contenida en la Santa Biblia, qué colectividad política y qué candidato nos representa más – y nos representará mejor – desde el Parlamento y desde el Ejecutivo, en la defensa de principios irrenunciables, hoy en día diluidos tras esta década de empuje “renovador” y revolucionario que sólo ha provocado desintegración familiar y desagregación social, amén de inoperancia institucional plagada de corrupción, y paralización de los mecanismos que deben intervenir para garantizar la convivencia ciudadana, empantanados en un intelectualismo estéril, cuyas ideas sólo aportan debate interminable y sin fruto práctico, como por ejemplo: ¿bajamos la edad de imputabilidad o no la bajamos? ¿Represión o educación? ¿Combate al narcotráfico o venta estatal de marihuana? Y un largo etcétera.

A propósito de un tópico en particular recién mencionado, merece citarse algo contenido en el Manual de Ética del Funcionario Público, editado en Montevideo por IMPO, en 2009; en el capítulo 1, Ética Pública, página 8, leemos: “La transparencia, la rendición de cuentas y la lucha contra la corrupción, todos ellos elementos esenciales para construir fuertes y sustentables democracias. La transparencia y la rendición de cuentas hacen necesaria la participación de la sociedad civil en la fiscalización de las políticas públicas, así como en su elaboración y ejecución”. En estos días, y dados numerosos hechos de pública notoriedad, merece la pena que nos detengamos en dos conceptos expresados en la publicación citada; dos conceptos opuestos, antitéticos, violentamente incompatibles: transparencia y corrupción. De hecho, este Manual de Ética del Funcionario Público pone énfasis en la normativa jurídica internacional y nacional que enfrenta el fenómeno de la corrupción; en lo nacional, se extiende en el Decreto 30/003, que reglamenta la Ley 17060 de diciembre de 1998 – justamente, la ley que dicta Normas referidas al uso indebido del poder público (Corrupción) – y contiene un capítulo completo acerca de la responsabilidad penal de los funcionarios públicos – cualquiera sea su jerarquía – que incurren en prácticas corruptas. La corrupción es definida, y se dice que la misma es un fenómeno social que “socava la legitimidad de las instituciones públicas, atenta contra la sociedad y el orden moral” (capítulo 4, Normas de Conducta de la Función Pública, página 28).

¿Por qué traer a colación en un programa cristiano evangélico sobre política y fe este tópico particular de la corrupción? Como dijimos antes, por numerosos hechos de pública notoriedad; y también, porque somos cristianos. Y como cristianos estamos y estaremos siempre a favor de la verdad, la honradez, la justicia, la transparencia. Jesús dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8); ergo, sabemos que no recibirá la bendición de “ver a Dios” quién tenga su corazón turbio y no transparente, sucio por cosas escondidas, por asuntos que no pueden salir a luz, pues de saberse recibirían la condena de la opinión pública, y el proceso que indique la ley. ¿Pero qué, puede preguntar alguno, acaso no hay corrupción en la Iglesia? Por definición, no, pues la corrupción es un fenómeno que se da en los ámbitos oficiales; pero por supuesto que en la Iglesia hay prácticas desleales, deshonestas e inmorales. Ahora, ¿nos inhabilita eso para hablar sobre los hechos de corrupción oficial? En absoluto; tal vez inhabilite a los desleales, deshonestos e inmorales entre los hombres de Iglesia. Los demás cristianos podemos – y debemos – denunciar, junto al resto de la sociedad, los hechos de corrupción, y exigir transparencia.

Como citamos antes del Manual de Ética, es “necesaria la participación de la sociedad civil en la fiscalización de las políticas públicas, así como en su elaboración y ejecución”. Nosotros formamos parte de esa sociedad civil; los cristianos también somos ciudadanos del país en que nacimos, también somos vecinos de la ciudad en la que vivimos. ¿Qué podemos hacer? Bueno, pues, ¿qué puede hacer la sociedad civil? El Manual de Ética también nos dice que “el poder de la sociedad civil reside en su capacidad de discutir, denunciar y proponer” (página 12). Así que también podemos discutir, como lo estamos haciendo, podemos denunciar, como ya se ha hecho, y sobre todo – y esto es lo bueno – podemos proponer. ¡Y vaya si tenemos cosas que proponer, desde nuestra convicción cristiana, para aportar a la transparencia, al desempeño honesto, al cabal cumplimiento de deberes y obligaciones, a fomentar, como también apunta el Manual, el fortalecimiento de “una cultura de aceptación y obediencia a las reglas” (página 9)!

En la entrega anterior mencionamos, como ejemplo de instancias de acercamiento de líderes políticos a líderes religiosos, las Marchas Por Jesús. Ahora vamos a recordar una en particular: la del año 2002. Tres veces la Comisión Nacional de la Marcha Por Jesús me concedió el privilegio de escribir – y dos veces de leer en el acto final – la proclama de la marcha. La Marcha Por Jesús del año 2002, probablemente la última Marcha verdaderamente multitudinaria que se vio en Uruguay, fue un acontecimiento muy significativo para las congregaciones evangélicas uruguayas, por el evento en sí, pero también por el momento que el país estaba viviendo: octubre de 2002, a poco más de dos meses de una crisis económico financiera que fue catalogada como la peor en la historia del Uruguay. En esa oportunidad la proclama versó sobre nuestra fe en Cristo Jesús, el amor y la esperanza que esa fe trae, sin olvidar dar algunas pinceladas sobre los sucesos del momento. Tanto así, que un medio de prensa escrita secular publicó una nota sobre el evento, titulando la misma “Cristianos contra la corrupción”; esa nota todavía puede encontrarse en internet (www.lr21.com.uy/comunidad/93834-cristianos-contra-la-corrupcion). Comienza con las siguientes consideraciones: “Con fuertes críticas a la corrupción oficial, considerada como “uno de los peores signos de degeneramiento general” y al doble discurso de algunos seudo cristianos, se desarrolló ayer una nueva edición de la “Marcha para Jesús” que congregó a más de un millar de cristianos”. Luego, el periodista relata el evento, explicando en pocas palabras de qué se trata (trataba) la Marcha por Jesús, y describiendo sus características; tras informar que la “caminata” culminó en la explanada de la intendencia, refiere que “En dicho lugar, los evangélicos leyeron una dura proclama, destinada a denunciar la corrupción oficial, considerada como “uno de los peores signos del degeneramiento general de estos tiempos”. Y agrega: “Los evangélicos afirmaron que la mentira y el doble discurso en que incurren algunos miembros de la clase gobernante “están entre los peores rasgos de nuestros tiempos.” Sostuvieron que el honor y la dignidad de los puestos oficiales, desde los cuales “se supone, se sirve a la patria y se trabaja a favor del pueblo, recurrido eslogan de cada campaña electoral, se trastoca por el desencanto, la vergüenza y la desilusión ante la flaqueza y la iniquidad humana”. Argumentaron que estos malos ejemplos, excesivamente notorios, hacen que los buenos ejemplos pasen totalmente desapercibidos”.

En los días en que preparaba esta reflexión, me vino a la memoria esa Marcha Por Jesús en particular, y la proclama que escribí y leí en aquel acto. Esa proclama y ese acto tienen, para mí, varios aspectos sorprendentes. El primero es haber escrito tales cosas, y otras que no citamos, y no figuran en el artículo de prensa, pues era un texto largo que me tomó entre diez y quince minutos de lectura a ritmo normal; me sorprende, pues esto no fue hace un par de años, sino hace doce años. Parece que ya en aquel momento, la situación política y social del país estimuló en mí la necesidad de opinar, de decir algo, así fuera genérico. En segundo lugar, hasta el día de hoy me sorprende que me hayan dejado leerla; ya la proclama del año 2000, en la cual me había salido momentáneamente del lenguaje eclesiástico para hablar de la “sociedad complaciente, hipócrita e inmoral”, había suscitado el asombro de un periodista secular – según me contó después un miembro de la Comisión Nacional de la Marcha – bien que esas pocas palabras despertaron aplausos y ovaciones en un sector de la explanada del Palacio Legislativo poblado por una gran cantidad de juventud evangélica. Pero la proclama del 2002 era – fue – una denuncia dura y abierta, pública y a cara descubierta, y recogida por la prensa, del fenómeno de la corrupción; y cuando digo corrupción, digo deshonestidad y uso indebido del poder y la función pública en los ámbitos oficiales.

Tercero, y vamos a lo que ahora nos interesa, lo que también me sorprende de aquella proclama, es que para cualquier persona atenta a la realidad social y política actual, parecería que el tiempo no hubiera pasado, que doce años bien podrían comprimirse en una fracción de tiempo, en días. Y hay que tener en cuenta que en 2002 el color del partido de gobierno era otro bien diferente. Sin embargo, los sonados hechos de corrupción que han salido a la luz – que han arreciado – en los últimos tiempos, nos muestran la insólita actualidad de aquella proclama y aquella expresión: Cristianos contra la corrupción. Eso podría llevarnos a la simplificación de quien, con fastidio, dice no creer más en ningún político, como decía una lectora en un comentario que vimos en la entrega anterior. O también podría tener una virtud educativa, llevándonos a reflexionar acerca de cómo quienes vinieron después a gobernar incurrieron en los mismos errores – por ser benévolos – que afirmaron tajantemente no cometerían. Y esta consideración es más funcional, de cara a las próximas elecciones, pues como también vimos la semana pasada que nos decía un lector, los políticos van a gobernar, con o sin nuestro voto, por lo cual hay que votar, porque es nuestro derecho, y también nuestra obligación. Y antes de decidir, deberíamos plantearnos varias interrogantes acerca de a quién daremos nuestro voto, para que nos representen como gobernantes.

¿Nos representarán quienes no cejaron hasta que fue legalizado el aborto, homicidio del niño no nacido, maquillando el afán de suprimir el fruto del hedonismo más burdo con la mojigata preocupación por la situación económica de las mujeres con embarazos “no deseados”, y cuyo argumento frente a los defensores de la vida fue tildarlos de hipócritas?

¿Nos representarán quienes dieron el golpe de gracia a la familia aprobando el cínico “matrimonio igualitario”, desnaturalizando por completo los conceptos de matrimonio y familia tal como Dios los instituyó: un hombre y una mujer unidos ante Dios y los hombres, criando a sus hijos en amor y mutua cooperación y complementación?

¿Nos representarán quienes claudicaron en la lucha contra uno de los peores flagelos de la civilización moderna, el narcotráfico, legislando que el mismísimo Estado, cuyo cometido es velar por – y garantizar – la paz, el bienestar y la prosperidad de los ciudadanos, se transforme en productor y vendedor de marihuana, para lograr lo cual nos cubrieron de falsos argumentos y explicaciones trasnochadas, y se enorgullecen de presentarnos al mundo como un laboratorio donde se experimenta con la población del país en este tema?

¿Nos representarán quienes, con un discurso mesiánico y plañidero por los más pobres, impusieron una política social de asistencialismo estéril, que enseñó a vivir prendido del Estado, en vez de desarrollar el sano y digno hábito de trabajo; el “ganarse el pan con el sudor de la propia frente”, en vez de reclamarle el “pan” al Estado, ese pan ganado con el sudor de la frente de otros?

¿Nos representarán quienes con impuestazos y fiscalazos nunca antes vistos, que gravan el trabajo honrado de los uruguayos, mantienen una política de asistencialismo estatal como la recién mencionada, con visos de demagogia y proselitismo ávido de votos?

¿Nos representarán quienes muestran una incomprensible parálisis, también fomentada por el intelectualismo estéril de la izquierda, a la hora de garantizar la paz y la seguridad públicas, y que abundan en discursos bonitos sobre educación y rehabilitación de una delincuencia que obra con cada vez más violencia y menos respeto por la vida humana, pero en el cual prácticamente brillan por su ausencia las referencias a los derechos humanos de las víctimas, y la protección de la sociedad de dicha violencia desatada?

Éstas y otras interrogantes deben llevarnos a meditar en oración, y profundizar una reflexión que oriente la decisión a tomar. Decisión que constituye una obligación cívica y moral, la cual como cristianos evangélicos y como ciudadanos, honrados y responsables, es hoy más necesario que nunca asumir.

*Dr. Álvaro Pandiani – columnista de la programación de RTM UY en “Diálogos a Contramano que se emite los martes 21:00 a 21:30 hs. “Uruguay bien vale una misa” está basado en el artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en junio de 2014.

(Basado en el artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en junio de 2014)

 

7 Comments

  1. Mariano dice:

    Estimado hno. ruso: yo no me encierro en una iglesia a dejar que el mundo se derrumbe. Sé que el mundo seguirá en decadencia hasta que venga Cristo. Y que esa decadencia es síntoma de vidas no transformadas, más que de malas opciones electorales. La diferencia es que cuando salgo a la calle no salgo con una bandera partidaria a tratar de convencer a personas no regeneradas a que lleven una vida moralista, o a que voten por valores familiares. Salgo a llamarlos a arrepentimiento y vida nueva en Cristo, anhelando que la mayoría sean salvos. Sabiendo que la salvación es individual, no colectiva. Y que los valores familiares son un fruto de esa vida transformada, no al revés.

    En cuanto a mi congregación, lamento por la suya si tiene “linea editorial” o está metida en politica, en la nuestra hacemos discípulos, de esos que hablan con respeto en las redes sociales, no provocan divisiones entre creyentes, y tienen claro cómo comprometerse y cómo no en este mundo, como corresponde a embajadores del Reino. Le animo a que haga lo mismo. Bendiciones.

  2. Mariano dice:

    Dr. Pandiani, no entre a combatir a los politizantes con contra-argumentos políticos, es lo que busca el diablo. Algo así como cuando incitó al hereje Serveto a provocar a Calvino, que al pedir su muerte manchó su testimonio para siempre. Jesús no es reclutable por la izquierda ni la derecha: Lucas 13:1-5. Tenga presente también que detrás de los politizantes generalmente hay 2 falsas doctrinas: detrás de la derecha anima muchas veces el evangelio de la prosperidad, y detrás de la izquierda generalmente está el evangelio social. Ambos son falsos evangelios, caras opuestas de la misma moneda, que intentan traer el Reino por la mano del hombre, aquí, ahora y en sus términos. Seamos embajadores del Reino verdadero, no nos enredemos en la política de este mundo. Suscribo a la actitud de John MacArthur sobre la política: http://www.youtube.com/watch?v=80mLL5rKxn4 Bendiciones.

    • elrusoperes dice:

      ¿Qué tendrá que ver este comentario con el artículo? En definitiva es lo mismo, no te metas en política, no participes, somos muy santos para meternos en esas cosas. Así pasa como ahora, hoy 27 de octubre, después del acto electoral de ayer en Uruguay, después de toda la parafernalia política electoral, NO cambiará nada. Siguen los votadores de leyes contra la vida, la familia, y los principios del Reino de Dios, al mando absoluto de nuestro país. ¿Cuál será la próxima ley que votarán? ¿Legalizar el incesto? ¿Legalizar la cocaína? (ya lo planteó Tabaré Vázquez) ¿Reglamentar la actividad delictiva, ya que la policía y la justicia se muestran ineficaces para reprimir la violencia y el delito? (ya que más o menos ese fue el argumento para legalizar la marihuana).
      Y todavía hay que soportar a los “cristianos” que son partidarios del frente amplio, simpatizantes de los aborteros, deformadores del matrimonio, vendedores de marihuana, que se enojan y se ofenden si decís una palabra contra su partido (partido, no, coalición-de-izquierda-colcha de retazos), y hasta insultan. Y por otro lado a estos cristianos, con aires de espirituales, superados y muy santos, que se encierran en las iglesias a dejar que el país entero se derrumbe.
      Vamos bien, como dijo al principio el sr. T. Vázquez, aunque no vamos bien nada, y seguiremos de mal en peor por lo visto, pero es lo que el pueblo uruguayo quiso. No en vano han embrutecido a la población destruyendo la educación. El resultado de ayer es la prueba de que les está dando resultado.
      Es mi opinión, ¿o tampoco tengo derecho a opinar?

      • elrusoperes dice:

        Totalmente decepcionado. El Uruguay, mi querido país se ha prostituido.
        El resultado de estas elecciones no deja otra opción de evaluación. La mitad de los uruguayos ha votado dinero fácil, droga, pitorreo, trabajo fácil, genocidio de nonatos, corrupción del gobierno. Y siga el baile. A pocos les importó la seguridad, la educación, el posicionamiento del país en el mundo como bastión de cultura, vivir con dignidad ,mantener el poder de razonar y emitir un concepto propio y no de Slogan.
        Seguiremos los trabajadores siendo sangrados para mantener vagos y entre ellos los familiares y amigotes.
        UN LECTOR DEL DIARIO EL PAÍS DE HOY, 28 DE OCTUBRE DE 2014.
        SIN PALABRAS, ESTÁ TODO DICHO.

        • El Polaco dice:

          Estimado elrusoperes: No deje que la amargura gane su corazón porque si deja que todo esto anide en su alma dificilmente logrará ser sal y luz en medio de tanta tiniebla que usted describe tan bien. Entiendo el dolor y la angustia, también sufro todo esto, pero si los que tenemos a Cristo nos undimos en esta crítica ¿Quién sembrará la Esperanza de Cristo?

          • elrusoperes dice:

            Gracias, Polaco.
            También entiendo que Mariano hace su aporte bienintencionadamente.
            Es verdad, estos dos días me dejé ganar un poco (bastante) por la amargura de ver al pueblo uruguayo – a nuestro pueblo – prostituirse corriendo atrás del pan y circo que ofrece el frente amplio.
            Y bueno, al final, tenemos que volver a la raíz: nuestra esperanza está en Jesús.
            Un abrazo.

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