Trasfondo cristiano en Nelson Mandela

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En el corriente mes de julio de 2018 se celebra el centenario del nacimiento de Nelson Mandela (1918 – 2013), un luchador por los derechos humanos, artífice de la liberación del pueblo sudafricano del oprobioso régimen llamado “apartheid”. Su gesta trascendió fronteras, conmovió y comprometió al mundo, que entendió la justicia de su lucha y lo apoyó para que fuera liberado de la condena a cadena perpetua a la cual le habían confinado sus enemigos políticos. Éstos pretendían mantener en condición de subordinación perpetua a la gran mayoría de africanos negros, mestizos e indios, bajo la autoridad de una minoría de conciudadanos blancos.

Cuando nos enfrentamos a alguien de la talla de Nelson Mandela es natural que nos preguntemos: ¿Cómo se construye un líder de esa magnitud? Mucho se ha dicho de la influencia que tuvieron en la conformación de su carácter las tradiciones tribales que pautaron su infancia y juventud en Sudáfrica. Pero poco cuentan los historiadores acerca de su trasfondo cristiano.

Este abogado, activista y político africano (premio nobel de la paz en 1993), de carácter combativo y a la vez conciliador, se formó en su cultura xhosa, muy respetuosa de las leyes, la educación y la cortesía, y fue preparado para ser consejero de los gobernantes de la tribu, tal como lo había sido su padre, un jefe tribal de la etnia Thembu. Aunque su progenitor practicaba la religión animista y politeísta recibida de sus ancestros, trabó amistad con misioneros metodistas. La madre de Mandela se convirtió al cristianismo y ello habilitó que Mandela fuera educado en un colegio metodista, en una época en que la educación en su país era mayoritariamente sostenida por iglesias y misioneros.

La religión era parte de la trama de la vida; yo asistía a la iglesia todos los domingos”, relataría Nelson. Luego estudió en la Universidad de Fort Hare, fundada por misioneros escoceses.
Los misioneros construyeron escuelas y las pusieron en marcha cuando el gobierno estaba indispuesto o era incapaz de hacerlo.” “Se nos exhortaba a obedecer a Dios, a respetar a las autoridades políticas, y a estar agradecidos por las oportunidades educativas que nos ofrecía la iglesia y el gobierno.” “Me volví miembro de la Asociación de Estudiantes Cristianos y enseñaba clases bíblicas los domingos en los pueblos vecinos”. Es decir que antes de transformarse en un revolucionario social, Nelson fue un joven activista cristiano. Cuando se mudó a Johanesburgo, continuó bajo la influencia de los valores de Dios: “Arreglé la manera de mudarme con el Reverendo J. Mabutho de la Iglesia Anglicana en su casa en la Octava Avenida en el Poblado de Alexandra Township. El Reverendo Mabutho era un hermano Thembu, un amigo de mi familia, un hombre generoso y temeroso de Dios”.

Ante la opresión de su pueblo bajo el vergonzoso sistema de segregación racial, Mandela, ya convertido en abogado, no pudo permanecer pasivo y comenzó a involucrarse en política. Ello incidió para su divorcio de su primera esposa (conversa a la secta Testigos de Jehová) y su alejamiento de la militancia religiosa. Pero la semilla de los valores superiores de Dios ya estaba sembrada en su corazón y permearía muchas decisiones a lo largo de su vida. Tal como lo expresa el texto sagrado: “instruye al niño en su camino y aunque fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Como líder juvenil del Congreso Nacional Africano (ANC), Dios mantuvo a Mandela bajo la influencia de Sus preceptos, ya que el presidente de dicha organización era el cristiano Albert Luthuli, de quien Nelson diría: “Luthuli era un maestro, un devoto cristiano, y un Jefe zulú orgulloso [de su cargo], pero estaba aún más firmemente comprometido con la lucha contra el apartheid”.

Inspirado en él y en otros líderes como Gandhi, Mandela promovía protestas pacíficas, actos de desobediencia civil y resistencia no-violenta, como armas de lucha y resistencia ante la injusticia del gobierno de su país hacia la población mayoritaria negra. Con el agravamiento del sistema de opresión y exclusión hacia el pueblo de piel oscura por parte de la minoría blanca que detentaba el poder, las tácticas de lucha de Mandela y sus seguidores se fueron endureciendo.

Se sentía decepcionado por la pasividad y no resistencia de las iglesias cristianas ante las injusticias del poder blanco. Incluso, algunas iglesias apoyaban el apartheid por lo que ya no fueron de inspiración para Nelson. La iglesia holandesa reformada, por ejemplo, suscribía la premisa que los afrikáners (africanos blancos) eran gente escogida por Dios y los negros una especie inferior subordinada”. Sin dudas, tales creyentes habían olvidado que para el Creador no rige la acepción de personas (Deuteronomio 10: 17). En este punto cabe una reflexión sobre la actitud de la cristiandad actual ante la injusticia y el avance del mal en nuestra sociedad. ¿Somos espectadores pasivos o denunciamos enfáticamente la corrupción, la injusticia, la violencia, el robo y el engaño?
¿La comunidad evangélica que integramos se ha pronunciado públicamente contra las muertes de mujeres por parte de varones, contra la corrupción en los niveles de gobierno, contra la violencia e inseguridad en las calles, contra la saturación de los barrios pobres con drogas? ¿O nos volvimos profetas mudos que no denuncian la maldad y tienen su luz bajo el almud? Los profetas en la antigüedad (Moisés, Natán, Elías, Eliseo, Jeremías) denunciaban a los reyes por su mal proceder. El más grande profeta nacido de mujer, Juan Bautista, lo hizo respecto de Herodes, aún a costo de su vida.

Mandela tenía un corazón que se conmovía ante la injusticia. Por ello montó un estudio jurídico para ayudar, a bajo costo, a los negros que sufrieran vulneración de derechos. A la vez, dirigió su mirada y comenzó a inspirarse fuera del movimiento religioso. Consideró la revolución cubana; empezó a asistir a reuniones de grupos comunistas. “Sin embargo, se rehusó a volverse miembro del Partido (comunista) porque consideraba que el ateísmo que éste profesaba, conflictuaba con su creencia en Dios, y porque consideraba que la lucha en Sudáfrica estaba basada en la cuestión racial, no en la cuestión de clases”. “Aunque estaba involucrado en otros asuntos, yo sentía una cercanía con la comunidad. Asistía a servicios religiosos los domingos y disfrutaba del estilo antiguo del fanático bíblico de los Ministros Cristianos Zionistas”.

No obstante, diversas circunstancias le fueron alejando del pacifismo y acercándole a la lucha armada. Su movimiento comenzó apelando a formas de violencia que causaran “el menor daño posible contra las personas: el sabotaje”. Contra instalaciones militares, centrales eléctricas, líneas telefónicas, redes de transporte, con el objetivo de llevar al gobierno a una mesa de negociaciones. “Debido a que no implicaba ninguna pérdida de vidas, ofrecía la mejor esperanza de la reconciliación posterior entre las razas. No queríamos empezar una pelea de sangre entre el blanco y negro”. Pero el objetivo no se alcanzó. Luego de encabezar una huelga de trabajadores durante 3 días, Mandela cayó en prisión.

Algunos años más tarde, en 1963, fue enjuiciado nuevamente, acusado de actos violentos y conspiración contra el Estado, por lo que le condenaron a cadena perpetua. Pasó largos años en prisión en la isla de Robben. Su talla como líder creció y su causa fue respaldada internacionalmente. Ello forzó al presidente de África, Frederick de Clerk, a ponerle en libertad en 1990 y legalizar el partido político de Mandela. Al ser liberado, su discurso apuntó a la reconciliación nacional de todos los grupos raciales y étnicos y a la formación de un Estado intercultural, una “nación arcoíris”. Abogó por el perdón de sus adversarios políticos y los invitó a formar parte de su futuro gobierno. En las siguientes elecciones nacionales, negros y blancos lo eligieron presidente de su nación.

Yo no fui un mesías, sino un hombre común que se convirtió en un líder debido a circunstancias extraordinarias”, afirmaba. Nos hubiera gustado que él mismo reconociera públicamente cómo la ley de Dios que conoció durante su infancia y juventud imprimió en él los valores superiores de la libertad de cada individuo, la igualdad, su dignidad, la justicia, el perdón, la humildad, el servicio a los demás. No sabemos si lo hizo. Pero tuvo gestos que evidenciaron que lo espiritual no le era indiferente.

Luego de ser liberado, en su primera visita a Estados Unidos, Mandela acudió a la Iglesia Cristiana Inter-denominacional Riverside Church, en Nueva York, donde agradeció el apoyo que los religiosos le habían dado a los sudafricanos en los años de lucha. En internet existen emotivos videos que testimonian su discurso allí. También, en más de una ocasión fue invitado y visitó la iglesia cristiana sionista de su país, en ocasión de la conferencia de Pascua. Allí leyó en público las Sagradas Escrituras, participó del pan y adoró a Dios. Para evocar el sufrimiento del pueblo africano se refirió al pasaje de Lamentaciones 5, donde el profeta Jeremías invoca al Señor diciendo: “Acuérdate, Oh Señor, lo que nos ha sucedido: considera y mira nuestro oprobio.”

Refiriéndose al Mesías, Mandela demostró su admiración cuando dijo: “Cada Pascua marca el renacimiento de nuestra fe. Marca la victoria de nuestro Salvador resucitado sobre la tortura de la cruz y la tumba. Nuestro Mesías, que vino a nosotros en forma de un hombre mortal, pero que con su sufrimiento y crucifixión alcanzó la inmortalidad. Nuestro Mesías, nacido como un marginado en un establo, y ejecutado como criminal en la cruz. Nuestro Mesías, cuya vida da testimonio de la verdad de que no hay vergüenza en la pobreza: los que deberían estar avergonzados son aquellos que empobrecen a los demás”.

¡Cuánta falta nos hacen hoy líderes como Mandela que tengan la ley de Dios grabada a fuego en sus mentes y corazones, y se rebelen ante el dolor, la injusticia y la violencia que sufren millones de personas en el mundo actual!

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

2 Comments

  1. Carlos Hernández dice:

    hermoso ese estudio:

    una pena los clerigos que auspiciaron el racismo político con su inclinación desde sus cedes.

    se rehusó a coquetear con el partido comunista por el ateismo que esos tienen que seguir, Mandela un devoto cristiano

    no soy yo mesías
    admiro a Cristo que dió un lugar a los desvalidos y murió en la cruz para que su movimiento no se olvide.

  2. José Dávila dice:

    Un reto para el que ama Su Palabra.

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