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El mejor regalo para esta Navidad
24 diciembre 2021
Dios ha bajado a sufrir con nosotros
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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Las postrimerías de este año 2021 nos enfrenta de nuevo a una Navidad atípica. A fines del 2020 adaptamos el festejo a las restricciones e incertidumbre impuestas por la pandemia, pero no renunciamos al mismo. En aquella ocasión, en Murcia (España) se efectuó una encuesta voluntaria entre los asistentes a varios centros de atención primaria de la salud, para explorar sentimientos, emociones y formas de celebrar Navidad en el contexto de la crisis sanitaria.

Las respuestas fueron muy variadas. Hubo actitudes de negación ante la pandemia. También de enojo, frustración y tristeza por la afectación de los vínculos socio-familiares. No faltaron las posturas de compromiso y adhesión a las restricciones impuestas, con agradecimiento al personal sanitario, disposición a disfrutar cuidando la salud y esperanza de retorno a la normalidad.

Destacaron algunas frases recogidas: “las navidades nos han hecho valorar lo realmente importante”. “Os deseo un próspero año. Este COVID -19 se quitará y todo volverá a la normalidad, volveremos a estar juntos.”

Expresaban el deseo de volver a abrazar sin sentir miedo, y que el virus sea aniquilado o controlado. Al hablar de normalidad, no invocaban la “nueva” normalidad, sino volver a las condiciones pre-pandemia, sin temores ni restricciones. Varios eligieron resaltar la importancia de la salud y en esa materia la solidaridad de los participantes en la encuesta extendía los buenos deseos no solo hacia sus familiares y amigos, sino hacia la humanidad:

“Mucha salud para los míos y para todo el mundo”, entendiendo la salud como un bien universal. “El lado positivo para esta Navidad es tener salud”, respondían. La familia también fue destacada como un valor fundamental: “Estas Navidades atípicas me han hecho valorar más la importancia de estar junto a mi familia”, expresó un participante. Otro definió esta festividad, en la circunstancia actual, como “Navidades más íntimas”.

Entre las respuestas, hubo mención al sentimiento religioso que emergió de los participantes, pero la encuesta omite detalles al respecto. ¿Será que los organizadores prefirieron evitar mostrar ese sesgo de trascendencia que la Navidad conlleva para gran parte del mundo occidental?

Dos anhelos expresados por los encuestados nos resultan impactantes, por ser simples y profundos a la vez: “Volver a abrazarnos sin miedo” y “volver a la condición de vida pre-pandemia”.

¿Se concretarán tales expectativas? ¿La ciencia humana, por sí sola podrá devolvernos tales condiciones? Los gobernantes del mundo, los científicos, los ministros de salud ¿se animan a asegurar garantías para la vida sobre el planeta, sin restricción de libertades y controlando las nuevas amenazas a la salud humana? ¿Quién puede sostener que la hecatombe biológica que enfrenta el planeta sea producto del azar, de la naturaleza y no un resultado de la necedad del hombre?

Existen serios indicios que hacen sospechar que el intervencionismo humano sobre el ecosistema viene alterando peligrosamente las condiciones de vida en la tierra. La manipulación genética, los experimentos de laboratorio con virus y bacterias y la polución ambiental son algunos de los actos humanos fallidos que dañan a diario la creación divina.

En sus orígenes, “vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1: 31). Pero nuestro accionar poco responsable alteró los equilibrios ecológicos del diseño original. Es probable que no contemos con la aprobación divina como administradores de Su obra.

Cada Navidad nos interpela para que volvamos a conectarnos con la esencia de esta celebración, recordando que Dios asumió figura humana, introduciéndose por un tiempo en el mundo material y humano que Él mismo había creado.

Dios plantó su “tienda de campaña” entre nosotros para revelarse al hombre y a la mujer y concretar su plan de salvación para la humanidad. Se hizo humano para experimentar la muerte que nos correspondía a todos por ser criaturas rebeldes. Desde entonces, toda persona que se reconozca pecadora y quiera quedar en paz con Dios puede apropiarse del beneficio del sacrificio de Jesús.

La Biblia menciona a Jesucristo como “el deseado de las Naciones” (Hageo 2: 7) y nosotros vemos esta Navidad como una ocasión excepcional para rogar al cielo la intervención divina sobre el planeta. Cada vez es más evidente la necesidad de un gobierno divino sobre nosotros.

Para muchos, ésta no será una Navidad más, sino la ocasión especial para rogar al cielo que Jesucristo, el Príncipe de Paz, nacido en Belén, tome el gobierno del planeta Tierra, pues ya hemos comprobado que fracasamos como administradores de la creación de Dios.

También nos surgirá el anhelo de pedirle a Jesús – “hacedor de bienes y sanador de enfermos” -, que afirme su mano sanadora sobre la creación, pues la hemos maltratado al punto que la salud se escapa ya de nuestro control.

Y no perderemos la ocasión de rogarle a quien vino a dar libertad a los cautivos, que nos sean devueltas las libertades individuales y personales que en nombre de la crisis sanitaria nos han sido retaceadas: libertad de reunión, de circulación, ser libres de la discriminación entre vacunados y no vacunados.

En esta Navidad le rogamos a Jesús, como dador de la Vida, que detenga la mortandad causada por agentes patógenos actuales o sus futuras variantes. Como “varón de dolores, que sabe de padecimientos”, imploramos al Cristo navideño que imparta consuelo en los hogares que enfrentan duelos a raíz de la pandemia.

La Navidad nos propone reflexionar que tenemos un Dios cercano, justo pero misericordioso a la vez. Y en el umbral de otro Año Nuevo, con los temores e incertidumbres que el futuro nos plantea, surge en muchos de nosotros la urgencia de pedirle a Dios que nos tome de Su mano para adentrarnos así en una nueva etapa.

Toda experiencia inicial plantea inquietudes, y las condiciones difíciles que imperan hoy sobre el planeta tierra nos generan ansiedad extrema: amenazas de contagios persistentes, nuevas variantes virales letales, violencia y pobreza por mala distribución de la riqueza, descomposición familiar.

Pisando el umbral del año 2022 nos identificamos en alguna medida con Moisés, cuando estaba a punto ingresar con el pueblo israelita en la Tierra Prometida. Aunque era un hombre mayor, anciano, y tenía experiencia en liderar a un pueblo difícil y enfrentar enemigos en inferioridad de condiciones militares y salir airoso, Moisés no ocultó sus temores y reclamó la presencia y compañía divina como requisito para seguir adelante.

Así quedó relatado en la Biblia: Un día Moisés dijo al Señor: —Tú me has estado diciendo: “Lleva a este pueblo a la Tierra Prometida”. Pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. Me has dicho: “Yo te conozco por tu nombre y te miro con agrado”. Si es cierto que me miras con buenos ojos, permíteme conocer tus caminos, para que pueda comprenderte más a fondo y siga gozando de tu favor. Y recuerda que esta nación es tu propio pueblo. El Señor le respondió: —Yo mismo iré contigo, Moisés, y te daré descanso; todo te saldrá bien. Entonces Moisés dijo: —Si tú mismo no vienes con nosotros, no nos hagas salir de este lugar. ¿Cómo se sabrá que me miras con agrado—a mí y a tu pueblo—si no vienes con nosotros? Pues tu presencia con nosotros es la que nos separa—a tu pueblo y a mí—de todos los demás pueblos de la tierra. El Señor contestó a Moisés: —Ciertamente haré lo que me pides, porque te miro con agrado y te conozco por tu nombre.” (Éxodo 33: 12 – 17)

Para la suficiencia humana quizá resulte avergonzante expresar temor ante un nuevo camino que se abre ante nosotros cada nuevo año del calendario. No oiremos a nuestros gobernantes, economistas, ni a los hombres de ciencia invocar la necesidad de la presencia y guía divina para encarar el 2022. Ellos apostarán al esfuerzo y la inteligencia humana para lograr mejorar la calidad de vida de los países y sus ciudadanos.

Nada nuevo bajo el sol. Así lo expresaba el escritor bíblico en la antigüedad: “Estos confían en sus carros de guerra, aquellos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios.” (Salmos 20: 7)

Por su parte, ciertas élites de poder hace tiempo comenzaron a pensar en la necesidad de un nuevo orden y un nuevo gobierno mundial para encaminar al planeta. Pero mientras sus mentes planifican ese supra-gobierno humano, los hombres y mujeres de fe en el mundo levantamos para este 2022 otra consigna: Cristo, el “deseado de las naciones” es el gobierno que el planeta necesita.

En tal sentido, nos hacemos eco de las palabras del profeta antiguo: “Solo al Señor Todopoderoso tendrán ustedes por santo, solo a él deben honrarlo, solo a él han de temerlo.” (Isaías 8:13)

¡Que la presencia divina sea una realidad en estas celebraciones, en el hogar de cada uno de quienes lean estas reflexiones!

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

2 Comments

  1. gabriel dice:

    Hna.
    En unos de sus trabajos ud. demostraba preocupacion sobre bioetica y la centraba en lo que estba ocurriendo en Chile.
    agradezco ponerse en conocimiento de la ley que se promulgo Nº 21422 de dicho pais deseando que la misma pueda ser de reflexion para Ud. u la Iglesia Cristiana.
    Bendiciones

  2. Gabriel dice:

    No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad. 3 Juan 1:4

    Bendiciones hermana

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