El horror vencido – Parte 3
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LECTURA: GÉNESIS 33:1-11
“Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándose sobre su cuello, lo abrazó y besó; los dos lloraron”. v.4
Con frecuencia perdemos aquello que nunca quisimos haber perdido. Un familiar cercano, el mejor amigo, en fin, un día, cuando menos lo esperamos perdemos aquello por lo que hubiésemos pagado hasta el último centavo para evitarlo, pero no hay remedio. El padre, la madre, la amiga, el amigo, un libro, un archivo en la computadora, un recuerdo.
La reconciliación entre Jacob y Esaú es una experiencia notable que deberíamos recordar cada vez que tengamos que hacerlo. Un gravísimo error cometido con la complicidad de la madre pudo haber quedado así, como una herida abierta y permanente. Pero no, los dos hermanos, uno dispuesto a pedir perdón y el otro dispuesto a perdonar es lo que la sociedad del siglo XXI necesita. Hay ofensas que han quedado como heridas abiertas, por mucho tiempo y que ahora necesitan ser sanadas.
Nos hemos agredido mutuamente y hemos agredido la naturaleza, hemos estropeado nuestra relación con Dios y hemos querido mantener relaciones artificiales, disimulando el dolor, los intereses ocultos y el rencor que nos mueven. Pero, hoy es día de reconciliación con Dios, con la familia, con los amigos, con la naturaleza. Sin pensarlo más, restablezcamos los puentes de amor que alguna vez quedaron rotos, recuperemos la comunión que tontamente perdimos con Dios, con los otros, con las cosas. Para eso vino Jesucristo a reconciliarnos con Dios y con nuestro prójimo. Renunciemos a seguir hiriendo a otros en palabras o hechos.
Vivamos reconciliados con Dios y con el prójimo. Esta es una buena época del año para hacerlo.
Adalberto Martínez, República Dominicana
Reconstruyamos los puentes de amor y comunión que un día interrumpimos
