Mi salud, mi responsabilidad

Inoxia corpora
11 octubre 2018
Una conducta diferente
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Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

Parte 4:

Por: Ps. Graciela Gares*

Si definiéramos nuestro cuerpo como una maravillosa obra de ingeniería, nos quedaríamos cortos. Está conformado por billones de células, diversificadas en más de 200 tipos distintos, especializadas para ajustarse a las diferentes funciones de nuestro organismo. Cada célula es una unidad básica de vida y constituye una usina en sí misma. Se nutre, se reproduce, almacena energía, se relaciona con el medio exterior. El agrupamiento de células constituye tejidos.  A partir de ellos se conforman los órganos que a su vez formarán parte de los distintos sistemas orgánicos: respiratorio, circulatorio, digestivo, reproductor, etc.

Los múltiples órganos del cuerpo funcionan coordinadamente, complementándose, contribuyendo al desarrollo y sostenimiento de la vida.

Así ha sido programado por el Creador y cada célula y órgano palpita a cada minuto sin nuestra intervención.

Para intentar comprender al organismo humano, la ciencia ha apelado a subdividirlo en sistemas y órganos. Cada especialista (gastroenterólogo, oftalmólogo, neumólogo, cardiólogo, etc.) dedica años para capturar la lógica de funcionamiento de cada sistema. Muchas veces, apenas lo alcanza.

Es que la obra de Dios se escapa al entendimiento humano. Lo rebasa, lo trasciende.

Tal es la casa – habitación que el Creador asigna a cada ser humano que llega a la tierra.

A Dios le ha placido hacernos administradores de esta magnífica obra suya! Creyentes y no creyentes reciben este capital al nacer.

Como toda creación divina, es sustentada por el Altísimo y sólo demanda de nosotros el respeto y cuidado.

El reconocido médico uruguayo, Dr. Alejandro Junger, destaca en su libro best-seller “Clean”, la capacidad natural de regenerarse y auto-regularse del cuerpo humano, la cual le permite en ocasiones auto-curarse.

Dios no ha dejado ningún detalle de sus obras librado al azar.

El sistema planetario funciona sin la necesidad de intervención humana, las semillas en la tierra germinan respondiendo a una programación interior que poseen, los ciclos de sucesión de las estaciones transcurren sin que medie la acción del hombre. Así también, el cuerpo humano está programado para vivir durante años y está dotado de sabiduría interna para cumplir los procesos que aseguren la vida. ¡La sabiduría divina opera en cada una de nuestras células!

¿Cómo tratamos a nuestro cuerpo?

¿Atendemos bien sus necesidades?

¿Respetamos sus límites?

¿Le proporcionamos la nutrición pertinente?

La salud de nuestro organismo depende en líneas generales de una alimentación natural adecuada, una buena oxigenación, ejercicio físico y buen descanso (físico y mental). Y es nuestra responsabilidad proveérselos.

¿Tiene Dios algo que decir respecto a nuestra alimentación o la ha dejado librada a nuestro arbitrio?

Definitivamente creemos que Él tiene mucho que decir al respecto. De hecho, nos ha fijado los principios rectores.

Luego de diseñar a cada ser vivo, Dios les prescribió su alimento:

Para las plantas, el agua, el oxígeno, el sol y los nutrientes del terreno.

Para los animales, a cada uno según su especie, la hierba verde (Gén. 1:30).

Para el género humano estableció:

les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento.”

Y luego del diluvio agregó:

Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento, lo mismo las legumbres que las plantas verdes” (Gén. 9:3).

Por fortuna, no existían en aquel entonces las fábricas de comestibles procesados como galletitas, snacks, fiambres y embutidos, gaseosas, ni comida chatarra!

Veintiún siglos después, mientras plantas y animales siguen respetando el plan alimentario que su Creador les marcó, los humanos hemos tergiversado el plan de nutrición natural pensado para nuestro organismo y nos nutrimos de un modo altamente tóxico. La base alimentaria en la post-modernidad dista mucho de lo natural, al punto que la ciencia ha tenido que advertirnos que debemos ingerir un mínimo de 5 frutas o verduras diarias para mantener la salud.

Mucho de lo que comemos contiene diversos productos químicos (colorantes, conservantes, mejoradores, grasas, azúcares y harinas refinados, sodio, etc.).

La Organización Mundial de la Salud vincula tales consumos al aumento de las llamadas “enfermedades de la cultura”: diabetes, hipertensión, problemas cardio – vasculares y respiratorios, obesidad y sobrepeso, reuma, artritis, artrosis, osteoporosis, enfermedades auto-inmunes, etc.

Estas patologías matan a 41 millones de personas al año en todo el planeta, según la misma fuente.

Alguien dijo que de 100 personas que fallecen, 99 lo hacen por negligencia o ignorancia respecto a la salud y sólo 1 por decreto divino.

Cuando Dios adoptó a la nación de Israel como un pueblo propio, les dio legislación respecto a su nutrición. No nos cabe duda que Él deseaba la buena salud de ellos en todo el periplo por el desierto y cuando ingresaran a la Tierra Prometida. A Él le asistía tal derecho de legislar sobre el punto por ser fabricante de la máquina humana!

La base alimentaria de los israelitas era de origen natural, e incluía frutas, verduras, cereales, pescado y otras carnes, leche, miel, huevos, queso.

Asimismo, tenía limitaciones. Ellos no debían comer carne de cerdo, mariscos, ciertas grasas o sangre.

Hoy se reconoce que esas prohibiciones tenían un valor higiénico – dietético para la salud.

En suma, el pueblo terrenal de Dios se diferenciaba en su nutrición de las demás naciones de su época. Y aún hoy mantienen un  esquema alimentario que los distingue, la alimentación “kosher”. Lo curioso es que algunas personas no judías en la cultura mundial actual están escogiendo comida kosher por los beneficios que aporta a la salud!

¿Y qué de los creyentes de hoy? ¿Nuestro estilo de alimentación se asemeja o difiere del que adoptan quienes no creen en Dios?

Creemos que no es bueno que nuestra cosmovisión cristiana deje fuera de su órbita el cuidado del cuerpo humano y en particular su nutrición.

Una nutrición incorrecta debilita el cuerpo y a la postre lo enferma.

Cuando carecemos de salud se nos hace difícil cumplir nuestros cometidos, en particular el servicio a Dios y a nuestro prójimo. Quedamos en dependencia de los demás, y en particular de los médicos, los medicamentos y aún de los que lucran con nuestro bolsillo mientras intentamos recuperarnos (algunos laboratorios, corporaciones asistenciales, etc.).

¡Qué bueno sería que empezáramos a ser contra-cultura en este sentido! Que las comunidades cristianas nos distinguiéramos  por tener los menores índices de enfermedad, gracias a alimentarnos distinto y tratar a nuestro cuerpo del modo correcto.

¡Ojalá todos los creyentes llegáramos al final de nuestros días sobre esta tierra muriendo de muerte natural y no a causa de las enfermedades que promueve esta cultura tóxica!!

Cristo dijo: “no son del mundo” (Juan 17:16) pero “están en el mundo” (Juan 17:11). No dejemos pues, que el mundo nos dicte qué está de moda comer y “formatee” nuestro paladar para que consumamos lo que nos hace daño.

El descanso también es trascendente para la salud, pero en un mundo que no se detiene a veces se nos hace difícil respetar esa regla. Nuestro cuerpo, no sólo necesita 7 u 8 horas de descanso nocturno, sino también una jornada semanal de completo reposo. Así lo pensó el Creador cuando dijo: “Seis días trabajarás pero el séptimo descansarás” (Éxodo 34:21).

No obstante, el hombre post-moderno se ha vuelto adicto al trabajo y descansa poco. A menudo nos acostamos pasada la medianoche y luego intentamos madrugar. Muchos cumplen jornadas de trabajo extensas durante la semana y en el fin de semana continúan con actividades múltiples en el hogar, salteándose el descanso absoluto del séptimo día, decretado por el Altísimo para la raza humana.

Del buen descanso depende nuestra supervivencia, dado que durante el sueño el cuerpo repara tejidos corporales y cerebrales, repone energía, almacena recuerdos, etc.

Las consecuencias del descanso escaso son la disminución del rendimiento intelectual y la memoria, disminución de reflejos, aumento de la ansiedad e irritabilidad, envejecimiento prematuro y la aparición de trastornos en la salud por agotamiento físico y nervioso (problemas hormonales, cardio-vasculares, inmunológicos y psiquiátricos).

En esto también los lectores de la Biblia estamos llamados a ser “contra-cultura”.

El ejercicio físico asimismo, tiene un papel trascendente para el buen funcionamiento de nuestro organismo.

EL cuerpo humano ha sido diseñado para el movimiento. Se nos dotó de largos brazos y piernas articuladas para la acción y el desplazamiento.

Nuestras manos y pies son verdaderas obras de ingeniería por el sinnúmero de funciones que pueden realizar.

Pero paradójicamente, cada vez más la ciencia nos ofrece la automatización de múltiples actividades físicas para reemplazar la actividad humana. Los habitantes de las ciudades caminamos poco pues apelamos a los diversos medios de transporte automotor, escaleras mecánicas y disponemos de electrodomésticos que lo hacen casi todo en el hogar.

Así, el sedentarismo ha aumentado y acabamos pagando en un gimnasio para que los induzcan al movimiento que deberíamos hacer natural y espontáneamente.

Pero como decía el apóstol Pablo, de los creyentes se esperan cosas mejores (Hebreos 6:9).

¡Marquemos la diferencia en el trato con nuestro cuerpo! En cuanto dependa de nosotros mantengamos nuestro organismo sano, respetando el plan natural de Dios para nuestra vida terrenal. No dejemos que la cultura tóxica actual nos diga qué comer, cuánto descansar, o nos induzca a vivir estresados permanentemente, afanándonos por cosas que no pagan la pena.

Vivir sanos (aún en un mundo tóxico) es nuestra responsabilidad y nuestra opción.

Que las enfermedades de la cultura sean para los que se apegan a la cultura mundana!

Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la alud” (Éxodo 15:26)

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

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