La tumba, ¿vacía o no?

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Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Los últimos días ha aparecido y tenido cierta repercusión, fundamentalmente en internet, pero también con alguna referencia en radio, una noticia respecto a excavaciones arqueológicas realizadas por científicos bajo el auspicio de la National Geographic Society en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La Iglesia del Santo Sepulcro es un templo con una historia milenaria que se remonta a la primera mitad del siglo IV d. C., cuando el emperador Constantino ordenó la edificación de una iglesia en el lugar donde – supuestamente – tuvo lugar la crucifixión de Jesús, y donde estaba la cueva en la que Él fue sepultado. Desde la época del Imperio Romano cristiano hasta la actualidad, la Iglesia del Santo Sepulcro fue destruida y reconstruida al menos dos o tres veces1. Si bien no todas las confesiones cristianas consideran que ese sea, efectivamente, el lugar donde Jesús de Nazaret fue crucificado y sepultado – la opinión en el Protestantismo es diversa al respecto – el lugar se considera sagrado, y diversas ramas del cristianismo, el catolicismo romano y fundamentalmente el catolicismo ortodoxo, comparten el santuario. Al punto que ese mismo lugar fue escenario de una trifulca feroz a trompadas entre religiosos ortodoxos y armenios, hace unos pocos años, por asunto de una ceremonia, y las imágenes de este hecho se hicieron virales en su momento. Pues bien, el lugar donde – presuntamente – está el lecho mortuorio de Jesús fue abierto, según dicen las notas de prensa, por primera vez en cinco siglos, permitiendo las autoridades religiosas sesenta horas de exploración arqueológica, antes de ser nuevamente cerrado. Todo esto no pasaría de una información científica vinculada a la arqueología bíblica, sino fuera porque – y esto nunca falta – la noticia fue utilizada para hacer sensacionalismo antirreligioso. Este es el caso de un artículo publicado en el El País de Madrid escrito por un periodista y ex-sacerdote, que publicó una visión particular del hecho bajo el siguiente título: ¿Y si en la tumba de Cristo encontrasen su cuerpo? Un encabezado de este tipo tiene el claro objetivo de despertar la curiosidad, si no la animosidad contra la Iglesia, fundamentalmente, la Iglesia Católica Romana; una animosidad que el referido ex-sacerdote deja entrever en su artículo. Artículo que, como era de esperar, fue reproducido por numerosos portales de noticias en internet, y entró en la categoría de “lo más visto”.

Este asunto de la tumba de Jesucristo y el presunto hallazgo de su cuerpo, trae a la memoria un antecedente reciente, de pocos años atrás, salido a la opinión pública mundial en un documental emitido por el canal Discovery, titulado La tumba perdida de Jesús. Este documental, producido por el director cinematográfico James Cameron, pretendía que en una tumba de dos mil años de antigüedad, descubierta en 1980 en Talpiot, un suburbio al sur de Jerusalén, los exploradores habían encontrado el cadáver de Jesucristo. El documental sobre este hallazgo – emitido en 2007 – tenía a su vez como antecedente un documental sobre la misma tumba, emitido por la BBC en 1996, con la misma propuesta, el haber encontrado el cadáver de Jesús; todo basado en inscripciones de los nombres de quienes allí estaban enterrados, entre los que figuraba “Jesús hijo de José”. Por supuesto esta proposición, que fue desestimada por diversos medios académicos, disparó reacciones de autoridades religiosas y de cristianos de a pie de todas las confesiones, por ver atacado el fundamento de la fe cristiana: la resurrección corporal de Jesucristo. En su momento, los productores adujeron que el hallazgo de la tumba podía ser uno de los grandes descubrimientos arqueológicos de la historia moderna, al probar la existencia física de Jesús de Nazaret. Esto porque, como ya sabemos, uno de los recursos del racionalismo antirreligioso y ateo ha sido negar la existencia histórica de Jesucristo – es decir, pretender que Jesús es un mito, y que no fue una persona histórica real – un argumento que fue ideado hace más de doscientos años, y que a pesar de su evidente fracaso muchos siguen esgrimiendo. Obviamente, plantear las cosas de este modo es prácticamente burlarse de los creyentes, pues la fe de los cristianos apegados a la Biblia es que Jesús resucitó, es decir, que al tercer día de su muerte, Él volvió corporalmente a la vida, y por lo tanto, se levantó de entre los muertos. Sin embargo, al respecto de la resurrección corporal de Cristo, durante la presentación del documental en Nueva York surgieron declaraciones muy controversiales de un especialista en estudios bíblicos de la Universidad de Chicago. Cuando al “especialista” se le preguntó si lo que presentaban significaba que Jesucristo no había resucitado y ascendido a los cielos, porque en ese caso habría que reescribir la Biblia, respondió: “bueno, creo que no habrá que reescribir la Biblia, es cuestión de interpretación. Mucha gente ya piensa que la Biblia habla de resurrección en términos espirituales, no corporales. Ya poca gente piensa que el cuerpo de Jesús se elevó y se perdió entre las nubes, como un supermán”.

Es interesante reflotar estas declaraciones sobre la resurrección, porque algo similar sale en el artículo antes mencionado, ¿Y si en la tumba de Cristo encontrasen su cuerpo? En el mismo, el autor comienza recordando la afirmación del apóstol Pablo contenida en 1 Corintios 15:17: “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana”; aunque él la cita sin dar la referencia bíblica, y algo cambiada: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra esperanza”, tal vez por una cuestión de traducciones bíblicas, o tal vez por una modificación artera. Ya en el cuerpo del artículo, el autor dice que la apertura del Santo Sepulcro por los científicos de la National Geographic alarmó a numerosos cristianos, quienes temerían que los exploradores encontraran el cadáver del Nazareno. Me resultó curioso lo de que numerosos cristianos estaban alarmados por los trabajos de investigación en el Santo Sepulcro; yo no me enteré de esto hasta que leí el artículo de este autor. Tal vez se refiera a cristianos de España, o quizás a cristianos que, como él, vieron desmoronarse su fe por otras causas. A los cristianos apegados a la Biblia, con la fe puesta en Jesucristo, que en su momento respondimos al pretendido hallazgo del cadáver de Jesús en la tumba de Talpiot2, la exploración del Santo Sepulcro no nos mueve un pelo. El autor hace a continuación la observación más obvia: que sería imposible demostrar que esa es la verdadera tumba de Cristo – como antes también se había dicho, que es imposible demostrar que alguno de los cuerpos inhumados en la otra tumba es verdaderamente el cadáver de Jesús – pero no deja de comentar: El temor… de encontrar el cadáver de Jesús ha existido siempre”3. Y aquí, otra vez, sería bueno saber sobre qué base se hace  semejante afirmación. Para los ateos, Jesús no existió, o no era el Hijo de Dios ni resucitó de entre los muertos; y para los cristianos, Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, que resucitó al tercer día. Personalmente he conocido cristianos de mi país, de otros países de Latinoamérica, de Estados Unidos, de Europa, de África y de Asia, y nunca nadie me comentó que albergara temor alguno ante el eventual hallazgo del cadáver de Jesucristo. Volviendo al apóstol Pablo, el autor afirma que fue quién fundo la actual Iglesia, una declaración que se alinea más bien con las de los enemigos del cristianismo que afirman que la Iglesia, tal como la conocemos, fue un invento de Pablo, y no ven en el cuerpo de documentos por medio de los cuales sabemos de Pablo – el Nuevo Testamento – que este apóstol predicó y vivió un evangelio de amor, arrepentimiento, perdón, salvación y vida nueva en pureza y santidad, todo lo que es esencia del evangelio que predicó Jesús, y que también anunciaron los otros apóstoles. Su afirmación acerca de que Pablo creó la jerarquía eclesiástica, formada exclusivamente por varones, y relegó a segundo plano a las mujeres”3, está muy a tono con el actual feminismo y denuncia de la misoginia en la Iglesia, pero no se condice con lo que vemos en el Nuevo Testamento, en el cual jamás se habla – Pablo tampoco lo hace – de papas, cardenales, arzobispos, sacerdotes como una casta clerical apartada, arquidiáconos, monjes ni frailes. La afirmación del autor respecto a las contradicciones entre los evangelios, en el relato de la semana de la pasión de Jesucristo, sólo puede ser creída por quien nunca leyó la Biblia, y que los evangelios fueron escritos  casi cien años después de la muerte de Cristo, por quien nunca leyó historia ni arqueología bíblica.

Pero el nudo del artículo lo constituyen las opiniones que vierte sobre la resurrección de Cristo, y las posturas actuales de algunos teólogos, respecto de cuáles son los conceptos contemporáneos acerca de si Jesús se levantó corporalmente de los muertos, o no. A tono con las declaraciones antes citadas de un supuesto “especialista”, dichas durante la presentación del documental sobre la tumba de Talpiot, el autor de este artículo afirma: “para los teólogos modernos, la resurrección habría sido más bien simbólica. Lo que hoy defienden, por ejemplo los perseguidos teólogos de la Liberación…es que la resurrección de Jesús simboliza que la vida no acaba con la muerte. Muere la carne, pero sigue vivo el espíritu”; y un poco más adelante el autor redobla la apuesta al decir: “hoy la nueva teología es más prudente y prefiere defender la tesis de la resurrección simbólica”. Y en ambas declaraciones, creo, la expresión clave que explica estas afirmaciones, que estarán bien para el pensamiento modernista – o posmodernista – de un ex-sacerdote, pero que son heréticas desde el punto de vista de la Biblia, es teología. El autor habla de “teólogos modernos”, y “nueva teología”; es decir, teólogos contemporáneos que plantean una teología – una exposición de ideas y doctrinas acerca de Dios, el hombre y el cosmos – novedosa, a tono con las creencias, ideologías y corrientes filosóficas en boga en la actualidad, pero que choca con la teología que no sólo la Iglesia Católica ni tampoco sólo el cristianismo evangélico creen y predican, sino que choca con lo que está claramente expresado en la Biblia. Choca tanto como choca que se diga que la resurrección de Cristo fue simplemente simbólica, y que sólo se refiere a que el alma o espíritu pervive a la muerte.

Porque es así: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana, es decir, es inútil, hueca y vacía.

Yo soy cristiano. Creo que Jesucristo existió y ejerció su ministerio público en la Palestina de hace dos mil años, que murió crucificado bajo el gobierno de Poncio Pilato, en Jerusalén, en la Pascua del año 30, aproximadamente, que resucitó de entre los muertos y ascendió corporalmente a los cielos. ¿Por qué creo todo esto? Porque la Historia registra el testimonio documental de innumerables testigos oculares de la vida y los hechos de Jesucristo. Porque, para empezar, ¿qué son los libros del Nuevo Testamento de la Biblia? Son documentos escritos, y en varios de ellos se registran hechos; hechos contemporáneos de las personas que escribían, registrados con una precisión y un detalle que no sugiere que se trate simplemente de fábulas religiosas, como pretenden actualmente los enemigos de la fe. Si empezamos con Lucas, vemos que al inicio de su evangelio se lee: Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, o excelentísimo Teófilo” (1:1 – 3); más adelante habla del inicio del ministerio público de Juan el Bautista, en estos términos: En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (3:1, 2). Aquí Lucas da con precisión fechas, lugares, y nombres de personajes públicos, reyes, gobernadores y líderes religiosos, referentes fácilmente identificables para cualquiera que habitara el Imperio Romano, ubicando así en el tiempo y en el espacio la historia que se propone narrar. En verdad esto no se parece al inicio de una fábula, pues las fábulas generalmente empiezan diciendo: “Hace mucho tiempo, en una tierra muy lejana…”. También tenenos a San Juan, quien tras narrar que del cadáver de Jesús, abierto por una lanza cuando aún colgaba de la cruz, salió sangre mezclada con agua, dice: Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que ustedes también crean” (19:35). Y con esto, parece decir: “miren, yo sé que es increíble, pero créanlo, porque yo lo vi”. De hecho en la versión Dios Habla Hoy de la Biblia, este mismo pasaje se lee de la siguiente manera: “El que cuenta esto es uno que lo vio, y dice la verdad; él sabe que dice la verdad, para que ustedes también crean”. Por otra parte el apóstol Pedro dice algo similar, hablando de la transfiguración de Cristo, que él vio en una privilegiada primera fila: “no les hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro 1:16). Y llegando al hecho de la resurrección de Cristo – corporal o sólo espiritual, ese es el dilema – el apóstol Pablo escribe: “Primeramente les he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mi” (1 Corintios 15:3 – 8).

A ese “yo lo vi” del apóstol Pablo, se agrega esa referencia a más de quinientas personas, muchas de las cuales aún estaban con vida al momento de escribir la epístola; y con esa acotación, Pablo parece estarles diciendo: “pueden ir a preguntarles”. Y no es habitual, en el caso de una fábula, que el narrador invite a sus oyentes a ir y preguntarle a los testigos si la historia es verdadera o no. Entonces, desde el fondo de una historia de dos mil años, centenares de testigos oculares de la resurrección corporal de Jesucristo responden a quienes hoy pretenden hablar de una resurrección simbólica, y también responden a quienes pretenden que la predicación acerca de que Cristo se levantó de entre los muertos es una leyenda.

Si volvemos a Lucas vemos que, al inicio del libro de los Hechos de los Apóstoles, él escribe que Jesús: “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables” (1:3). Seguramente, al escribir esto Lucas haya tenido en cuenta, entre esas pruebas indubitables – es decir, indudables – lo que él mismo escribe acerca de lo dicho por Jesús cuando aparece ante sus discípulos, luego de haber resucitado: “Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpen y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo tengo” (24:39). Evidentemente, todo esto no se trata de lo que dice la Biblia, o de cómo interpretar lo que allí está escrito; se trata de creer o no creer. Y cuando no se quiere creer, o cuando se quiere adaptar o contemporizar el mensaje de las Sagradas Escrituras a los tiempos que corren y a las ideas en boga, no solamente se deforma el mensaje divino, se lo falsea y se le roba su esencia, sino que también se llega a conclusiones ridículas. El asunto de la tumba de Jesús es una ocasión para tirar arriba de la mesa cuestionamiento y controversia sobre la fe cristiana; y mejor si es posible criticar y menoscabar a la que se cree sigue siendo la Iglesia oficial, la que tiene su centro en el Vaticano. Pero al hacer eso se violenta un mensaje que está claramente expresado en las Escrituras, y se invade la fe de innumerables cristianos, sin aportar nada positivo. Si Jesús no resucitó, el cristianismo no tiene sentido. Jesús no fue sencillamente un profeta, un maestro de moral, o un líder religioso. Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, que murió en sacrifico por nuestros pecados, y resucitó de entre los muertos; y con esa resurrección Dios nos dio fe de que el sacrificio de Cristo fue aceptado, y por lo tanto podemos ser salvos, redimidos y perdonados.

En definitiva, la tumba del Santo Sepulcro se abrió; y levantadas las lápidas de mármol adornadas de cruces que fueron colocadas en tiempos pasados para preservar el lugar sagrado, se encontraron las paredes de piedra caliza de la que – se supone – es la cueva original donde Jesús de Nazaret fue sepultado por José de Arimatea. Y en la cueva se encontró un lecho mortuorio, también de piedra caliza… vacío4. Sea o no sea ese el lugar donde fue puesto el cadáver de Jesús, los cristianos creemos y seguimos anunciando que cuarenta días después de la resurrección, el cuerpo de Jesucristo abandonó este mundo, elevándose ante los ojos de sus discípulos. Esa premisa de la fe cristiana no ha podido ser negada ni refutada por ningún argumento, prueba científica ni arqueológica que haya sido jamás presentada. Lo que debe interesarnos es mucho más glorioso y perdurable, y surge de afirmaciones de las Sagradas Escrituras como la siguiente, con la que concluimos esta reflexión:

Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que murieron es hecho, pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.

1 Corintios 15:20 – 23.

1) Thorne, Jr CG, Santo Sepulcro. En Diccionario de Historia de la Iglesia. Editorial Caribe; Nashville, TN; 1989. Pág. 941 – 2.

2) Una mirada inteligente, iglesiaenmarcha.net; marzo de 2007.

3) internacional.elpais.com/internacional/2016/10/31/america/…

4) http://www.ngenespanol.com/ciencia/descubrimientos/16/11/1/tumba-de-jesucristo-descubrimientos-arqueologicos/

 

* Dr. Álvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista, profesor universitario y ejerce el pastorado en el Centro Evangelístico de la calle Juan Jacobo Rosseau 4171 entre Villagrán y Enrique Clay, barrio de la Unión en Montevideo.

1 Comment

  1. Gabriel dice:

    Al necio Dios le cega espiritualmente y le endurece el corazòn, tal como le ha sucedido a Israel tragicamente. Y el Espíritu Santo que nos da certezas del relato bìblico, no es obtenido por cualquiera. Así que,quien no tenga a êste, cualquier relato por fuera de la Bìblia ,le es seductor para su propio mal o el de los demàs.Y si el Espìritu Santo no està en la persona; ¿què lo estarà en su lugar? . La gracia y la paz del Señor estè con nosotros, mientras aguardamos su venida.

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