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The Big Bang Theory

Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Uno de los programas televisivos más populares de los Estados Unidos, en el género comedia de situación (sitcom), es The Big Bang Theory (La Teoría del Big Bang), la cual ya culminó su séptima temporada. La popularidad de este programa ha trascendido fronteras, y aquí en Uruguay, luego de un fugaz paso por televisión abierta, puede verse en la televisión por cable. The Big Bang Theory gira en torno a cuatro personajes, un físico teórico, un físico experimental, un astrofísico y un ingeniero aeroespacial, los cuales son verdaderos genios en sus respectivas disciplinas, pero en la vida cotidiana son unos completos nerds; o, para usar una expresión más rioplatense, son unos aparatos. Sus vidas sociales son totalmente disfuncionales, exhiben grados variables de retraso en su desarrollo emocional, son propensos a enfermedades y pésimos para los deportes y cualquier actividad física; por contrapartida, son excelentes frente a la computadora, adictos a los videojuegos, fanáticos de la ciencia ficción y la fantasía, grandes consumidores de comics (historietas), sobre todo de superhéroes, y exhiben una imaginación desmesurada y prolífica, pero la mayor parte del tiempo parecen desconectados de la realidad. En cuanto a este último aspecto, son capaces de dedicar horas a discutir sobre hechos y personajes de universos de ficción tales como Viaje a la Estrellas, La Guerra de las Galaxias, Batman y Robin o el Hombre Araña, pero prácticamente jamás debaten seriamente sobre los problemas y desafíos que enfrenta su ciudad, o su país.

El personaje central, y por lejos el que roba la atención, es el doctor Sheldon Cooper, interpretado por el actor Jim Parsons, quién ya ha ganado varios premios por su caracterización. Sheldon Cooper es un físico teórico con un cociente intelectual de 187; es, por lo tanto, un genio, responsable de la investigación sobre el origen del universo en su Universidad, el Caltech (Instituto de Tecnología de California). Sheldon es un personaje claramente consciente de su intelecto superior, y esto lo hace creerse superior al resto de las personas en todos los aspectos. Menosprecia a su compañero de apartamento, también físico y con cociente intelectual de 173 (por lo tanto, también un genio), y le sugiere una y otra vez que su carrera como investigador es un fracaso; desprecia abiertamente a su amigo ingeniero por no tener un doctorado – “sólo” tiene una maestría en ingeniería – y le dice que su trabajo, directamente vinculado con proyectos de la NASA, no vale la pena ser realizado; desprecia profundamente a quienes no tienen formación universitaria; es incapaz de comprender el sarcasmo, por lo que los comentaristas de la serie sugirieron que podría padecer sindrome de Asperger; detesta la interacción con otras personas, evade el contacto físico – incluso con su novia – y tiene un temor patológico al contagio de enfermedades infecciosas; es también meticuloso y obsesivo al extremo; como hijo de una mujer cristiana racista de ultraderecha, manifiesta un descreimiento displicente sobre Dios, Jesús y la fe. Sus aptitudes sociales son casi nulas, lo que cristaliza en un personaje egoísta, egocéntrico, ególatra – está convencido de que la humanidad debe agradecerle sólo por el hecho de existir – y además, es autoritario, soberbio e insensible a los conflictos y angustias de quienes le rodean. Esa incapacidad para empatizar con las personas, que pone más allá de su alcance el comprender los sentimientos, ansiedades y temores de los demás, lo hace también inhábil para tener en cuenta esos sentimientos a la hora de emitir opiniones, hacer observaciones o formular comentarios sobre la persona de sus amigos o conocidos, sobre sus puntos de vista, ocupaciones, relaciones o logros académicos.

Esto lleva a una interesante situación, planteada en varios capítulos de la serie, que se suscita cuando a Sheldon se le señala lo inadecuado de su forma de expresar opiniones, lo desacertado de su brutal franqueza, y alguien intenta explicarle lo preferible de decir las cosas de otra manera, o no decirlas, en atención a convencionalismos sociales o a la sensibilidad de las personas; él plantea si por tales convencionalismos, o por consideración a la sensibilidad, es preferible mentirle a una persona, o lo que es casi lo mismo, no decirle la verdad. El argumento está tan inteligentemente presentado por medio de las líneas del guión, que el espectador puede sentirse constreñido a considerar la pertinencia de obviar tales convencionalismos sociales, presentes en todas las culturas, y también los sentimientos de algunas personas, en aras de la verdad. Esta disyuntiva entre engaño piadoso o silencio hipócrita, por un lado, y por el otro sinceridad desconsiderada e insensible, por no decir cruel, es utilizada por los creadores de la serie como recurso humorístico; y debe reconocerse que es un humor inteligente, como otras situaciones que presenta la serie basadas en las características tan excéntricas de los personajes, y el tipo particular de problemas en los que se meten. No es que falte el humor superficial, ese tipo de humor al que lamentablemente recurren realizadores con menos imaginación; pero su expresión es mínima frente al otro tipo de humor, el humor inteligente, y nunca es tan chabacano como en otras producciones – que no vamos a citar aquí – no sólo de Estados Unidos, sino también de la región.

Sí merece destacarse cómo se apuesta a ciertos rasgos de personalidad que el común de la gente considera negativos – soberbia, egoísmo, prepotencia, insensibilidad, egolatría – para construir situaciones humorísticas. Más allá del histrionismo de Jim Parsons, estos rasgos – exagerados en el personaje para hacerlos más evidentes – son muy efectivos en la generación de circunstancias cómicas; y eso no sólo para la sociedad estadounidense, pues The Big Bang Theory se ha hecho inmensamente popular también en Hispanoamérica y otros lugares. Por supuesto que no a todas las personas les gusta este programa televisivo – como dice el refrán popular: sobre gustos no hay nada escrito – pero el éxito de la serie es innegable, y cabe preguntarse por qué encontramos cómico ver en acción a un individuo engreído, egocéntrico, manipulador, y muchas veces cruel y falto de consideración con sus amigos. Además de las situaciones graciosas que se suscitan casi constantemente en la serie, al ver un individuo con semejantes rasgos de personalidad, ¿por qué nos reímos? ¿Por vernos retratados como somos?; ¿por vernos como queremos ser, o nos gustaría animarnos, atrevernos a ser?; ¿o por ver cómo no queremos ser, sea que no queramos nunca llegar a ser así, o que queremos dejar de ser de esa manera?

El personaje de Sheldon Cooper presenta los rasgos negativos mencionados acentuados hasta el absurdo; hasta un punto que destaca y desentona con el común de las personas – no personas impecables ni santas, sólo normales – haciendo que el absurdo se vuelva ridículo, y mueva a la hilaridad. Este es un recurso humorístico que ya es conocido por los seguidores de la serie, tal que a esta altura gran parte de la atención se fija en Sheldon, esperando ver con cuál extravagancia va a sorprender a sus amigos. Sin embargo, para el personaje, tales aspectos de su personalidad son normales y naturales, e incluso demuestra sorpresa cuando sus amigos evidencian no ver las cosas como él las ve. Esto indica que el Sheldon tiene una escala de valores alterada, bastante diferente a la que maneja la mayoría de las personas en una sociedad, en la que aún persisten parámetros éticos que recuerdan la herencia religiosa y moral cristiana de la civilización occidental. Estas peculiaridades del personaje resultan más llamativas por ser Sheldon, como ya mencionamos, hijo de una mujer cristiana convencida, pero que exhibe un cierto racismo preñado de arrogancia, y una convicción más próxima al fundamentalismo religioso agresivo que a la fe humilde y sencilla. La madre de Sheldon es una caricatura de un tipo particular de cristianismo, y cabe preguntarse si no hay en ella una velada crítica de los realizadores hacia el cristianismo norteamericano, o por lo menos hacia algunos aspectos del mismo. Viendo a esa mujer que, al mismo tiempo que habla con profunda convicción de su fe en Jesús, se muestra condescendiente con el judío, y se asombra porque la familia del astrofísico de la India no quiere que éste se case con una mujer blanca – expresando que se esperaría que fuera a la inversa – uno puede llegar a estar de acuerdo con tal crítica. Sheldon recuerda con horror su niñez, demostrando que su crianza en semejante ambiente le dejó huellas que le costó superar; una de las que más sale en la serie es su intolerancia a las discusiones entre las personas, pues le evocan las terribles discusiones entre sus padres.     Este personaje disfuncional, criado en una familia disfuncional, con una madre profesante de una fe cristiana también disfuncional – si se me permite expresarlo así – exhibe los atributos negativos ya mencionados. ¿Hay un mensaje en The Big Bang Theory, además de ser una comedia televisiva que apunta al entretenimiento de la teleaudiencia? ¿O el público puede interpretar que sí hay un mensaje, aunque no sea esa la intención de los realizadores? En cualquier caso, ¿cuál es ese mensaje? Dado que Sheldon es el personaje central, el que destaca y se distancia de los otros también protagonistas, ¿el mensaje es presentar tales rasgos como normales, o al menos como parte de la realidad de algunas personas, por lo cual deben aceptarse y tolerarse? ¿O la intención es exponer tales atributos negativos de la personalidad para mostrar cómo no es bueno, ni aceptable, ni tolerable que una persona sea? A favor de esto último merece resaltarse cuál es la reacción de aquellos que son sus amigos más leales – Leonard, Howard y Raj – cuando Sheldon se pone muy cargoso: enojo, fastidio, lo consideran loco, se ríen de él a sus espaldas, lo llaman abiertamente loco, y muchas veces lo dejan sólo. Los rasgos de Sheldon, que resultan ridículos, que resultan cómicos, también resultan repulsivos. Son rasgos que pueden alejar a nuestras amistades, y conducirnos a la soledad y el ostracismo, como en numerosos capítulos de la serie termina el personaje, aunque siempre con un giro humorístico.

Ahora, también puede ser que la intención, al fin de cuentas, no sea dar ningún mensaje, sino sólo entretener y hacer reír al público (y lograr el éxito de la serie, con su secuela de popularidad, prestigio y ganancia monetaria). Sin embargo, este programa norteamericano, que en definitiva es un producto cultural que ha trascendido fronteras, merece ser comentado por los valores y antivalores que pone a la vista.

La escala de valores que considera negativos los rasgos de personalidad que enumeramos: egoísmo, egocentrismo, engreimiento, egolatría, soberbia, crueldad insensible y falta de consideración, ¿qué origen tiene? Mal que le pese al ateo, al agnóstico y al humanista, nuestra cultura y la civilización occidental debe tal valoración de esas cualidades a la moral cristiana basada en la Biblia: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29); “nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3); “sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros” (Efesios 4:31); “el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se envanece” (1 Corintios 13:4). Citamos estos versículos, entre tantos otros que hablan de – y recomiendan – lo que podría considerarse son “antivalores” de aquellos que exhibe el personaje central de la serie que hoy comentamos; estos “antivalores” son: amor, humildad, bondad, compasión y consideración hacia los demás. Sin desconocer que incorporar a nuestras actitudes, conversación y comportamiento cotidiano tales valores cristianos puede tener el mismo efecto que los antivalores que muestra Sheldon Cooper: condenar al ostracismo a quién así anda en la vida, por lo menos en determinados ambientes – nunca entre cristianos nacidos de nuevo en la Iglesia del Señor – sin desconocer eso, estos valores son mejores, son aconsejables, son una meta a alcanzar, para que nos caractericen, nos identifiquen, y demuestren qué espíritu nos anima. Son las cualidades que mostró Jesús, el gran paradigma de vida para todo ser humano, en cualquier época, en cualquier cultura, en cualquier lugar.

Para terminar, la disyuntiva: ¿engaño piadoso, o sinceridad insensible y cruel? Siempre la verdad, pero la verdad en amor: “siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15).

 

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

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