Invasión extraterrestre – Parte 2

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etPor: Dr. Álvaro Pandiani*

Al finalizar la primera parte de este tema expresamos que, hasta ahora y que sepamos, sólo un ser inteligente llegó hasta nosotros desde más allá de este mundo. En efecto, ninguna evidencia confiable, fidedigna y clara de vida extraterrestre se ha encontrado hasta el momento, pese a lo exhaustivamente que se ha buscado. Al momento actual, todo son hipótesis, especulaciones y muchas esperanzas; que el universo es muy vasto, y en un universo tan extenso debe haber vida en alguna otra parte; que existen en la Tierra los extremófilos, microorganismos que viven y prosperan en ambientes extremos – desiertos, lagos hirvientes, profundidades oceánicas – por lo que también podrían existir en Marte, o en las lunas de Júpiter; que ya se han descubierto cientos de exoplanetas – planetas que orbitan otras estrellas, diferentes a nuestro sol – y algunos son parecidos al nuestro, por lo que allí podría haber vida. Por supuesto que quienes arguyen así tienen un punto a favor. Que las sondas automáticas no hayan encontrado nada, no quiere decir que allí no hay nada; máxime, cuando sólo se ha aterrizado en la Luna y en Marte, más unos pocos descensos en Venus, y un único aterrizaje en Titán, una luna de Saturno. El resto de los cuerpos celestes de nuestro Sistema Solar sólo han sido fotografiados desde el espacio. Pero aún si no se encontrara vida en los planetas de nuestro Sistema Solar, en alguno de los múltiples exoplanetas ya descubiertos, o en otros por descubrir, ésta podría haber aparecido.

O allí Dios podría haber creado también la vida. En nuestro ensayo El Magnífico Derrumbe (www.iglesiaenmarcha.net/2006/06/el-magnifico-derrumbe-3.html‎), publicado hace más de una década, decíamos: ¿los procesos que llevaron a la aparición de la vida se producirían solo en la Tierra, entre cientos de millones de presuntos planetas similares al nuestro? O como cristianos deberíamos decir: ¿crearía Dios un universo inconmensurable, y pondría solo en un planeta vida inteligente, es decir, capaz de conocerle y tener comunión con Él? Y esto tomamos como punto de partida para preguntarnos cómo serían, qué aspecto tendrían, cuáles serían los pensamientos, las emociones, los intereses, los anhelos e ilusiones de tales seres extraterrestres, caso de existir, y cuáles sus emprendimientos, sus logros, sus capacidades y limitaciones; y sobre todo, lo que por lo menos nosotros consideramos muy importante: cuáles sus creencias. ¿Creen en algo?; y si es así, ¿en qué creen? También en oportunidad de reflexionar sobre el tema en aquel ensayo, decíamos que indudablemente la visión del cosmos, nuestro mundo y el sentido de la vida del hombre cambiarían radicalmente ante el hallazgo de vida extraterrestre; hoy no estoy tan seguro de eso. Como ya se hizo notar, la presencia de los extraterrestres – que nadie conoce, nadie ha visto, ni han salido en los medios masivos de comunicación – es casi constante en nuestra cultura, en nuestra literatura y cinematografía, en las investigaciones más serias sobre la naturaleza del universo, y en esos mismos medios masivos de comunicación en los que nunca hasta ahora se presentó un verdadero alienígena para saludar o dar un discurso. En cuanto a qué pasaría con los esquemas religiosos, y cómo deberíamos ver los cristianos la aparición de vida fuera de la Tierra – y vida inteligente – tal vez tendríamos que tener presente que las cosmologías religiosas postulan la existencia de seres inteligentes no humanos, que desde el fondo de la historia han interactuado con la humanidad. Los cristianos creemos desde hace mucho en los extraterrestres; pero no en estos modernos extraterrestres que viajan en naves espaciales, y tienen cuerpos parecidos a humanos, insectos o reptiles, sino en otra clase de seres, desprovistos de cuerpo, inmateriales, pero igualmente reales, y peligrosos. ¿Cambiaría tanto encontrar otros seres inteligentes en este universo? ¿Sería un tiro de gracia para la fe? Yo no lo creo ¿Acaso esos extraterrestres, inteligentes y por lo tanto conscientes de su finitud, poseedores de un cuerpo orgánico y por lo tanto frágiles y mortales, no necesitarían creer en algo más grande que ellos mismos? ¿El sólo hecho de que existieran seres inteligentes originados en otros planetas, incluso tecnológicamente más avanzados que los humanos, descartaría a priori su necesidad de creer y tener esperanza? Tales afirmaciones, hechas generalmente por personas muy optimistas, y por adeptos a los cultos de los ovnis, se afilian a la convicción de algunos tipos y grupos de personas, acerca de que el avance en la comprensión del origen, estructura, composición y dinámica del universo un día volverá prescindibles las religiones. Al imaginar, o soñar, con civilizaciones extraterrestres más avanzadas que la humanidad, las cuales, como individuos y como especie, ya habrían transitado por el trecho de la evolución que, supuestamente, nosotros aún tenemos pendiente, estas personas deducen que tales civilizaciones tendrían la respuesta a todas las interrogantes de la vida, y la solución a los conflictos que enfrenta toda sociedad en desarrollo. Como también expresamos en ocasión de nuestro ensayo ya mencionado El Magnífico Derrumbe: Estas creencias, que ubican en los cielos seres casi perfectos que traen soluciones a nuestros problemas, no son más que una expresión moderna del instinto religioso del hombre, que ubica a sus nuevos dioses en el Olimpo galáctico y los imagina viajando, no en carrozas de fuego, sino en astronaves impulsadas por antigravedad, o algún otro portentoso fruto de la imaginación.

Quizás la forma en que el hallazgo de una civilización extraterrestre sí cambiaría, y muy profundamente, todos los esquemas de nuestra propia civilización, sería si los tales extraterrestres decidieran tomar contacto con nosotros por el expediente mencionado al inicio de la entrega anterior: el de la invasión. Esa forma de encuentro final con seres inteligentes venidos de otros mundos también es una idea presente en casi todas las culturas, y es explotado, amén de vehiculizado, por los medios masivos de comunicación.

La ciencia ficción, ese género literario y cinematográfico que en nuestro medio se considera adecuado sólo para niños y jóvenes, de tanto en tanto da a luz superproducciones fílmicas saturadas de grandiosidad e increíbles efectos especiales, que rompen la taquilla y permiten ver en las salas de cine colas de niños, jóvenes, adultos e incluso ancianos que aguardan su turno para contemplar el último producto de Hollywood sobre el futuro, el espacio, y lo que puede venir sobre la humanidad. En los últimos años han arreciado las producciones sobre invasiones extraterrestres; un desconfiado amante de las teorías conspirativas diría que nos están preparando para algo que viene. Tomando como punto de partida una película estrenada hace menos de veinte años, Día de la Independencia de 1996, un verdadero hito del género por los impresionantes efectos especiales, novedosos para la época, podemos iniciar una lista agregando Starship Troopers (presentada aquí como Invasión), la remake de La Guerra de los Mundos, Señales, Invasión del Mundo: Batalla Los Ángeles, El día que la Tierra se detuvo, Skyline: La Invasión, Batalla Naval, Cowboys & Aliens, Oblivion, Titanes del Pacífico, El Juego de Ender, la remake de la serie V: Invasión Extraterrestre, la serie Falling Skies, la saga Transformers, las nuevas películas de la saga Star Trek; y otras en tono de comedia, como Mars Attack, la saga Hombres de Negro, e incluso Los Vengadores, y seguramente otras, menos populares pero que versan sobre el tema, del mismo período.

Como comentáramos antes, esos alienígenas tímidos y escurridizos, cuyas astronaves supuestamente hace décadas, o siglos – algunos dicen: milenios – que nos visitan, pero que no se han dejado ver hasta ahora, bien podrían no existir – de hecho, bien podría ser que estemos absolutamente solos en el universo – pero a pesar de eso, ya nos invadieron, y están instalados en nuestra cultura. ¿Por qué es un tema tan recurrido por la literatura y la cinematografía? Porque las superproducciones plagadas de efectos especiales y grandiosidad, que muestran a la humanidad enfrentando casi la aniquilación – el fin del mundo – hasta que finalmente alguien tiene la idea salvadora que derrota, o destruye, la civilización extraterrestre agresora, casi con seguridad van a terminar transformándose en éxitos de taquilla. ¿Y por qué esto?

Las interpretaciones tradicionales de este fenómeno aducen que la raza alienígena representa un enemigo muy concreto y humano de la cultura en la que florecía y se divulgaba la historia. Dado que lo fuerte de la ciencia ficción proviene del mundo anglosajón, y que los clásicos del género proceden fundamentalmente de los Estados Unidos, en el enemigo extraterrestre podía verse la amenaza de la Alemania nazi, o del Japón, y en aquellas historias que vieron la luz durante la guerra fría, tras el peligro venido de otro planeta estaba claramente la Unión Soviética, y/o el avance del comunismo mundial. En el momento actual, el agresor llegado de otros mundos bien podría representar el peligro siempre latente del terrorismo islámico, o los norcoreanos. Indudablemente, un pueblo atemorizado, medroso y expectante ante una amenaza de agresión externa, ve en la historia de invasión extraterrestre la materialización de sus temores – el fin de la terrible espera – y a la par del sufrimiento provocado por el ataque, asiste al esfuerzo de sus héroes por enfrentarlo, defendiendo así su modo de vida y su cultura, y goza con la vindicación que trae la victoria final sobre el agresor, cuando es destruido (cabe recordar que en Día de la Independencia, la película que tomamos como señera de este subgénero, la civilización alienígena entera es aniquilada; también en El Juego de Ender, los extraterrestres son finalmente exterminados). Incluso en series como V: Invasión Extraterrestre y Falling Skies, aunque los extraterrestres logran vencer las defensas de la Tierra, queda una resistencia más o menos organizada que mantiene la lucha contra el invasor, alentando la esperanza en un triunfo final. Por contrapartida, son pocos los ejemplos de historias donde la humanidad no logra sobreponerse y derrotar a los invasores (de las mencionadas, por ejemplo Skyline, película que no logró mayor repercusión).

También puede ser que haya muchas personas que se apasionan con este tipo de filmes porque gustan de la fantasía, aventura, drama y acción bélica, todo lo que ofrecen estas producciones. En cuanto al entusiasmo que despierta la fantasía y ciencia ficción, si bien es un fenómeno que en nuestra cultura uruguaya hasta el momento es limitado, está presente en la cultura norteamericana, y se expresa abiertamente y con mucha fuerza, notoriamente en las Comic Con, o convenciones internacionales de comics (historietas), en las cuales la fantasía y ciencia ficción tienen una parte importante.

Yendo más en profundidad, el atractivo que generan las historias de invasiones extraterrestres devastadoras que son finalmente derrotadas por la humanidad, así como otros desastres apocalípticos o “fines” del mundo, también puede interpretarse como la expresión de un egocentrismo humano indómito, por no decir una egolatría de raza, si se nos permite tal expresión. Una idea, y una confianza, en que cualquiera que sea el desafío o el peligro, incluso la mismísima desaparición de nuestra civilización o la extinción de la raza humana, al final el esfuerzo, el tesón, la inteligencia y el genio del ser humano lograrán sortear la amenaza y hacernos perdurar, como individuo y como especie. Acorde con esta visión del hombre como dotado de la capacidad de enfrentar y vencer cualquier desafío, incluso una agresión llegada desde más allá de los límites de su mundo, resulta revelador dirigir la mirada a un pasaje de la Biblia en el cual se describe la llegada de un ejército no perteneciente a este mundo, y cómo las huestes de la Tierra se reúnen para pelear contra el mismo (para defenderse de la “invasión” llegada desde el cielo, podría decirse). En Apocalipsis 19: 11, 14, 15a se lee lo siguiente: …vi el cielo abierto, y había un caballo blanco. El que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea… los ejércitos celestiales vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, lo seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro. Por supuesto, esto no se trata de una invasión extraterrestre, sino del regreso de Jesucristo, y quienes le resisten lo hacen en virtud de su propia rebeldía contra Dios, inspirada malignamente por el usurpador del señorío de este mundo, aquel que lo usurpó al seducir a los seres humanos con el pecado (el mundo entero está bajo el maligno, dice 1 Juan 5:19; y en Apocalipsis 16:13, 14 dice: vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso). Todo este entramado profético forma parte de la escatología bíblica, las profecías de los eventos finales, aún en el futuro. Y es sugestivo del carácter indómito de la naturaleza humana, del orgullo irracional con que el hombre ha desafiado arrogantemente a Dios a lo largo de las edades, el desenlace casi invariable con que la ficción literaria y sobre todo cinematográfica nos muestra al ser humano sobreponiéndose a los peores cataclismos y derrotando a cualquier invasor llegado del espacio (o “del cielo”).

¿No podría interpretarse todo esto como una retadora declaración de que el hombre prevalecerá contra cualquier potencia llegada desde los cielos para imponer su voluntad, así sea el mismo Dios? Sí que puede interpretarse de esa manera, aunque conviene recordar que en la “invasión” anunciada en el Apocalipsis el desenlace es bien diferente al que podría esperar – y en el que podría confiar – la arrogancia del corazón humano. Por eso, ante esta clase de “invasión” – en realidad la culminación de la paciencia de Dios, y el tiempo de renovar todas las cosas – lo más recomendable para el ser humano es abatir el orgullo, y prestar oído a la invitación de Dios que dice: ¿Se acogerá alguien a mi amparo? ¡Que haga conmigo paz! ¡Sí, que haga la paz conmigo! (Isaías 27:5). La recomendación final de toda la reflexión es esta: que no nos preocupen los extraterrestres; mejor, hagamos la paz con Dios, por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

 

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

(Adaptado del artículo homónimo publicado en iglesiaenmarcha.net, en abril de 2014)

 

3 Comments

  1. Mary dice:

    En cuanto a los seres extraterrestres, para mi no existen, los que estudiamos en escuelas bíblicas pensamos que Dios tiene un ejército celestial y Satanás tiene su ejército de demonios para pelear unos contra otros. Entonces los seres extraterrestres son los seres que se incorporan en los cuerpos de sus seguidores y bajan a la tierra. Y hay una guerra entre el ejército celestial y el ejército demoníaco (el diablo mismo y su ejército). El diablo es el comandante en jefe de ese ejército que pelea en contra de los creyentes, por eso nosotros a veces sentimos los ataques del enemigo, cuando estamos flojos espiritualmente sentimos eso… les llamamos “fuerzas” para no decir que son demonios que nos atacan cuando nos alejamos un poco de la presencia de nuestro Señor. Esos demonios saben, tienen voz como cualquier otro ser humano, conocen todo lo que es la Tierra, todo lo que es el ser humano, lo que son las flaquezas, las debilidades, y están atentos a cualquier bajón que podamos tener para poder atacarnos, quieren que nosotros bajemos en nuestra fuerza espiritual en el Señor y bajemos los brazos y no peleemos la buena batalla.

    La Palabra de Dios dice: “por un camino vendrán contra mi y por siete caminos tendrán que huir”entonces comenzamos a pelear en oracion contra todos estos seres celestiales de maldad en las regiones celestes.

    El bocadillo de ellos somos nosotros, los creyentes, los que caminamos con el Señor y tratan de atacarnos.

    Me puede decir el Dr. Pandiani: ¿Qué pasa con la carne, con su naturaleza pecaminosa y que siempre tiende al mal?

    Bueno, para mí, los demonios saben qué clase de ser humano somos, son seres inteligentes, son seres que atacan justamente donde tú eres débil, ellos están atentos…por ejemplo, si la persona es fornicaria y no ha entendido el camino de Dios, tratan de atacar la parte sexual de ese hermano. Lo digo por experiencia porque cuando me convertí a Cristo que era jovencita, tuve esos ataques terribles. Después en los seminarios y en los libros, nos enseñaron que hay dos clases de seres, no hay seres extraterrestres, son los mismos demonios que ocupan ciertas partes de la tierra, del cielo, y ellos se presentan cuando les conviene.

    • Alvaro Pandiani dice:

      Estimada hermana Mary, lamento la demora en contestar su comentario de fecha 13 de junio, pero no había reparado en que en el mismo me pregunta algo directamente.
      El planteamiento que usted hace constituye la forma tradicional en que el cristianismo evangélico interpreta las historias de extraterrestres. Desconozco si también el catolicismo lo interpreta así, pero sé que los evangélicos, clásicamente, consideran que los ovnis y los extraterrestres en general son demonios que representan una nueva forma de engaño satánico, acorde a la civilización tecnológica actual, para desviar a los seres humanos de la fe en Jesucristo.
      Leyendo atentamente los artículos podrá usted comprobar que los mismos procuran analizar desde nuestra fe bíblica el fenómeno cultural de los extraterrestres, sin entrar en dicha interpretación tradicional. Como autor de los artículos no me pronuncio sobre si los extraterrestres existen o no, ni acerca de si me importa su existencia. Pretendo que reflexionemos sobre las creencias populares de las personas, y cómo respondemos desde la fe para evangelizarles.
      En cuanto a su pregunta directa, es muy genérica, de respuesta muy amplia, y no veo su relación con el tema de la conversación. Tal vez usted me pueda ayudar en eso.
      Muchas bendiciones del Señor Jesús para usted.

  2. Carlos dice:

    Básicamente sigo estando en sintonía con esta nueva entrega del Dr. Panidiani, comparto lo expresado en el artículo pero con algún matiz.

    Hay un pasaje del texto dónde escribe: “Al imaginar, o soñar, con civilizaciones extraterrestres más avanzadas que la humanidad, las cuales, como individuos y como especie, ya habrían transitado por el trecho de la evolución que, supuestamente, nosotros aún tenemos pendiente, estas personas deducen que tales civilizaciones tendrían la respuesta a todas las interrogantes de la vida, y la solución a los conflictos que enfrenta toda sociedad en desarrollo. Como también expresamos en ocasión de nuestro ensayo ya mencionado El Magnífico Derrumbe: Estas creencias, que ubican en los cielos seres casi perfectos que traen soluciones a nuestros problemas, no son más que una expresión moderna del instinto religioso del hombre, que ubica a sus nuevos dioses en el Olimpo galáctico…” , al leer este párrafo me dije: “… Pero si esto mismo lo que predicamos los cristianos!!!”, creo que la esencia es la misma, pero los actores no. Hablamos de conocer a Jesús, hablamos acerca de la nueva venida de Cristo, un ser perfecto; hablamos de la salvación, hablamos del cielo como otro plano de la existencia dónde no existe la miseria humana y como un lugar que se no se ubica en este planeta. En fin, palabra más, palabra menos creo que la esencia es muy similar.

    “El atractivo que generan las historias de invasiones extraterrestres devastadoras que son finalmente derrotadas por la humanidad, así como otros desastres apocalípticos o “fines” del mundo, también puede interpretarse como la expresión de un egocentrismo humano indómito,” Si, puede ser interpretado de ese modo, pero también puede interpretarse como una forma de generar fuertes emociones y exaltaciones anímicas que según parece, en la antigüedad también gustaban de ellas.

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