Gracia

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Lectura: 2 Corintios 9:5-8

“Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; La gracia se derramó en tus labios; Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.” Salmo 45:2

Más gracia? ¡Imposible! ¿Más herencia? ¡Inimaginable!
Los hijos de Dios somos más que bendecidos. Somos reflejo de su gracia, increíblemente favorecidos, revestidos de gracia.
Aún con todo, el cristiano se repliega ocasionalmente en la cotidiana manera de enfrentar la vida. Sin la gracia del Señor a nuestro favor, la vida para el cristiano fuera un campo minado.
Dios nunca es indulgente cuando se trata del pecado. ¡Nunca! ¿Misericordioso y clemente? ¡Siempre! Es por su gracia.
Perdonar es una forma de administrar la gracia de Dios. El perdón es una expresión de misericordia y está hermanada con la gracia. Si hemos recibido tanto de la gracia de Dios, debemos dar algo de lo que hemos recibido. “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.” (1ª. Pedro 4.10) La gracia de Dios en nuestra vida libera las cargas del resentimiento y de la falta de perdón. Si Dios por su gracia nos perdonó, ¿cómo es posible que no seamos capaces de perdonar con tanta gracia recibida? Debemos revestirnos de humildad impartiendo perdón para que el corazón sea fortalecido por la gracia. Por la obra redentora de Jesús hemos conocido la gracia de Dios de manera personal. “…el regalo que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abunda para todos” (Romanos 5:15). Vivamos conforme a la gracia de Dios ofreciendo perdón, siendo mensajeros de la su paz.

Faustino J. Zamora Vargas, Cuba

Un corazón que no perdona, no ha reconocido la gracia.
Meditación publicada en el libro devocional de RTM Alimento para el Alma – volumen 16, para conseguir una copia de la edición impresa visítenos en Soriano 1335 (Montevideo, Uruguay) o en su librería cristiana más cercana.

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