Evangelización y campañas evangelísticas – Parte 3

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La esencia del evangelio.

Por: Dr. Álvaro Pandiani*

Indudablemente, muchos de quienes participan en el esfuerzo de organizar una campaña evangelística, me atrevo a decir que la mayoría, están sinceramente comprometidos con el Señor en quién creen, y genuinamente interesados en que el maravilloso mensaje de amor de Jesús alcance a la mayor cantidad posible de personas, dándoles a todos la oportunidad de experimentar el más revolucionario cambio en sus vidas, y recibir el don de la vida eterna. Puedo afirmar esto por lo que sentí y creí todas las veces que me involucré en campañas evangelísticas: la alegría de saber que grandes cantidades de personas escucharían el mensaje del evangelio, y que muchos, varios o algunos creerían en Cristo y serían salvos. Lo puedo afirmar por aquellos con quienes, en numerosas ocasiones, trabajamos en conjunto para lograr que eventos de evangelización de diferente magnitud fueran llevados adelante y se concretaran. Lo presumo en todos aquellos que se involucran en un evento de este tipo, porque ¿qué otro interés tendría alguien para exponerse públicamente en una actividad que en el mejor de los casos es vista por las fuerzas vivas de la sociedad como una expresión cultural más, en general es observada con indiferencia, y en el peor de los casos es mirada con malos ojos, y estigmatizados socialmente quienes en la misma participan? Podemos presumir compromiso sincero e interés genuino en las almas, pero presunción no es certeza. Al ser la campaña evangelística, sobre todo las grandes cruzadas, eventos que concitan la atención, apoyo y concurrencia de grandes multitudes, y al desarrollarse en un formato de espectáculo de enormes proporciones, puede haber efectivamente otros intereses que lleven a involucrarse y participar. Vamos a comentar brevemente dos: prestigio, y dinero.

Decir que quienes intervienen en la campaña adquieren prestigio puede parecer una contradicción, en relación a lo afirmado en el párrafo anterior. Sin embargo, comenzando por la figura del predicador, y siguiendo por quienes le acompañan en la plataforma: animando la reunión; llevando adelante el canto, infaltable en las reuniones evangélicas, que en estos casos llega a transformarse en un espectáculo musical; y entregando diversos discursos, con características de pequeños mensajes espirituales preparatorios para el mensaje evangelístico del predicador; todos se benefician con la adquisición de un cierto prestigio. Un prestigio que también alcanza a aquellos cuyos nombres figuran en los comunicados de la campaña, en tareas de dirección y coordinación de las diversas comisiones que posibilitan el desarrollo del evento.

Este prestigio tiene una faceta predominante hacia dentro de la comunidad evangélica; “Las grandes concentraciones, las cruzadas masivas de evangelización, las reuniones evangélicas que llegan a congregar a miles, y decenas de miles (y en algunas partes del mundo, centenares de miles) de personas; los anuncios multicolores con grandes fotografías y títulos grandilocuentes… y la actividad del periodismo cristiano evangélico, que… lanza a la altura de trascendencia internacional los nombres de predicadores, pastores, evangelistas, misioneros, músicos y cantantes; todo esto crea un firmamento de grandes personajes que llegan a convertirse en punto de referencia para los innumerables cristianos “comunes” (de mi libro Sentires; Editorial ACUPS, setiembre 2000; Págs. 112-13). Pero también el prestigio del que venimos hablando tiene una faceta hacia el exterior de la comunidad, pues aunque tradicionalmente las actividades evangelísticas fueran miradas como las describimos (con indiferencia, o aún con malos ojos), por cualquiera que no fuera un creyente o fuerte simpatizante del cristianismo evangélico, el liderazgo real o aparente de algunos predicadores y pastores sobre tan grandes números de personas no puede dejar de ser notado (y anotado) por algunas, varias o muchas de las personas que integran las fuerzas vivas de la sociedad. Aquí en Uruguay entre los primeros en notarlo estuvieron los dirigentes de varios partidos políticos; ejemplo claro de esto fue la presencia de varios de nuestros senadores y diputados en las multitudinarias concentraciones con que finalizaban las recordadas Marchas por Jesús, en la explanada principal del Palacio Legislativo de Montevideo, edificio sede del Parlamento Uruguayo.

Por lo tanto, cuando en realidad debería ser un resultado secundario y no perseguido de la exposición pública que implica asumir cargos y funciones de liderazgo, el prestigio puede ser un fin en sí mismo para algunos de los que se involucran hasta las orejas en el trabajo de una mega-cruzada evangelística. Y con el prestigio, lo que éste conlleva: el ascendiente, la autoridad, la influencia, la reputación, y los efectos que tales cosas tienen en quienes pretenden ser conductores de gentes: el renombre, la popularidad y la estimación que atrae seguidores, nuevos convertidos o cristianos de otras congregaciones, que pasarán a engrosar la de quién más prestigio haya obtenido con su participación en el movimiento.

Realmente, un interés muy diverso de la esencia del evangelio.

El dinero es siempre un tema muy escabroso y sensible para la Iglesia Cristiana, en cualquiera de sus confesiones o denominaciones. Y desafortunadamente, la Iglesia Evangélica ha adolecido siempre de una pata renga en este asunto. El estigma de pedigüeños y “mangueros” de los evangélicos ha sido tema de crítica, descrédito, burla y hasta parodia. El punto es que no debemos responder en forma condenatoria a quienes se burlan de los evangélicos, o “evangelistas”, por ser “mangueros”, tanto como considerar quienes les dan tema para sus argumentos y guiones. Preguntamos: ¿quiénes les dan letra?; y respondemos: nosotros mismos.

Recuerdo haber trabajado, hace ya muchos años (más de veinte), en una campaña evangelística con características de mega-cruzada: más de ciento ochenta  congregaciones evangélicas unidas para el evento, realizado en Montevideo; una verdadera maravilla, un logro de unidad indudablemente atribuible al ministerio que el Señor había dado al Predicador y su equipo. El problema, la espina en el costado, la gran incomodidad, venía cuando llegaba el momento de levantar la “ofrenda”, la cual se le pedía indiscriminadamente a toda persona presente, fuera creyente o no. Pero además, la ofrenda era precedida cada noche por una anécdota (“testimonio”) diferente sobre cómo Dios había bendecido a quién había puesto en la bolsa hasta la última moneda que tenía, incluso la del bus para regresar a su hogar. El colofón estaba dado por el hecho de que, cada noche, se levantaban dos ofrendas, cada una con su correspondiente anécdota.

Varios años después, estuve en una reunión preparatoria de otra campaña evangelística con las características de mega-cruzada, también a efectuarse en Montevideo. Para la sorpresa de muchos de los allí presentes, uno de los coordinadores en jefe del equipo evangelístico tomó gran parte de la reunión en explicar varias maneras concretas de hacer dinero durante la campaña, incluyendo cómo atraer comerciantes (de diverso ramo) para que instalaran puestos de venta en el lugar, asegurándoles que habría ventas por el elevado número de personas que concurrirían al evento, con el fin de cobrarles un jugoso alquiler por colocar allí su quiosco. Recuerdo que días después de dicha reunión un pastor se preguntaba dónde habían ido los tiempos en que el trabajo evangelístico de la Iglesia se financiaba con el aporte voluntario y generoso de los creyentes; es decir, interpreto yo, de quienes creen en el valor del esfuerzo para predicar el amor y el perdón de Jesús, y dan de sí por amor a los perdidos.

Unos años más tarde vi en el Palacio Peñarol de Montevideo a un hermano llegado desde el norte de América, pomposamente llamado el “apóstol de la oración”, quién ante un multitudinario público cada noche hacía levantar la ofrenda, para luego traer todos los ofrendarios a la plataforma, donde él se tomaba su tiempo en hablar de ese dinero, y orar para que Dios lo multiplicara. Recuerdo lo perplejos que muchos nos sentimos ante esta práctica, y lo ofensivo que resultaba ver esa gran cantidad de bolsas llenas a reventar de dinero, amontonadas sobre el escenario. Para varios líderes y pastores que estuvimos allí, aquel “apóstol de la oración” pasó a ser, dicho entre nosotros y con una sonrisa irónica, el apóstol de las ofrendas.

Basten estos tres ejemplos, sobre los que puedo hablar de primera mano, pues estuve allí y vi lo que aquí relato. Estas cosas, entre muchas otras, me llevaron a escribir, hace ya años, las siguientes consideraciones: “Ya el apóstol Pablo escribió en una ocasión sobre la situación creada en su tiempo por “…hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia” (1 Timoteo 6:5). La sana legislación bíblica acerca de ofrendas y diezmos, que establece cómo estos deben ser medios por los cuales la comunidad sostenga económicamente el templo y sus instalaciones, y a quienes están dedicados al servicio religioso, se tuerce y deforma de manera violenta, grosera e inaudita, llegando a que aquellas ofrendas y diezmos se vuelvan un fin en sí mismo. Esto sucede en muchos lugares, entre diferentes grupos de ramas diversas del cristianismo, donde se procede a desplumar metódicamente a los creyentes. Contando historias maravillosas acerca de cómo Dios devuelve “el ciento por uno” a quién generosamente vuelca sus ahorros en las arcas de la Iglesia, se promete prosperidad, salud, felicidad y otros beneficios temporales, virtualmente enseñando a los creyentes a “pagar” por las bendiciones de Dios” (Señales contemporáneas; www.iglesiaenmarcha.net/2006/05/el-magnifico-derrumbe-4.html). En relación a esto último, no puedo dejar de mencionar el eslogan tantas veces oído antes de la recolección de ofrendas: Dios bendice al dador alegre (aunque en realidad la Biblia dice que Dios ama al dador alegre; 2 Corintios 9:7); estímulo usado desde tiempos inmemoriales para que los concurrentes a una reunión cristiana se metan la mano en el bolsillo y den de su dinero, y que a estas alturas y comparado con lo mencionado antes, parece un  procedimiento más bien inocente y menor.

Impresiona como recomendable, entonces, una revisión de nuestras estrategias de recolección de ofrendas, y pedido de colaboración monetaria en general, para los gastos que ocasiona tanto el mantenimiento de la obra espiritual, como los emprendimientos ocasionales o permanentes, trátese de campañas evangelísticas tradicionales o de proyectos más innovadores en la tarea de anunciar el evangelio a nuestra comunidad, y bendecir la misma con el trabajo de amor de los cristianos.  Porque justamente los programas de la Iglesia que tienen proyección social son siempre bien vistos por la sociedad; sean, por ejemplo, establecimientos de rehabilitación para adictos a drogas, centros de ayuda a la infancia desprotegida, servicios dirigidos a la madre soltera, asistencia médica y social en lugares carenciados, combate a la pobreza y marginalidad, etcétera, el pedido de dinero para tales emprendimientos en general tiene buena acogida.

Pero cuando se trata de la labor eminentemente espiritual, sea ésta evangelística, de enseñanza bíblica, u orientación y consejería pastoral, así sea abierta a la comunidad, es mal comprendida y por lo tanto no apreciada por aquellos que no comparten nuestra fe ni nuestros principios y valores sobre la vida; por lo tanto el pedido de dinero a los de afuera de la comunidad de creyentes para financiar tales actividades, puede ser visto como y comparado con los pedigüeños de siempre, por todos conocidos, y cuyo principal objetivo es desplumar a los crédulos. Sería muy deseable no incurrir en tales conductas, aún a pesar de tener que solventar los gastos de nuestras actividades eclesiásticas, para no ser colocados en una incómoda bolsa común que termine por entorpecer y arrojar descrédito sobre nuestra tarea y nuestro mensaje.

Por todo lo expuesto, me siento gratamente sorprendido cuando los predicadores internacionales que, de tanto en tanto, llegan a nuestro país, anuncian con sencillez el evangelio. Es como debemos y necesitamos presentar el mensaje de Jesucristo: denunciar claramente el pecado; dejar asentado más allá de cualquier duda que todo ser humano está perdido ante Dios a causa de dicho pecado; proclamar el  amor y la gracia de Dios, manifestados en Jesucristo; enfatizar el amor de Cristo, quién se entregó a morir en la cruz por cada ser humano, e invitar a todos a entregar su corazón y su vida en arrepentimiento y fe, a Jesucristo.

Esa es la esencia del evangelio que necesitamos oír; ese es el evangelio que, hoy más que nunca, necesitamos predicar. Sin fantasías ni quimeras, sin sensacionalismos ni equívocos espectáculos. Como lo hicieron los apóstoles de la Iglesia Primitiva, en aquellos primeros y hoy idealizados tiempos: tan solo hablando de pecado, amor, perdón y redención, en Jesús.

(Condensado del artículo Estamos de campaña viendo la gloria de Dios – 3, publicado en iglesiaenmarcha.net en noviembre de 2009)

Vea aquí también Parte 1 y Parte 2

* Dr. Alvaro Pandiani: Columnista de la programación de RTM en el espacio “Diálogos a Contramano” que se emite los días martes, 21:00 hs. por el 610 AM. Además, es escritor, médico internista y profesor universitario.

10 Comments

  1. Mariano dice:

    Muy buen artículo, muy buenas respuestas, bendiciones y adelante.

  2. croman dice:

    Excelente artículo del Dr. Pandiani. Hasta se podría decir que es un artículo quirúrgico, poniendo el bisturí y exponiendo el tumor en dónde verdaderamente está. Pero por ser un artículo certero no implica exención de riesgos. Es un artículo que pone en evidencia a la próspera industria de la religión, la cual goza de muy buena saludo sobre nuestro mundo.

    La probabilidad de que las opiniones por él vertidas en esta columna le traigan algunos enemigos es alta, pero también es seguro que surgirán muestras de apoyo y solidaridad.
    Mis más sinceros respetos por su valentía.

  3. Otro Anónimo dice:

    Pastor Donde Me Congrego Inculcan A La Gente Q Si Dios Nos Pide El Auto La Casa Tenemos Q Darlo Para La OBra Porq Todo ES D Dios No ES D Nosotros (Este al igual que el anterior llegó vía SMS y lo reproducimos aquí a pedido del autor del artículo para darle respuesta y beneficiar a todos los lectores).

    • Álvaro Pandiani dice:

      Otro Anónimo (quién seas), Dios le bendiga.
      Lo que le dicen en su iglesia es esencialmente cierto: Dios es el dueño de todo lo que existe y lo que tenemos.
      El problema se da cuando ministros y pastores, algunos sinceramente pero más frecuentemente porque son aves de rapiña, pretenden volverse voceros de Dios, y reclaman cada vez más ofrendas y diezmos, e incluso pretenden aparecer como iluminados por una revelación especial, y le dicen: Dios dice que tiene que ofrendarme su camioneta, o Dios dice que tiene que vender su casa y darme el dinero de la misma.
      Huya de tales “ministros”.
      En el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 4 se nos dice que los primeros cristianos vendían sus propiedades y traían el dinero para ponerlo al pie de los apóstoles. Esto era algo voluntario; jamás leemos que alguno de los apóstoles haya pedido dinero.
      El que sí pidió ofrendas fue el apóstol Pablo; pero no para sí, sino para los pobres de Jerusalén, cuando vino una hambruna sobre Palestina. Pablo “trabajaba con sus manos” para mantenerse él, y a sus colaboradores en la obra de Dios.
      En mi opinión (MI opinión, no quiero comprometer a Transmundial en esto, es mi opinión) TODOS los pastores deberían ir a trabajar, y dejar de insistirle a sus feligreses con los diezmos.
      Bendiciones.

      • Álvaro Pandiani dice:

        Alguno me dirá que el ministerio pastoral es un trabajo, y bastante complicado y sacrificado; es cierto, y estoy de acuerdo. Nadie dijo que fuera fácil. Pero además, mi querido hermano pastor, vaya a trabajar, y complemente sus ingresos económicos con lo que le asigne la iglesia, sin estrangular a los creyentes con exigencias de ofrendas y diezmos.
        Volviendo a Otro Anómino, el auto y la casa y otras cosas, Dios se las da para bendecirle y bendecir su trabajo y esfuerzo. Si usted quiere ofrendarlo para la obra de su iglesia (o para los CAIF, o para la fundación de lucha contra el cáncer infantil) es una decisión suya.
        Abrazo.

  4. Anonimo dice:

    Si el gobierno cobrara impuestos a las iglesias,y todos tuvieramos acceso a entradas y salidas d dinero,se terminaria este proxenetismo a personas sinceras. También los obreros son explotados sin paga.ej. xxxxx (nombre de iglesia suprimido por el moderador) que es uno de las tantas empresas eclesiasticas. Cualquiera abre una iglesia, cualquiera. Para Pandiani. Saludos

    • Álvaro Pandiani dice:

      Estimado Anónimo, entiendo lo que plantea, y la indignación detrás de sus palabras.
      Pero el cobro de impuestos a las iglesias por parte del estado es inconstitucional, como se discutió ampliamente en 2007, cuando el gobierno del frente amplio intentó hacerlo.
      Ahora, estoy de acuerdo en que todas las iglesias deberían tener abiertos a la inspección de quién lo pidiera sus libros de cuentas.
      También estoy de acuerdo en que parecería que cualquiera abre una iglesia evangélica; sin llamado, sin vocación pastoral, sin formación bíblica y teológica adecuada (aunque se tengan buenas intenciones). Y si las intenciones no son buenas, sino la de desplumar a los creyentes con ofrendas y diezmos… y bueno…

      Como dijimos en la columna: el asunto del dinero siempre ha sido una pata renga para la Iglesia Evangélica.

  5. TERESA IGARZABAL dice:

    AMADO PASTOR LA VERDAD SE EXTRAÑA HOY EN DIA NO SE VEN CAMPAÑAS AL AIRE LIBRE PARA LLEGAR A LOS PERDIDOS. ME CONGREGO EN UNA IGLESIA DE MONTEVIDEO. CONOSCO EL EVANGELIO DE LOS 7 AÑOS TENGO 36.AMO A DIOS MI CASA Y YO. PERO SE NESECITA PREDICAR EN LAS CALLES COMO CRISTO HACIA.CORRESPONDIENTE AL ARTICULO EL QUE ES GUIADO POR EL ESPIRITU DE DIOS CONOCE LA VERDAD Y LA VERDAD NOS HACE LIBRE, LE DEDICO ISAIAS 49.BENDICIONES Y ABRAZO DEL BARRIO LAVALLEJA

  6. Salvador Dellutri dice:

    Muy acertadas y atinadas las reflexiones del Dr. Pandiani, a las que se podría agregar muchos otros ejemplos sobre el tema del dinero. Pero es reconfortante que en medio de la creciente decadencia que nos rodea se escuchen voces orientadoras que rescatan el sentido genuino de la evangelización. Es lamentable que en una época donde el mercado impera se haya abierto también un “mercado de la fe” que nos averguenza. Gracias Dr. Pandiani por su claridad y valentía al encarar este tema.

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