En tu mano están mis tiempos

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De la sección “Renovando el Espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.

 

Escuche aquí el programa:

 

 

Por: Charles Haddon Spurgeon

Fragmento del sermón predicado la mañana del Domingo 17 de Mayo, 1891 en el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

En tu mano están mis tiempos“. Salmo 31: 15.

El Señor Jesús me amó, y se entregó por mí, y mis tiempos están en esas manos que fueron clavadas a la cruz para mi redención. ¿Cuál será el efecto de tal fe, si es clara, personal y duradera? Hoy compartiremos uno solo de los efectos de tal fe: Una clara convicción de que nuestros tiempos están en la mano de Dios FORMARÁ EN NOSOTROS UN SENTIDO DE LA CERCANÍA DE DIOS.

Si la mano de Dios está puesta sobre todos nuestros alrededores, Dios mismo está cerca de nosotros. La tendencia de esta época es alejarse más y más de Dios. Difícilmente los hombres toleran ahora a un Creador, y afirman que todo proviene de la evolución. Poner a Dios un paso más atrás es la ambición de la moderna filosofía; en cambio, si fuésemos sabios, deberíamos esforzarnos por eliminar todos los obstáculos, y dejar libre un canal de comunicación para acercarnos más a Dios y para que Dios se acerque más a nosotros. Cuando vemos que en Su mano están todos nuestros caminos, sentimos que Dios es real y está cerca.

En tu mano están mis tiempos“. Entonces nada es dejado al azar. Los eventos no les acontecen a los hombres por causa de una suerte que no tiene en sí orden ni propósito. “La suerte se echa en el regazo; mas de Jehová es la decisión de ella” (Proverbios 16:33). La suerte es una idea pagana que ha sido derribada por la enseñanza de la Palabra. Bienaventurado es el varón que ha terminado con el azar, que no habla nunca de la suerte, sino que cree que, desde la menor hasta la mayor, todas las cosas son ordenadas por el Señor. No nos atrevemos a dejar fuera al evento más insignificante. Un insecto que se arrastra sobre el capullo de una rosa es tan verdaderamente ordenado por el decreto de la Providencia, como el progreso de una plaga a través de una nación. Crean esto; pues si lo mínimo es omitido por el gobierno supremo, de igual manera podría ser lo siguiente, hasta que no quedara nada en la mano divina. No hay lugar para el azar, puesto que Dios llena todas las cosas.

En tu mano están mis tiempos” es una seguridad que también pone un fin a la torva idea de un destino férreo que fuerza todas las cosas. ¿Tienen la idea de que el destino da vueltas como una enorme rueda, aplastando cruelmente todo lo que encuentra en su camino, sin hacer pausas por piedad, sin hacerse a un lado por misericordia? Recuerden que, si comparan a la Providencia con una rueda, debería ser una rueda que está llena de ojos. Cada uno de sus giros es en sabiduría y bondad. El ojo de Dios no deja nada a ciegas en la providencia, sino que llena todas las cosas con vista. Dios establece todas las cosas de acuerdo a Su propósito; pero luego Él mismo las hace. Allí radica toda la diferencia entre la solitaria maquinaria del destino prefijado, y la presencia de un Espíritu lleno de gracia y amoroso, que gobierna todas las cosas. Las cosas efectivamente ocurren según Él las planea; pero Él mismo está allí para hacer que sucedan, y para moderar, y guiar, y asegurar los resultados. Nuestro grande gozo no es “mis tiempos están en la rueda del destino”, sino “en tu mano están mis tiempos.” Con un Dios vivo y amoroso que gobierna todas las cosas, nos sentimos en casa, descansando cerca del corazón de nuestro Padre.

En tu mano están mis tiempos“. ¿Acaso no revela esto la condescendencia del Señor? Él tiene a todo el cielo para adorarle, y a todos los mundos para gobernarlos; y, sin embargo, “mis tiempos” ,los tiempos de una persona tan insignificante e indigna como yo, están en Su mano. Ahora, ¿qué es el hombre para que esto sea así? ¡Maravilla de maravillas, que Dios no solamente piense en mí, sino que mis preocupaciones las convierta en Sus preocupaciones, y tome mis asuntos en Su mano! Él tiene en Su mano a las estrellas, y, sin embargo, nos pone allí. Se digna tomar en Su mano los intereses pasajeros de oscuros hombres y de humildes mujeres.

Amados, Dios está cerca de Su pueblo con todos Sus atributos; Su sabiduría, Su poder, Su fidelidad, Su inmutabilidad; y todos ellos están bajo juramento de obrar para el bien de quienes ponen su confianza en Él. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados“. Sí, Dios considera nuestros tiempos, y piensa en ellos; planea con Su corazón y Su alma hacernos bien. Esa mente augusta, de la que brotan todas las cosas, se inclina a nosotros; y esas alas eternas, que cubren el universo, se ciernen sobre nosotros y sobre nuestra casa, y nuestras diarias necesidades y aflicciones. Nuestro Dios no se sienta como un espectador distraído de nuestros pesares, tolerando que seamos arrastrados como objetos sin dueño por las aguas de las circunstancias, sino que se ocupa activamente y en todo momento de la defensa y perfeccionamiento de Sus hijos. Nos guía para conducirnos al hogar, al lugar donde Su rebaño reposará para siempre.

¡Qué bienaventuranza es esta! Nuestros tiempos, en todas sus necesidades y aspectos, están en la mano de Dios, y por tanto, Dios siempre nos está cuidando. ¡Cuán cerca de nosotros trae a Dios, y cuán cerca de Dios nos lleva a nosotros! ¡Hijo de Dios, no vayas mañana al campo lamentando que Dios no esté allí! Él bendecirá tu salida. No regreses a casa, a tu aposento, clamando: “¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!” Él bendecirá tu entrada. No te vayas a la cama, soñando que te has quedado huérfano, ni te despiertes en la mañana con un sentido de soledad sobre ti: no estás solo, pues el Padre está contigo.

¿Acaso no sentirás cuán bueno es que Dios se acerque a ti, y te entregue tu pan y tu agua, y bendiga tu cama y tu mesa?
¿No estás feliz de que se te permita acercarte tanto a Dios, como para decir: “En tu mano están mis tiempos“?

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