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LECTURA: 1ª PEDRO 1:1-9
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. v.6
Un hombre emprendió un viaje en ferrocarril. Era el tiempo cuando los vagones de pasajeros no tenían luces eléctricas. La ruta pasaba por varios largos túneles y, mientras disfrutaba de una placentera conversación con la persona a su lado, el tren quedó repentinamente en tinieblas. El otro hombre, que ya conocía la ruta, confiado le dijo: “Tranquilo, amigo, no estamos en un saco- hay un agujero al otro extremo”.
Hay ocasiones en las que es bueno recordar que “no estamos en un saco”, que las diversas contrariedades que enfrentamos tienen una salida. Sí, suelen ser muy difíciles, pero muy útiles para formar la madurez y la fortaleza del carácter.
La vida está formada por sufrimientos, problemas y situaciones que producen desaliento. Hay ocasiones cuando ―sin advertirlo― pasamos de la felicidad a la desdicha; de la tranquilidad al desasosiego; de la claridad del día a la tormenta más fiera y gris que hayamos visto.
Pero qué consolador es saber que no estamos “en un saco” que “hay un agujero al otro extremo”.
El apóstol Pedro le dijo a la iglesia: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. Dios permite que pasemos por ellas, pero siempre dándonos la certeza de la luz al otro extremo y enseñarnos así lecciones que no podríamos aprender de otra manera.
Después nos damos cuenta que la luz más allá de la oscuridad resplandece aún más radiante que nunca.
Eduardo Padrón, Venezuela
Hay luz al final del túnel
