El plan de Dios no se termina

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Siembra y cosecha
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De la sección “Renovando el Espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.

 

Escuche aquí el programa:

 

 

 

Por: James I. Packer

El camino para todo creyente es descrito en Hebreos 12:1-2:

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.

La vida cristiana es descrita como una carrera. Pablo dice lo mismo en 1 Corintios 9:24-27:

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

Aquí la vida cristiana es descrita como una carrera y como una lucha o pelea (grecorromana). Fíjate la cualificación que da Pablo en el versículo 24 al final: “Corred de tal manera que lo obtengáis”.  ¿Qué implica esto?

  • Clara orientación hacia la meta (corre para ganar, llevarse el premio)
  • Planificación (sabes cómo funciona la carrera, cómo debes correr, cuán rápido y lento debes ir y el empuje que debes dar el final). “Yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire
  • Plena resolución: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene” (todo lo demás queda en segundo lugar)
  • Supremo esfuerzo (corre con todas tus fuerzas): “Corred de tal manera que lo obtengáis

 

¿Cómo podemos vivir bien o correr bien aunque no estemos en los primeros 100 metros?

 

  • Debemos vivir para Dios un día a la vez. Este principio no solo aplica a los ancianos sino a todos nosotros. Vivimos vidas sin planificar. Pero debemos hacer el buen hábito de planificar cada día de antemano, y al final del día ver hasta donde hemos llegado en lo que hemos planificado. Sobre todo, ya que somos llamados a vivir para Dios y estar ocupados en el reino de Dios todos los días, debemos preguntarnos qué hemos hecho para el reino de Dios en este día. ¿En qué cosas podemos estar ocupados? Por ejemplo, estar ocupado en el reino de Dios podría incluir:
  1. Orar por todas las peticiones de oración que han sido presentadas
  2. Repasar lo que hemos aprendido del sermón pasado o de la escuela dominical; lo que aprendo no solo es para mí sino para compartirlo
  3. Continuar con nuestra meta de leer toda la Biblia
  4. Visitar a algún hermano para compartir un rato, o visitar a alguien que está enfermo, llamarle, enviarle un obsequio
  5. Ocuparnos en algún servicio en la iglesia y/o en la comunidad
  • Vive el momento presente. Dios ha prometido estar con nosotros en todo momento. Estamos en una relación de pacto con Dios y esto implica compañerismo, cercanía, amistad, intimidad. Todo esto está incluido en la palabra pacto. Pero también implica el sentido de presencia, que se enfatiza constantemente en los Salmos. Uno de los favoritos el Salmo 23:4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Salmo 118:6: “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Salmo 138:7: “Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra”. Por tanto, practica la presencia de Dios, o más específicamente, la presencia de Jesús en tu vida. Cultiva en tu vida la compañía divina. Ejerce tu fe en el hecho de que Jesús está contigo. No estás solo.
  • Vive preparado para encontrarte con Jesús. Las palabras de Jesús a los fieles discípulos son aplicables a todo discípulo. Juan 14:2-3: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Nadie sabe cuándo partirá de este mundo. Todos vamos a partir. Unos de una manera, otros de otra. Por tanto, es sabio estar preparados para cuando venga. Cuentan que a Calvino, en su lecho de muerte, le dijeron que descansara y él respondía que no porque no quería que cuando su Señor viniera lo encontrara sin hacer nada. Estaba pendiente de la llegada de su Señor.
  • Hay que evitar la mentalidad del mundo con respecto a los últimos metros de la carrera. Para el mundo la idea es de relajación, tomarlo suave, haz únicamente lo que disfrutas. Hay que tener cuidado con eso. Dios espera de nosotros que le glorifiquemos hasta el final. Debemos mantenernos sirviendo al Señor hasta que Él nos llame. Sobre todo, aunque nuestras habilidades mentales se van debilitando debemos evitar caer en el error de pensar que ya no podemos aprender nada nuevo y que no debemos ejercitar la mente ya. Eso es un peligro porque podría llevarnos a descuidar uno de nuestros mejores aliados a la hora de enfrentar la vejez.

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