El avance de un impostor

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Por: Ps. Graciela Gares*

Un medio de prensa argentino dio cuenta en estos días que un niño habría apelado a papá Noel como intercesor para hacerle llegar un pedido a Dios. Su hogar había sido asaltado por delincuentes y el chico rogó a papá Noel le pidiera a Dios a favor de su familia.

Otros niños se han acercado a adultos vestidos de papá Noel para pedirles algunas cosas difíciles, por ejemplo, en un hospital un niño de 5 años con enfermedad terminal le preguntó si podía ayudarlo.

Otros pequeños se suben al regazo de Santa Claus y piden por trabajo para sus padres desocupados o por sanidad para un familiar  enfermo.

Cuando los niños, desde su inocencia formulan a Papá Noel tales demandas, los adultos que encarnan tal personaje han tenido que responderles, con dolor y consternación: “Eso es algo que papá Noel no puede hacer”.

Nos parece que este personaje de fantasía que desde hace décadas se adueñó de la celebración navideña en muchas casas, avanza ocupando lugares impensados en la mente y corazón de los más pequeños, de un modo por demás preocupante.

Una cosa es verlo como un gordito simpático vestido de rojo, que ríe, baila y trae regalos; otra muy distinta es tolerar que se posicione como intermediario en las plegarias que desde la simplicidad de su corazón los niños formulan al Creador.

¿Será que los adultos hemos estado tan distraídos que subestimamos la amenaza espiritual que significa haber admitido a Santa Claus en nuestros hogares?

A pocos días de conmemorar la navidad y el final de otro año, nuevamente ese personaje de ficción le disputa a Jesús, el niño Dios encarnado, la atención central en los festejos.

En Montevideo y miles de ciudades de occidente se multiplican las réplicas de Santa Claus, (originariamente obispo San Nicolás de Mira), saturando el mercado y muchos adultos disfrutan disfrazándose ellos mismos de Papá Noel para acercar a los niños la magia de su alegría.

Pero según la revista Time, el disfrute para algunos de esos adultos dura poco pues los niños están comenzando a formularles pedidos imposibles de satisfacer, ya que el impostor Santa Claus es incompetente para resolver los dramas de la gente.

Apenas es capaz de dejar regalos en los hogares de clase media o alta, pero discriminará y frustrará al niño de familia pobre o indigente no dejándole ningún presente, ya que sus papás no podrán comprárselo.

El periódico Time Magazine (USA) recoge datos del libro de la periodista Melissa Chan  sobre el lado angustioso de ser Santa Claus, acerca de lo cual nadie habla (“The heartbreaking side of being Santa Claus that no one talks about”).

Allí cuenta las experiencias que viven ciudadanos estadounidenses quienes adoptan el rol de Santa Claus para mantener viva la tradición de traer alegría a los niños y sus familias en Navidad. Pero en lugar recibir pedido de regalos materiales, los chicos les cuentan graves dramas familiares, pidiéndoles ayuda para los mismos.

Según el mencionado artículo de prensa, así le ocurrió a un ciudadano de Tennessee (ingeniero de 61 años), disfrazado de papá Noel quien visitó un hospital donde un niño moribundo se sentó en la cama y le preguntó: ¿Puede ayudarme?  El hombre quedó consternado y reconoció ante el chico que hay algunas cosas que Santa Claus no puede conseguir. Minutos después el niño falleció en sus brazos.

Este cambio de paradigma, donde la población infantil comienza a pedirle a Santa Claus, ya no juguetes, sino solución a problemas humanos del vivir cotidiano, no sabemos si comenzará a extenderse en nuestra cultura, pero sin dudas debemos estar alertas.

Nos preguntamos hasta donde llevará nuestra sociedad “civilizada” esta parodia absurda de pretender alegrar a los niños con personajes de fantasía que ilusionan inútilmente a los pequeños.

¿Acaso contarles que el Dios creador del universo se encarnó en un niño para salvarnos porque nos ama, no puede aportar genuina alegría al corazón de cualquier pequeño? Y esto no es fantasía ni mito. Es pura realidad.

¿Acaso no es mayor la magia de pensar que un ser divino haya elegido confinarse a un cuerpo humano limitado y mortal para así aproximarse a sus criaturas a las que pretendía salvar?

Nos parece que la tolerancia que los adultos venimos teniendo frente a la intromisión de Papá Noel en la celebración navideña en la cultura occidental, está induciendo a un grave error espiritual a varios de nuestros niños. Lo que muchos mayores creen que aporta a la dicha de los chicos, se está convirtiendo en tropezadero espiritual para no pocos. Y ya conocemos el pensar de Dios al respecto, expresado en la Biblia: “… si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.” (Mateo 18:6 NVI)

 

En las postrimerías de este 2016, la humanidad carga sobre sus espaldas grandes dilemas no resueltos: la violencia y el terrorismo, miles de migrantes desplazados por las guerras, rupturas familiares y sus dramáticas consecuencias, hábitos de consumo desenfrenado que están contribuyendo a convertir el planeta en un gran basurero, contaminación ambiental, millones de personas que viven esclavizadas a drogas diversas, reparto desigual de la riqueza en diversas regiones del mundo, etc.

El impostor Santa Claus no puede resolver nada de ello, pues su condición se equipara a la descripción que hace la Biblia acerca de los ídolos de la antigüedad:

son… obra de manos de hombre. Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen oídos, y no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no caminan; no emiten sonido alguno con su garganta.”  (Salmo 115: 4 – 7)

En cambio, el niño-Dios cuyo nacimiento conmemoramos en estas fiestas, llegó a este mundo con todas las credenciales para ser el salvador de todos y la solución a los diversos males de la humanidad.

Mientras papá Noel no tuvo ninguna ayuda ni esperanza que ofrecer a un niño moribundo, Jesús podría asegurarle que el Padre Dios le recibiría en su regazo tan pronto partiera de este mundo. Y podría también augurarle que si sus padres confiaban fe en Él, en la eternidad se volverían a reunir con el hijo para siempre.

Al haber sido declarado “Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), el niño Dios nacido en Navidad es la única esperanza de todos aquellos que viven los horrores de las guerras, las migraciones forzadas, todas las formas de violencia y aún los dramas familiares. Hoy mismo Cristo puede traer la paz a todo corazón angustiado y en el futuro establecerá un reino justo sobre esta tierra (Isaías 42: 1 -4), poniendo fin a todas esas formas de maldad humana.

Como “Consejero Admirable” (Isaías 9: 6) Jesús es capaz de conducir hoy a la reconciliación a toda familia en condición de fragilidad en sus vínculos, sanando sus heridas internas y haciendo volver el corazón de los padres hacia los hijos y viceversa (Malaquías 4:6).  Sólo hace falta que le permitan entrar a sus vidas y gobernarlas.

Asimismo, el niño Dios nacido en Belén es un Salvador poderoso, que puede hoy día liberar de la esclavitud a todos los oprimidos por vicios como el alcoholismo, la drogadicción, el juego compulsivo o las adicciones a cualquier conducta nociva (laboral, sexual, alimentaria). Ya lo declaró en su paso sobre esta tierra:

Si el Hijo (Jesús) los hace libres serán verdaderamente libres (Juan 8:36).

Como “Juez justo” (1 Juan 2:1) Cristo va a satisfacer, sin lugar a dudas, el más hondo anhelo de justicia de todos los habitantes del planeta, cuando instaure su reino.

El niño Dios que nació en Navidad, también encarna la sabiduría de Dios (1 Cor. 1:24) y por tanto está capacitado para oficiar de guía de todo aquel que hoy día esté viviendo una vida sin rumbo, en un mundo con tantas contradicciones y falta de verdad.

Ojalá que en estas festividades seamos celosos en eliminar de nuestros hogares al impostor Papá Noel y cualquier imagen alusiva al mismo (gorros, botas, etc.), sustituyéndolo quizá por el pesebre, y pongamos énfasis en explicar a los niños de nuestras familias la astucia de satanás, quien no contento con opacar la imagen del niño Dios en la Navidad, estaría apelando a la ingenuidad del corazón infantil para posicionar a Santa Claus como mediador para hacer llegar sus plegarias a Dios.

Cristo sigue siendo el único mediador capaz de unir el cielo y la tierra, Dios hecho hombre en Belén, quien recorrió el camino hasta la muerte de crucifixión para perdonar nuestra maldad y acercarnos al Padre.

¡Buen final 2016 y bendecido año 2017!

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

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