Diálogo familiar sanador

¡Sonido y remezón!
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Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

Parte 4:

Por: Ps. Graciela Gares*

A menudo nos convoca el tema de la familia, como un ámbito de contención emocional, formador de hábitos, socializador. En esta ocasión lo analizaremos en su potencial de preservar la salud mental de sus integrantes.

En algún momento de la vida hay personas que experimentan miedo a la locura. Suele ocurrir en momentos de máxima tensión, ansiedad, ánimo depresivo. Pero solo un porcentaje muy bajo llega a desequilibrarse y requiere asistencia médica. Sufrir un desequilibrio mental serio en la actualidad supone a menudo ser apartado de la familia, ingresar forzadamente a un psiquiátrico, ser sometido a tratamientos a los cuales el enfermo no ha dado su consentimiento, recibir medicación invalidante que entontece al individuo y en ocasiones el controvertido electroshock.

Todo lo relativo a la locura es un tema difícil de abordar. Nos inquieta, genera temor, rechazo y prejuicios. La sociedad de los “cuerdos” parece querer deshacerse del que considera que está “loco”. En diversos ámbitos se habla del fracaso de la psiquiatría, una rama de la ciencia muy inclinada a enfatizar los aspectos biológicos del funcionamiento mental, dejando de lado las vivencias de la vida cotidiana. Cuando visitamos a alguien en un hospital psiquiátrico, nos impacta ver personas de distintas edades, caminando como “zombies”, mientras la medicina intenta apaciguar con químicos los síntomas de un descontrol emocional, muchas veces derivado de situaciones vitales muy difíciles que les tocó atravesar. En buena medida se acalla la voz del que sufre, cuando su salvación podría estar en poder conversar y exponer los dolores de su alma.

En estos tiempos, se intenta implementar en nuestro país un nuevo paradigma en relación a la enfermedad mental y su tratamiento, donde se apunta a reconocer a cada paciente como un sujeto con derechos, que requiere un abordaje distinto de su problemática: trato humano digno, reinclusión familiar y comunitaria, no discriminación, derecho de elección del profesional tratante y asesoría letrada, según la ley 19.529.

Como lo anunció tiempo atrás la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría en su  No. 90 (año 2004): “Las patologías mentales están aumentando tanto en los países de bajos ingresos como en el llamado primer mundo, superando en incidencia al cáncer, y situándose entre las diez primeras causas de enfermedad e incapacidad, debido, por una parte, a la proporción cada vez mayor de personas que se hallan expuestas a situaciones psicosociales adversas, con aumento de la vulnerabilidad para la enfermedad: no conseguir trabajo, estar solo y aislado por el debilitamiento de los lazos familiares y sociales, vivir en países con conflictos armados, con la consiguiente movilidad social y geográfica, situaciones de exclusión social, etc.”.

Hace muchos años, un conferencista argentino enumeró situaciones de vida que suelen favorecer la pérdida del equilibrio emocional y mental:

  • Gestación y nacimiento no proyectados ni asumidos por lo progenitores.
  • Sistemas socioeconómicos de números “perfectos” y personas “ausentes”.
  • Manos inútiles a los 40 años (desocupación).
  • Historias de “desencuentros”.
  • Objetivos cambiantes en el orden familiar, social, etc.
  • Discursos descalificadores que tiran por tierra todas las defensas del individuo.
  • “Intereses” que se sitúan por encima de “valores”.
  • Pasados funestos, futuros temibles, presentes de muerte. No poder contar una buena y coherente historia de vida personal.
  • Vidas sin vocación, sin llamado, ni trascendencia.

Pero han surgido noticias muy esperanzadoras relativas al cuidado de la salud mental. El pasado mes de marzo visitó Uruguay el Prof. Jaakko Seikkula, un experto finlandés que ha recorrido diversos países del mundo difundiendo un nuevo enfoque denominado “Diálogo Abierto”, para el tratamiento de problemas mentales graves, como la esquizofrenia, el desorden bipolar severo u otras psicosis que se acompañan de ideas delirantes o alucinaciones. Se trata de un abordaje “adaptado a las necesidades” donde se intenta brindar asistencia psicosocial y psicoterapéutica inmediata a quien sufre un brote psicótico y así evitar que éste se vuelva crónico.

El equipo de Seikkula considera que siempre hay un evento traumático en la génesis de un brote psicótico (aún en los casos de predisposición orgánica familiar) y que cualquiera podría tener un brote psicótico a partir de un estrés fuerte. Asumen que, amén de un eventual condicionamiento orgánico, incide mucho el contexto familiar, social y el consumo de drogas si lo hubiera.

Uno de sus expertos opina lo siguiente: “Las alucinaciones normalmente surgen como reacción a situaciones vitales muy extremas, rodeadas de diversos factores de presión…. Los profesionales deberíamos analizar más su origen y no solo concebirlas como síntomas de enfermedades que han de ser eliminados con medicación”.

Este abordaje es innovador. Sostienen que es importantísimo que en las primeras 24 horas desde la aparición de la perturbación mental se convoque un diálogo familiar con la presencia del afectado y demás miembros del hogar, charla que tendrá como características ser ajerárquica (sin jerarquías), atenta, respetuosa, acrítica (sin juicios), e interesada, es decir, “escuchar de tal modo que despierte en el otro el deseo de hablar”.

Durante el diálogo no se centran en los síntomas (alucinaciones, delirios, agresividad) sino en hallar el desencadenante que precipitó el desequilibrio mental. “Poner el foco en la intervención de las crisis donde se originan, puede revertir el colapso de los sistemas de salud mental”, dicen sus promotores. Promueven entonces un nuevo escenario asistencial: prefieren no hospitalizar de entrada y trasladan la intervención del hospital al hogar. Esto supone no solo el desplazamiento del equipo multidisciplinario (dos o tres profesionales) a la casa del afectado, sino que quizá también alguien del equipo deba pernoctar esa noche allí, para auxiliar y apoyar a la familia en el trato con quien se descompensó.

Las charlas en el hogar se repiten los días siguientes hasta que observan que la situación se tornó segura y controlada. Ellos asignan un rol secundario de a la medicación; el primer recurso no será medicar, ni internar, ni aplicar métodos coercitivos. Pero podrían recurrir a ello si fracasa el apoyo psicosocial. Privilegian el vínculo humano por sobre lo técnico. Los profesionales ofician de facilitadores del diálogo, no se presentan como expertos. De hecho, concurren en ropa de calle, sin las tradicionales túnicas. Evitan etiquetar o tildar de esquizofrénico, bipolar, etc. En cambio, buscan comprender para ayudar. Prefieren no hablar de pacientes psiquiátricos sino de usuarios de servicios de salud.

Los índices de recuperación que vienen alcanzando en los años de aplicación de este enfoque en Laponia, Finlandia, superan ampliamente a los que se obtienen en un hospital o clínica psiquiátrica, pues evitan la cronificación del problema. Cinco años después de haber sufrido una crisis de salud mental, los afectados no muestran signos de lo vivido, sino que estudian o trabajan y no reciben pensiones por incapacidad. Esta propuesta innovadora también ha resultado exitosa desde el punto de vista económico ya que se evitan los costos de infraestructura y personal sanitario que supone mantener a una persona internada por meses o años, o tener que pagarle subsidios por enfermedad.

La experiencia finlandesa nos deja algunas lecciones interesantes. Mientras el estado de la salud mental en Uruguay y países de la región, así como otros países europeos da cuenta de cierto fracaso de los enfoques hospitalarios psiquiátricos, farmacológicos y coercitivos, el método de “Diálogo Abierto” logra que el brote psicótico remita, contribuye a mejorar el clima familiar y no aparta al enfermo de su entorno familiar y social.

Muchos padres afirman que aprendieron a dialogar con sus hijos a partir de lo vivido durante esta experiencia. Entendemos que el papel de la comunicación verbal y gestual entre las personas, cara a cara en el espacio familiar es clave. Ni las redes sociales, ni los mejores psiquiatras o psicólogos, ni un arsenal de medicamentos logra ser tan efectivo. La falta de un diálogo intrafamiliar “sanador” nos deja en posición frágil frente a las vicisitudes del diario vivir. Conviene precisar que hablar no siempre equivale a dialogar. Puede transformarse en un monólogo descalificador de los otros. Vale entonces apropiarnos de los principios del “Diálogo Abierto”: hablar mirándonos a la cara con atención, escuchar de tal modo que el otro desee seguir hablando, intentar comprender sin juzgar.

Nos afiliamos a la idea de que más que seres biológicos que enferman, somos criaturas bio – psico – sociales y espirituales.

Consideremos ahora el tema de la locura en el contexto bíblico. Cuenta la Biblia que Saúl sufría cambios sorpresivos e intempestivos de estados del ánimo. ¿Sería bipolar? Un espíritu malo se apoderaba de Saúl, quien desvariaba furioso en su casa (1 Samuel 18:10) volviéndose muy agresivo. Quizá su desequilibrio mental había derivado de la desobediencia a Dios. En la antigüedad Moisés lo advirtió al pueblo en Deuteronomio 28:28: “Jehová te herirá con locura, ceguera y delirio”. Pero aclaramos que no toda perturbación mental hoy día tendría este origen. Job (Job 3:11) y Elías (1 Reyes 19: 3 – 4) experimentaron cuadros depresivos profundos, con ideas de muerte, a partir de distintas crisis vitales que atravesaron. Por su parte, el escritor del Salmo 119:28 expresaba: “Se deshace mi alma de ansiedad”. La terapéutica espiritual para este problema sugiere: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él porque Él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7), y “baste a cada día su propio mal” (Mateo 6:34). Hoy sabemos que la fe es un factor protector contra los trastornos mentales.

Nos entusiasma difundir el enfoque terapéutico del Prof. Seikkula, porque pone en evidencia el potencial de contención, reparación y sanidad de la célula familiar ideada por Dios. Siglos de avance del conocimiento humano no lograron crear un dispositivo más eficaz que la familia para proteger la salud mental de los individuos. Por eso los cristianos seguiremos defendiendo el núcleo familiar tradicional, en su modelo original judeocristiano, como una creación sabia de un Dios amoroso para el bien de sus criaturas.

 

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

1 Comment

  1. Nely Rivero Rocha dice:

    Super interesante Me impacto Buenisimo Gracias

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