Una sociedad contradictoria

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Parte 1:

Parte 2:

Por: Ps. Graciela Gares

Mientras estadísticas internacionales sitúan a Uruguay como un país muy estable económicamente entre los países de la región y por delante de Argentina, Brasil y otras naciones sudamericanas en el índice global de felicidad elaborado por la ONU, la tasa de suicidios no para de crecer desde el año 2010, siendo de las más altas del continente.

Si bien se cree que en otros países puede haber un sub-registro en torno a este drama social, es claramente preocupante que la cifra de uruguayos que deciden poner fin voluntariamente a sus vidas aumenta cada año, siendo considerado como el mayor problema de salud pública para las autoridades sanitarias. La cifra de auto-eliminaciones sigue superando a las muertes por homicidios y por accidentes de tránsito.

Este 17 de julio pasado volvió a conmemorarse la jornada anual de prevención de suicidios y en ella se dio difusión a las cifras del año 2022.

En el país más seguro y feliz de Latinoamérica, más de 2 uruguayos por día se quitaron la vida, doblando el promedio de la región; 823 auto-eliminaciones el año pasado, superando cifras del período de la pandemia. Casi el 80 % de ellos eran varones; en tanto las mujeres lideraron los intentos de auto-eliminación. El problema fue más crítico en los departamentos del interior del país.

El Índice Global de Felicidad de ONU toma en cuenta factores como el producto bruto interno, la percepción de corrupción, la esperanza de vida en condiciones saludables, los apoyos sociales que la población recibe y la libertad para tomar decisiones vitales. Y aunque Uruguay se sitúa en la estadística por encima de España, Argentina o Brasil, tales indicadores parecen no dar cuenta del desapego a la vida y la desesperanza que embarga a muchos compatriotas, en particular en los extremos de la vida: adolescentes y mayores de 65 años.

Es sabido que la pandemia, con el aislamientos social impuesto obligatoriamente, deterioró mucho la salud mental de la población joven, a la vez que acentuó la soledad de la población adulta mayor. Miedo, tristeza y ansiedad fueron la tónica de ese período. Para otros, la confusión y la ira por la cuarentena.

Pero ese evento dramático quedó atrás y el desapego a la vida sigue creciendo en Uruguay, un país sin guerras ni catástrofes naturales.

Esto pone en cuestión que los ingresos económicos, la expectativa vital saludable o los apoyos de la seguridad social alimenten efectivamente la esperanza para la vida de las personas. Quizá la ONU debería rever los indicadores que incluye en sus estadísticas e incorporar factores no materiales como los sistemas de creencias, la fe, el propósito de vida y la salud mental, prestando especial atención a crisis humanas como la depresión, la ansiedad y las adicciones a sustancias, por ejemplo.

Coincidimos en la multi-causalidad del suicidio, reconociendo diversos factores predisponentes:

  • Circunstancias familiares como divorcios, o incomunicación en el hogar.
  • Factores ambientales como tener antecedentes en el entorno cercano de personas que se hayan auto-eliminado.
  • Factores personales como la soledad, fracaso en el proyecto de vida, diagnóstico de enfermedades “incurables” según la ciencia humana, estar siendo víctima de bullying o acoso laboral, haber sufrido abusos sexuales, enfrentar dificultades financieras muy serias, desempleo y caída en la indigencia, recibir diagnóstico de trastorno mental no tratado adecuadamente (como bipolaridad, esquizofrenia, depresión mayor, trastorno ansioso, entre otros), enfrentar un nivel de stress intolerable para el individuo o no haber superado alguna situación altamente traumática, estar atravesando duelos difíciles como la muerte de un hijo, estar involucrado en consumo de drogas sin poder salir de ello, o caer en prisión.

Cualquiera de estas situaciones límites, si se enfrentan sin contar con una contención humana eficaz y recursos espirituales como la fe en la ayuda sobrenatural divina podrían facilitar que germinen en el individuo ideas suicidas.

Desde lo socio-cultural, todavía existen prejuicios, y en particular en la población masculina para reconocer si se está deprimido y buscar ayuda a tiempo. 

Aún existe resistencia a recibir medicación anti-depresiva, la cual si bien no resuelve los conflictos personales, contribuye a aliviar el estado de ánimo, mientras que el individuo se dirige a ámbitos de escucha y contención para buscar la salida de su situación. 

La idea que concurrir al psiquiatra “es para los locos” deberíamos desterrarla de nuestra mente. El especialista en salud mental aborda situaciones humanas difíciles pero que no tienen nada que ver mayoritariamente con la locura.

El apoyo psicológico también ha ayudado a muchas personas a salir exitosas de estas crisis. Pero quizá no esté accesible para todos aún y con la inmediatez que se requiera.

Un consejero espiritual, que sea parte de una iglesia cristiana y bíblica, puede ser un excelente recurso sin costo, para abrirse y comenzar a hablar de su estado anímico adverso y encontrar un oído que escuche y comprenda sin recriminar, que brinde apoyo y active la ayuda divina disponible para todo ser humano. La comunidad cristiana, si funciona tal como Cristo la diseñó, tiene un potencial sanador increíble para las personas aquejadas de soledad, que no encuentran ya sentido a su existencia.

El individuo con ideación suicida suele aislarse de su entorno y no hablar, lo cual compromete aún más su delicada situación.

La depresión y la pérdida del gusto por la vida son situaciones humanas por las que todos en algún momento de la vida podemos transitar; por tanto, de esto también se debe hablar. Conocidos personajes bíblicos como Elías, Job o Jonás desearon el escape de la muerte pero fueron levantados y restaurados por el Creador, y lo mismo hará Dios con nosotros si buscamos su ayuda.

A nivel oficial, las autoridades uruguayas realizan esfuerzos continuos para revertir este drama social. La Administración de Servicios de Salud (ASSE) ha dispuesto desde 2018 una línea telefónica gratuita a nivel nacional para brindar ayuda a personas en situación de crisis vital: 0800 0767 o *0767 desde celular, las 24 horas del día.

También se pueden reportar allí casos de personas que conozcamos que presenten ideas suicidas.
Asimismo, ha comenzado la implementación a nivel oficial en Uruguay del Programa “Familias fuertes” de la Organización Panamericana de la Salud. 

Este Programa busca fortalecer los lazos familiares y la comunicación entre padres y/o referentes afectivos con los adolescentes de 10 a 14 años, para prevenir conductas de riesgo como pueden ser consumo de drogas o suicidio. 

Aplaudimos estos esfuerzos llevados adelante desde el Ministerio de Salud Pública, la Junta Nacional de Drogas y el Instituto Nacional del Menor y apostamos a que se extiendan a toda la sociedad uruguaya.

No obstante, nos importa señalar dos carencias que debilitan cualquier esfuerzo para cambiar la situación que analizamos en este artículo.

  1. la ausencia de una defensa de la familia según el diseño original de Dios: heterosexual, con vínculo de compromiso y fidelidad permanente, que asegure amor incondicional a sus integrantes y apoyo en todo momento. Seguimos abogando por la creación de un Ministerio de familia en nuestro país, que brinde todo tipo de apoyo a la célula básica de la sociedad.
  2. La ausencia de una promoción de la espiritualidad, que reoriente a los individuos a reconectar con el Dios que diseñó a la raza humana como seres tri-partitos, dotados de espíritu, alma y cuerpo. El espíritu humano cuando se alinea con el Dios Creador adquiere una fortaleza que permite al individuo enfrentar aún las circunstancias más difíciles de su existencia.

El lema de las organizaciones mundiales OPS y OMS para prevenir suicidios es “crear esperanza a través de la acción”. Pero ¿cómo podrá crear esperanza el ser humano para sí mismo, siendo un ser vulnerable, finito e impotente frente a las tragedias de la vida? Necesitamos a Dios.

Tomamos las palabras de Eduardo Katz, director del departamento de Salud Mental en la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE): 

 “Otro factor muy importante es que hay muy poca adherencia a la religiosidad en Uruguayen comparación con la Argentina y Brasil, subrayando que ver al suicidio como un pecado “también genera una medida de contención y freno”.

No sólo ver al suicidio como pecado frena la acción, sino que el desarrollo de vida espiritual le abre puertas al individuo para hallar salidas a su situación desesperada y le empodera frente a las circunstancias pensando: “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Finalmente remarcamos que el incremento de  conductas  suicidas en Uruguay es una oportunidad para redoblar el trabajo para el Reino de Dios, yendo por tales individuos con el fin de intervenir a tiempo, reforzando actividades que convoquen a la población de riesgo, haciéndoles sentir pertenencia, valoración y amor, fortaleciendo los lazos de apego y contención. 

 “Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el Señor omnipotente”. (Ezequiel 18:32)

Ps. Graciela Gares Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

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