Cuida la salud de tu “segundo” cerebro

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Por: Ps. Graciela Gares*

El objetivo de las investigaciones científicas es mejorar la calidad de vida de la gente, dando respuesta a los retos que plantea la sociedad.

Por ello, queremos hacernos eco y difundir los avances científicos divulgados en la XV Jornada Científica de la Sociedad Uruguaya de Psico- Neuro – Inmuno – Endocrinología (PNIE).

Uno de los objetivos de la Jornada realizada en el pasado mes de setiembre en Montevideo fue dar a conocer los hallazgos respecto a la salud y funcionamiento de nuestro “segundo” cerebro o sistema nervioso entérico, oculto en los intestinos, y promover su cuidado.

Este cerebro abdominal estaría constituido por millones de neuronas que tapizan la musculatura lisa intestinal, siendo el encargado de producir alrededor del 95 % de la serotonina que regula nuestras emociones y nuestro humor.

Desde la antigüedad se conoce que a nivel visceral, en nuestro vientre, se asientan a menudo emociones y sentimientos.

El texto bíblico relata que cuando el joven José, después de años de ostracismo familiar pudo ver a su hermano menor Benjamín, “se le conmovieron las entrañas”. (Génesis 43:30).

También el patriarca Job, ante la desdicha de haber perdido sus bienes, su familia y su salud, experimentaba emociones que repercutían en sus vísceras:

“Mis entrañas se agitan pero no reposan” (Job 30:27).

Y todos hemos experimentado el impacto de ciertas emociones a nivel orgánico.

El nerviosismo previo a un examen, antes de hablar en público o en una situación de enamoramiento, puede provocar un cosquilleo en el estómago.

Asimismo, las angustias y los miedos pueden desencadenar una gastritis, diarrea o estreñimiento.

Las emociones negativas como el enojo, la ira, la ansiedad, los disgustos, sustos grandes, el estrés o la inseguridad también tienen su repercusión en la fisiología gastrointestinal, ya que el tracto intestinal cuenta con múltiples terminaciones nerviosas.

Dado que lo que sentimos, a menudo halla su vía de expresión en la plataforma abdominal, puede interpretarse que allí residiría “la mente que siente”.

Por su parte, el órgano tradicionalmente denominado cerebro, alojado en la zona craneal constituye el cerebro racional, sede de las funciones vinculadas al intelecto humano, es decir “la mente que piensa”.

Algunos estudiosos de este tema plantean la metáfora que el aparato digestivo cuenta con un cerebro autónomo que piensa por sí mismo al dirigir el proceso digestivo y reacciona por sí frente a los estímulos internos y externos.

El nervio vago conecta al cerebro racional con diversos órganos de nuestro cuerpo, entre ellos, la zona intestinal, constituyéndose en una verdadera autopista de la información, la que es transportada a través de la enorme red de neuronas presente tanto en el cerebro como en la pared intestinal. Se trata de un tráfico bidireccional entre el sistema nervioso central (conformado por cerebro, cerebelo y médula espinal) y el sistema nervioso entérico o digestivo intestinal.

Cerebro racional e intestinos están íntimamente ligados, por lo cual los desórdenes emocionales y el estrés suelen provocar sufrimientos gastro-intestinales diversos y viceversa: una mala salud intestinal afectará nuestro estado anímico y aún nuestra conducta como sucede en los casos de autismo. Investigaciones recientes han podido constatar que las personas con autismo sufren de mala salud intestinal crónica (intestino permeable), toxemia y frecuente parasitosis.

Este descubrimiento dio pie a nuevas terapias consistentes en cambios drásticos de dieta, suplementos alimenticios, desintoxicación y desparasitación intestinal que estarían logrando revertir conductas autistas, desconfirmando diagnósticos poco auspiciosos, según informara la Dra. Natasha Campbell, del Reino Unido.

Así mente y cuerpo muestran su simbiosis debido a esta estrechísima inter-relación.

Nuestro intestino está habitado por la microbiota o flora intestinal. Esta flora es el conjunto de microorganismos vivos que pueblan nuestro cuerpo: bacterias (positivas y negativas), virus, hongos, etc. Ellos constituyen la comunidad microbiana más importante y numerosa del cuerpo humano. Hay más de 500 especies diferentes de bacterias en el ecosistema intestinal.

Ante el flujo de información que llega al 2° cerebro o cerebro entérico sobre el estado emocional y los niveles de estrés del individuo, los microbios intestinales reaccionan ajustando la producción de sustancias orgánicas que cumplen importantes funciones en el organismo.

La dieta y sus alteraciones llegarían a moldear la comunicación entre el cerebro y el intestino.

La flora intestinal es afectada negativamente por la ingesta abusiva de azúcares refinados y edulcorantes no naturales, el consumo recurrente de antibióticos, el uso de laxantes, el tabaco, la vida sedentaria y el estrés.

Asimismo, es influenciada positivamente por la alimentación natural y saludable. Se beneficia con el consumo de micro-organismos vivos benéficos, llamados “probióticos”, que se hallan en las moras, frambuesas, arándanos y frutillas, y los “prebióticos” como la inulina (presente en el ajo, la cebolla, los espárragos y la soja). Los prebióticos son fibras no digeribles que estimulan el crecimiento de bacterias buenas en el colon.

Los yogures y leches fermentadas también promueven la buena salud intestinal.

Un desequilibrio en la composición de la flora intestinal, por hábitos de vida poco saludables, tiende a favorecer el desarrollo de diversos trastornos como la obesidad y enfermedades como el asma, alergias, colon irritable, cáncer y el autismo.

La microbiota cumple además, una importante función respecto a la inmunidad del organismo, ya que el 70 % de las células componentes del sistema inmune se hallan en la zona intestinal.

Según el médico griego, “padre de la medicina” Hipócrates (460 – 370 a. c.), todas las enfermedades empiezan en el intestino.

La flora intestinal ha sido la gran olvidada de la medicina moderna, pero investigaciones recientes han comenzado a prestarle la debida atención.

El naturópata chileno contemporáneo, el Sr. Lezaeta Acharán (1881 – 1959) vinculaba aún los desórdenes mentales (algunas formas de demencia y otros trastornos de la razón) a una grave toxemia del organismo (derivada de fiebre gastrointestinal), cuyas materias tóxicas resultantes afectarían la salud del cerebro racional del individuo.

¿Por qué nos interesa este tema a los técnicos en salud mental? Porque las investigaciones tienden a indicar que una buena flora intestinal favorecería además el bienestar psicológico.

“El cerebro intestinal desempeña un papel importante en la felicidad y miseria humanas, aunque poca gente sepa que lo tiene”, dice el Prof. estadounidense Michael Gershon, en su libro “El segundo cerebro”. Si bien no suscribimos que asegure la felicidad, creemos que aporta al buen ánimo del individuo.

En el 2°cerebro (entérico o abdominal) se produce y libera serotonina, la “hormona del bienestar”, reguladora del humor, que contribuye a contrarrestar los efectos del estrés, la ansiedad y la depresión.

Por su parte, las emociones perturbadoras generan una cascada neuroquímica negativa para el organismo.

La microbiota o flora intestinal está también asociada a la regulación del umbral del dolor, dato muy significativo para enfermedades como la fibromialgia, donde se considera que el umbral del dolor se halla alterado.

Algunas páginas científicas se han hecho eco de una investigación del Instituto de Tecnología de California según la cual ratones de laboratorio, nacidos ex profeso sin flora intestinal, presentaron conductas diferentes a sus pares, en particular, conductas autistas, mostrando dificultad para socializar.

Estos descubrimientos de la ciencia contemporánea que revelan la intrincada relación entre mente y cuerpo, entre el cerebro pensante y nuestras entrañas, no dejan de asombrarnos.

El cuerpo humano sigue teniendo profundos misterios para la mente humana. Quienes reconocemos al ser humano como un ser creado por Dios, experimentamos reconocimiento y asombro y adherimos a los dichos del salmista de la antigüedad, quien expresara:

“Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo… te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De ello estoy bien convencido!” Salmo 139:13 – 14

Este mismo convencimiento inspiró décadas atrás al grupo chileno “Intercant” a musicalizar el poema titulado “La sinfonía de mi ser”, parte de cuyo texto reproducimos a continuación, para regocijo de los lectores memoriosos:

La sinfonía de mi ser
Yo aprendí a escuchar
La sinfonía que en mi cuerpo compusiste Tú
Veo en mis órganos tus manos
Y es algo sobrecogedor
Saber que Tú estás aquí
Que Tú eres la vida que hay en mí

Te doy gracias por poder respirar
El aire que me das

Coro:

Yo te doy muchas gracias
Por haberme hecho
Como me hiciste a mí,
Yo quiero me permitas
Adorarte por la eternidad

En las entrañas de mamá
Tú me tejiste de verdad
No hay tejido que a los tuyos pueda comparar,
Y tú formaste mis riñones
Y mi cerebro es obra tuya
Mis huesos y mis músculos
Con tus manos elaboraste Tú

Te doy gracias por haberme hecho a mí
Por haberme hecho así

Coro…

Yo te doy muchas gracias
Por haberme hecho
Como me hiciste a mí,
Yo quiero me permitas
Adorarte por la eternidad

 

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

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