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Lectura: Juan 20:24-29
“No seas incrédulo, sino Creyente.” v.27
La Biblia usa el término incrédulo algunas veces para referirse a una persona que rechaza el amor de Dios y no acude en arrepentimiento para que Dios le salve. Otras veces usa el término para referirse a una persona que no tiene confianza en Dios, no le cree y duda de sus promesas. Tomás fue un discípulo del Señor Jesús. Escuchó sus enseñanzas, vio sus milagros y estuvo presente cuando Cristo corrigió la incredulidad de muchos. Hacía unos
días, Jesús había sido muerto en la cruz y sepultado. Los discípulos observaron todo eso, pero se olvidaron completamente de las palabras de Jesús cuando les dijo que resucitaría al tercer día.
Ellos estaban sumamente tristes y al parecer nada les haría regresar el ánimo. La verdad es que Jesús resucitó de los muertos y comenzó a presentarse a sus discípulos en varias ocasiones comenzando con algunas mujeres. Cuando ellos estaban reunidos, Jesús se puso en medio de ellos y les animó. Pero, sabemos que Tomás no estaba con ellos y cuando le contaron lo sucedido, él se llenó de incredulidad. Incluso, retó a sus compañeros y les dijo
que solo creería que Jesús resucitó si veía pruebas muy claras.
Jesús se las dio y finalmente Tomás creyó. Jesús expresó una de las declaraciones más impactantes cuando dijo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. No debemos dudar de la existencia de Dios ni de lo que puede hacer a nuestro favor. Dios sigue haciendo milagros, administrando justicia y atendiendo el dolor de los que sufren. Asimismo, está salvando a muchas personas que parece que son muy malas.
Javier Huamán Tornero, Perú
Felices los que no ven y creen