¿Consumiría Ud. alimentos sintéticos?

Fidelidad divina
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¿Contento? ¿Con qué?
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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

Parte 4:

La nutrición es la columna vertebral de la vida humana. Un viejo aforismo dice que “somos lo que comemos”. Hipócrates, el padre de la medicina decía: “Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”, aludiendo al vínculo estrecho que existe entre nutrición y salud.

Con la actividad vital diaria se produce un proceso de desgaste orgánico y para seguir vivos necesitamos reponer nutrientes a través de la alimentación. Por ello, el tema  de la nutrición nos atañe a todos.

Tradicionalmente, la mujer ha sido la referente en el hogar velando por la alimentación de su familia. Ella elige, programa y prepara el menú familiar, la vianda de sus hijos para el colegio, y aún la que lleva ella o su esposo al trabajo.

Los alimentos también están presentes cuando la familia o amigos se reúnen en ocasiones festivas o cuando estamos cuidando a un familiar enfermo y deseamos que su organismo se fortalezca frente a la enfermedad.

Nuestro estilo de vida ha ido cambiando con el transcurrir del tiempo y el tipo de alimentación también.

Desde la revolución industrial, la mujer comenzó a trabajar fuera del hogar y debió apelar a la compra de comidas ya elaboradas para el consumo familiar.

Las comidas manufacturadas por la industria a partir de productos naturales requieren de algún proceso tecnológico, quizá para su conservación en las góndolas, para hacer más apetecible su presentación, o realzar su sabor. Ello supone el agregado de sustancias químicas como colorantes, conservantes, estabilizantes, grasas, sodio, azúcares refinados, etc., perjudiciales para la salud.

Pero la incursión de la tecnología se ha vuelto más osada y la ciencia ha anunciado recientemente  la existencia de experimentos para producir alimentos sintéticos.

El pasado mes de setiembre, nuestro país fue sede del 8vo. Simposio Internacional de Innovación y Desarrollo de Alimentos, celebrado en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay y definido por sus organizadores como el “evento de referencia en ciencia y tecnología de alimentos a nivel regional”.

Congregó a académicos expertos de diversos países del mundo, quienes vinieron a presentar y debatir sobre las últimas investigaciones científicas en la materia.

Así nos enteramos que, mientras muchos nutricionistas están abogando por el retorno a la alimentación natural, sin químicos, y de ser posible cultivada por el propio individuo en su casa en huertas orgánicas, hay otros intereses que se mueven y se preparan para comenzar a producir alimentos sintéticos en los laboratorios.

No se trata de nutrientes naturales a los cuales se les adicionan químicos diversos o se conservan en ambientes de atmósfera controlada para que no se estropeen. Tampoco son transgénicos, ni productos genéticamente modificados, sino que estamos ante las primeras versiones de carne y leche elaborados “in vitro”, fuera del cuerpo de un animal.

La bioquímica argentina María Cristina Añón lo explicaba así:

“Hay dos o tres estudios sobre leche y sobre clara de huevo, pero recién están en etapa de laboratorio para tratar de hacer leche sin animales y clara de huevo sin animal”. Creando artificialmente la secuencia de ADN de una vaca por ejemplo: “la arman y la insertan transitoriamente en un microorganismo vivo, una levadura” por ejemplo, la cual comenzará a producir proteínas lácticas. Ello permitiría por ejemplo, crear un queso vegano, sin el concurso de un animal.

Poseyendo la clave del ADN se podría hacer crecer células musculares en un medio adecuado para producir carne.

 

Los experimentos se impulsan con el argumento que la producción masiva de alimentos sintéticos podría calmar el hambre en algunas zonas del mundo, por ejemplo, África.

También se invoca el incremento de la población mundial (que hoy supera los 7.000 millones de habitantes), la probable escasez de agua y/o de tierras para cultivar en el planeta Tierra, los gases de efecto invernadero que generaría la cría de ganado en el campo y cuyo impacto ambiental se reduciría en caso de conseguirse carne elaborada en laboratorios.

También se esgrime la defensa de los animales por parte de quienes se oponen al sacrificio de éstos para el consumo humano.

Si bien son argumentos atendibles, nos preguntamos: ¿el cuerpo humano sabrá reconocer y aprovechar las sustancias sintéticas o las tomará como elementos extraños a su biología?

¿Qué secuelas dejarán tales sustancias en el organismo humano?  Ello aún no ha sido estudiado.

¿Se justifica que nos desconectemos tanto de lo natural?

¿Es posible que el planeta no dé abasto para  sostener y nutrir a toda la humanidad o estaremos más bien ante un eco-sistema mal administrado por el gobierno humano?

Hay indicadores que advierten que la riqueza hoy se halla concentrada en pocas manos, que existe una “epidemia” de obesos en algunos países desarrollados y paralelamente hambre y desnutrición en otros infra-desarrollados, que toneladas de alimentos se destruyen anualmente tirándolos al mar, que hay extensos mono-cultivos innecesarios como celulosa o soja que restan superficie a una mayor producción alimentaria agrícola-ganadera.

Si se corrigieran estas desigualdades irritantes y contando con la natural alternancia entre nacimientos y decesos, la sustentabilidad de la humanidad estaría asegurada y los argumentos esgrimidos en favor de una alimentación sintética caerían por sí solos.

Nos gusta pensar que cuando Dios indicó a la raza humana que crecieran y se reprodujeran, no tuvo ningún error de cálculo respecto a su sustentabilidad en el planeta.

Dios formó al hombre del polvo de la tierra y acto seguido le prescribió cuál sería su nutrición:

“A ustedes les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso les servirá de alimento.” Génesis 1:29. “Pueden comer todos los animales y verduras que quieran” Génesis 9: 3.

Desde allí el ser humano quedó en dependencia directa de la naturaleza. En ella (y no en las fábricas o los laboratorios) están los nutrientes que nuestro cuerpo necesita, los que puede reconocer y asimilar. A través del consumo de vegetales, agua pura y productos animales nuestro organismo se provee de vitaminas y minerales (calcio, fósforo, potasio, cloro, sodio, magnesio, etc.) que toma de la naturaleza. Con ellos se asegura la regeneración celular y el cumplimiento de todas las funciones vitales básicas para la vida. No es mera coincidencia que iguales elementos químicos se encuentren en la tierra y en el cuerpo humano.

La invención de alimentos sintéticos nos resulta preocupante porque sabemos que la salud es el resultado directo de la calidad de los nutrientes que uno ingiere.

Lo que comemos puede oficiar de nutriente y de medicina o puede ser agente de intoxicación y muerte.

De allí que muchos naturistas están reclamando el retiro de las industrias del campo de la alimentación y el retorno a la elaboración hogareña de las comidas para eludir la ingesta de múltiples aditivos químicos que la industria debe necesariamente incorporar a sus productos. El sistema depurativo del organismo tiene que lidiar luego para deshacerse de ellos y así evitar la toxemia que supone su presencia en nuestro organismo.

Uruguay acaba de ser sede de una Conferencia Mundial sobre Enfermedades no Trasmisibles o crónicas (cardiovasculares, respiratorias, degenerativas y diabetes), promovida por la OMS. Las dolencias mencionadas son causantes de más del 60 % de la mortalidad en el planeta.

El presidente uruguayo Dr. Tabaré Vázquez, hablando en dicha Conferencia en su calidad de médico afirmó que las industrias de alimentos y bebidas ultra-procesadas “producen un daño enorme a la salud de nuestra gente”.

La gran mayoría de las llamadas “enfermedades de la cultura o no trasmisibles” que nos aquejan tienen relación con la presencia de toxemia en el organismo.

Pero la industria, en vez de promover la alimentación natural, planea – con el auxilio de la Academia-, aventurarse aún más en la manipulación de lo que ingerimos.

Sin dudas, la manufactura de alimentos a nivel masivo y en ambientes artificiales puede ser un negocio atrayente y muy redituable. Grandes capitales a nivel mundial estarían involucrados en la innovación de alimentos sintéticos que se pretende lanzar al mercado.

¿Los Estados estarán a la altura dela demanda para controlar a las empresas con fines de lucro que se involucren en la producción de comestibles sintéticos?

A los mismos investigadores les preocupa el uso que el hombre llegue a hacer de las tecnologías que se utilicen y señalan que se deben mantener muy altos los parámetros éticos.

¿Se podrá concluir que estamos ante un “adelanto” científico o se trata de un experimento de la ciencia humana que luego deberá dar marcha atrás?

Por tanto, es preciso ser consumidores informados, críticos y alertas.

Hoy asistimos a un endiosamiento de la tecnología. Sus avances nos asombran e impactan y reconocemos que estamos ante una muy valiosa herramienta para facilitar la vida humana. Pero también advertimos que pueden suponer daños encubiertos.

La Biblia no es un libro de ciencia pero contiene afirmaciones que la ciencia humana no debería pasar por alto. Es el único libro sobre la tierra que responde fehacientemente a la pregunta: ¿De dónde venimos? Al establecer el origen del universo, del ser humano y demás seres vivos, le ha fijado el marco de referencia a la investigación científica.

Abogamos por una ciencia que reconozca el diseño de Dios en la naturaleza y se aboque a estudiar y re-establecer el orden natural de lo creado. Que estudie como des-contaminar los mares, el aire, como volver a los cultivos naturales orgánicos, como crear entornos naturales saludables en las grandes ciudades, etc.

Y miró Dios lo creado y vio que todo era muy bueno” (Génesis 1:31)

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