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“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría”. v.12
Este versículo me hace recordar a un anciano de la iglesia a la que asistía cuando era niño en la ciudad de San Juan de la Maguana. En cada cumpleaños el hermano Enrique pedía un cofre, y frente a la congregación, se disponía a depositar monedas según el número de años
que había cumplido mientras el público iba contando lentamente: 75, 76, 77, 78… A veces era divertido, pero al pasar el tiempo se tornó aburrido, porque no tenía sentido alguno. Ya siendo adulto, llegué a conocer a otro hombre que contaba el número de sus nietos como si hubiesen sido logros personales, casi trofeos… y tampoco esto tenía mucho sentido.
El salmista está pidiendo al Señor que le enseñe a él y a su pueblo a contar sus días con propósito: “…de tal modo… que traigamos al corazón sabiduría”, recalca. Y eso requiere, en primer lugar, estar conscientes de la brevedad de nuestro tránsito por esta tierra. La eternidad es nuestro destino final. En segundo lugar, contar bien nuestros días implica invertirlos en los bienes eternos: buscar a Dios con sinceridad de corazón, amarlo a Él por encima de todas las cosas, y amar a las personas por las que Cristo dio su vida en la Cruz.
Todas las cosas terminarán en nada a la hora de partir de este mundo. Lo único que permanecerá es lo que hayamos hecho para Dios, a fin de que otros lleguen a conocer a Cristo y ponerse a Su servicio.
J. Abel Ramírez, República Dominicana
Más vale vivir pocos años con sabiduría, que vivir cien años sin inteligencia