Ni olor a humo
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“… os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” v.15
Es una dicha estar rodeado de personas que nos estiman. Aquellas que se preocupan por nosotros y que siempre llegan en el momento justo para extendernos la mano. Las que dan el consejo que realmente necesitamos cuando no sabemos qué hacer, y se hacen presentes sin importar cuánto tengan que sacrificar para darnos su apoyo.
Eso nos hace sentir felices y un gozo inexplicable se apodera de nuestro ser, y no es solo por saber que cuentas con personas que te valoran, sino porque se toman el tiempo para pensar, orar y hasta acompañarnos en nuestro día a día.
La Palabra de Dios hace referencia de un amigo de gran valor: Jesús, quien nos pide que permanezcamos en su enseñanza e imitemos su comportamiento. Si lo hacemos, él permanecerá en nosotros, y si hacemos que cada una de sus palabras forme parte de nuestro ser, podremos pedir todo lo que queramos, lo que necesitemos y será hecho.
Dios, su Padre, nos amó tanto que lo entregó para que muriese por cada uno de nosotros. Jesús nos mostró en la cruz que también nos amaba. Él fue obediente, no se negó a cumplir la voluntad del Padre.
Solo nos pide que permanezcamos en su amor y guardemos sus mandamientos. Su gran ejemplo quedó escrito en la Palabra de Dios para que el gozo que estuvo en Jesús esté también con nosotros, e igualmente, podamos cumplir el mandamiento de amar a otros como Jesús lo hizo con nosotros.
Jenniffer Montserat Pinto, Venezuela
¡Jesús me considera su amigo!