Alimentación y cultura

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Por: Ps. Graciela Gares*

La cultura es resultado del quehacer humano. Se la define como el conjunto de conocimientos y saberes acumulados por la humanidad a lo largo de milenios de historia. La cultura pauta nuestras costumbres al vestirnos, relacionarnos con los demás, y aún al alimentarnos.

La cultura cambia. Por eso, nuestras costumbres alimentarias difieren mucho de las que practicaban nuestros abuelos o bisabuelos. Las comidas caseras, elaboradas con ingredientes naturales –a veces cultivados en pequeñas huertas hogareñas-, condimentadas con especias aromáticas, han cedido su lugar a los alimentos industrializados, conservados y coloreados químicamente, saborizados con sal en abundancia, almacenados en cámaras de frío y que luego en el hogar calentamos en microondas.

En los primeros capítulos de la Biblia –en el libro de Génesis- se nos cuenta que Dios creó al ser humano formándolo a partir del polvo de la tierra.

Previamente, el Creador había preparado el escenario para la vida humana: una naturaleza rica, vasta, generosa para producir innumerables especies de frutas, legumbres y verduras en las que el hombre podría hallar los minerales, vitaminas, proteínas y todo nutriente necesario para la vida.

Dios dijo a nuestros primeros padres:

“Miren, a Uds. les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso les servirá de alimento”. (Génesis 1:29).

Una atmósfera limpia y ríos de agua cristalina le aportarían el oxígeno y el agua para beber. Y si algún quebranto sufriera la salud del hombre, Dios no olvidó hacer crecer plantas medicinales. Quizá pocos nos demos cuenta que la pauta alimentaria inicial establecida por Dios era vegetariana.

No es de extrañar que la especie humana de aquel tiempo alcanzara a vivir varios centenares de años sobre la tierra, hasta que por el incremento de la maldad Dios limitó la vida humana. (Gén. 6:3)

Luego del diluvio Dios habilitó a sus criaturas humanas para consumir carne:

“Pueden comer todos los animales y verduras que quieran. Yo se los doy.” (Gén. 9:3)

Miles de generaciones transcurrieron sobre la tierra y la naturaleza no ha dejado de brindarnos los nutrientes que Dios especialmente preparó para nuestro cuerpo.

Pero el hombre postmoderno – que desconoce a su Creador -, reniega de lo natural y busca lo artificial para comer o calmar su sed.

Y los comerciantes, guiados por el fin de lucro, saben explotar bien ese error humano. Su negocio apunta fundamentalmente a estimular el sentido del gusto, generando sensaciones placenteras en el consumidor a través de comestibles que no nos alimentan.

Otras industrias con fines de lucro se han desarrollado a raíz de nuestro apartamiento de la pauta alimentaria natural dada por Dios: la industria de los medicamentos (que recoge ganancias millonarias) y la de los complementos alimentarios.

A su vez, el apartamiento de la alimentación natural trajo de la mano las llamadas “enfermedades de la cultura”: obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedades autoinmunes. Debido a ello los centros de salud se saturan de enfermos de todas las edades y como lo expresara un experto en medicina natural, la proliferación de hospitales y centros de salud jamás será signo de progreso de un pueblo.

En este contexto, aumentaron mucho los casos de uruguayos, aún niños, que padecen obesidad.

Muchos adultos inician dietas todos los veranos y cuando las abandonan reaparece el sobrepeso, pues vuelven a comer de modo insano.

En particular, se ha estudiado como causa de la obesidad el fenómeno de la “adicción a los hidratos de carbono refinados”, es decir, al consumo de harinas y azúcares refinados. Panes, bizcochos, sándwiches de miga, dulces, helados, bebidas carbonatadas lideran la lista de comestibles de alto consumo, poseyendo muy bajo poder nutricional ya que suministran solo calorías. Las harinas y azúcares que los componen han soportado procesos de refinación que les despojaron de su potencial nutritivo.

Investigaciones en curso en distintos países están señalando que el consumo constante de carbohidratos refinados produce sensaciones placenteras de corta duración. Al cesar el consumo, el estado anímico de quien los consume decae al nivel ansioso o depresivo anterior a la ingesta, por lo que el individuo siente la necesidad de volver a ingerirlos, iniciando así un ciclo adictivo. Un muy importante número de personas obesas se han vuelto adictas a los carbohidratos refinados. Cuando el consumo de azúcar se introdujo en la Grecia antigua, se la consideraba una sustancia psico-activa, por lo que su uso estaba restringido.

En la cultura actual solemos comer para cambiar momentos anímicos adversos (frustraciones, tristezas, ansiedades), en lugar de hacerlo para satisfacer el hambre real.

Y el sistema publicitario saca partido de esa debilidad nuestra. Por ejemplo, todos conocemos la publicidad en la que se asocia a la felicidad en la mesa familiar, el consumo de una bebida gaseosa de venta masiva. Esa falacia ha recorrido el mundo entero.

En el contexto de una cultura hedonista –que procura el placer a toda costa-, lo planteado es difícil de contrarrestar. Pero el placer a corto plazo no equivale a la felicidad del ser humano.

Según Dios, la felicidad no resulta de lo que consumimos, sino de cómo vivimos. Múltiples citas bíblicas lo afirman:

  • Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados (Salmo 1: 1,2)
  • Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. (Salmo 32:1)
  • Feliz el hombre que confía en el Señor (Salmo 40:4)
  • Dichosos los que reconocen su necesidad espiritual (Mateo 5:3)
  • Dichosos los que tienen compasión de otros. (Mateo 5:7)
  • Dichosos los que procuran la paz. (Mateo 5:9)

Ojalá podamos reconocer la sabiduría de Dios y volvamos a la naturaleza buscando su provisión para nuestros cuerpos, al tiempo que tomemos también de El su provisión para nuestra alma.

* Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 hs.

1 Comment

  1. xochitl gonzalez almada dice:

    Alguien dijo lo bueno cuando breve doblemente bueno paréntesis no sé manejar signos de la computadora qu,e manera tan acertada de enfocar el problema de la gula en la actualidad que en mi país ha r4edundado creo en un primer lugar de gente obesa

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