Activismo por los animales

La catedral de Notre Dame
1 noviembre 2019
Villano
6 noviembre 2019
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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

Parte 4:

 

Gana adherentes entre adolescentes y jóvenes a nivel mundial el activismo animalista. Este movimiento está presente en países como Uruguay, Argentina, México, España, Reino Unido y Escandinavia, entre otros. Sus militantes se definen como defensores de los derechos de los animales y suelen increpar al mundo adulto diversas prácticas que consideran injustas, como las corridas de toros, las jineteadas, el cautiverio en zoológicos, el abandono de mascotas o el maltrato de bestias utilizadas para el trabajo de campo o el transporte. En algunos, esto va más allá de una simple postura y constituye una cultura ética, ya que han adoptado el veganismo como modo de vida, modificando su forma de alimentarse y aun de vestirse. No comen ningún tipo de carne o alimento de origen animal, dejan de usar prendas de cuero o de lana y evitan consumir cualquier producto que haya sido testeado en animales (por ejemplo algunos cosméticos).

Los animalistas pretender ser la voz de los animales, abogando por un mundo más justo para estos, en el cual cada Estado se haga cargo de su protección. Entre sus postulados está liberar a los animales de jaulas o lugares de cautiverio como los zoológicos, granjas o criaderos y volverlos a su hábitat natural o a los llamados santuarios. Postulan que el consumo de carne por parte de los seres humanos expone a otros seres vivos a un sufrimiento innecesario argumentando que es injusto matar para comer. Algunos aun sostienen que ordeñar una vaca o extraer miel constituirían formas de explotación hacia los animales. Refuerzan su argumentación diciendo que comer carne enferma y que además, no es imprescindible para la nutrición humana.

En países como Uruguay y Argentina, con larga tradición ganadera, los animalistas están teniendo enfrentamientos con miembros de las asociaciones de productores rurales, debido a que han irrumpido en sus exposiciones, ingresando al ruedo con pancartas difundiendo sus ideales. Quizá lo más llamativo en nuestro país ha sido una práctica (ya presente en otros lugares) de efectuar vigilias junto a los camiones cargados de animales que van rumbo a los frigoríficos para ser sacrificados. Allí los activistas se esmeran por expresar su compasión por los animales, yendo a despedirlos aún a tempranas horas de la madrugada. Su demostración de empatía ha sido tal que, según registra la prensa, se ha visto a animalistas llorando en esa instancia. En otras culturas han asumidos actitudes aún más beligerantes, llegando a interceptar camiones de ganado en los puertos, para impedir que sean exportados para consumo en otros países. También se han verificado conductas extremas, como por ejemplo, realizar escraches en restaurantes con parrillada, donde se utiliza carne en el menú.

Tratando de interpretar este fenómeno en su contexto, advertimos que este movimiento compasivo hacia los animales surge en el marco de una realidad social de avanzado deterioro de los vínculos humanos, caracterizado por la fragilización de la célula familiar, disolución de matrimonios, segmentación social y auge de abortos. Muchos de estos jóvenes activistas son parte de una generación que ha crecido sin la debida contención familiar, y es probable que su repliegue vincular hacia el mundo animal tenga alguna conexión con su frustración con los vínculos humanos. Asimismo, sorprenden mucho los errores ideológicos en los que incurre la mente humana cuando desconoce a Dios como creador de nuestra existencia y prescinde de Su guía para analizar la realidad.

El activismo animalista tiene un sustento ideológico por lo menos cuestionable, ya que se fundamenta en dos errores:

En primer lugar, asumen que hombres y animales pertenecen a una misma especie, y por tanto hablan del animal humano y del animal no humano. Si conocieran la verdad revelada por Dios sabrían que hombres y animales no son lo mismo. Claramente el relato de la creación define que Dios creó distintas categorías vivientes: plantas, animales o bestias y seres humanos (Génesis 2). En su diseño, Dios asignó a cada especie sus atributos. Solo el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27) y con un status superior según surge del texto bíblico:

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar” (Salmo 8:4-8).

Ser hombre constituye una forma de vida superior; apenas inferior a la angelical. Pero ello conlleva mayores responsabilidades, entre ellas la de cuidar de las demás formas de vida que existen sobre el planeta. Los humanos se diferencian esencialmente del mundo animal en que éstos últimos no poseen razón, ni conciencia de sí mismos, ni espiritualidad. Y el Creador, en su soberanía, decidió someter a los animales bajo la autoridad del hombre. Esta autoridad no supone despotismo, ni abuso, ni crueldad. No vacilamos en reconocer que los humanos cuando nos rebelamos contra quien nos diseñó solemos volvernos muy crueles con toda la creación, incluidos los seres irracionales, y esto es muy mal visto por Dios ya que ataca a Su obra. Dios mismo condena la crueldad hacia las bestias y la considera injusta: “El justo cuida de la vida de su bestia; más el corazón de los impíos es cruel” (Proverbios 12:10).

El segundo error de estos activistas estriba en que asumen que la vida del animal y la del hombre comparten un mismo fin. La verdad revelada por Dios contradice tal premisa. Mientras el hombre (en sentido genérico) fue creado para ejecutar las obras de Dios y traerle honor y gloria a Él, las plantas y animales fueron diseñados para nuestro sustento o manutención. A través de las plantas el ser humano obtiene minerales y nutrientes que están en la tierra y que necesita incorporar a su cuerpo para mantenerlo vivo. También los animales se sustentan de las plantas y nadie pensaría que se trata de una explotación injusta o un acto de crueldad hacia el reino vegetal que un animal coma pasto. Los animalistas parecen ignorar la existencia de una cadena trófica que opera en la naturaleza y consiste en que una especie es utilizada como alimento por otra especie: las aves de corral comen gusanos, los osos hormigueros se nutren de hormigas, las ranas atrapan insectos para su nutrición, etc. Utilizar a otra especie, ya sean plantas o animales para la nutrición no puede entenderse como un acto de crueldad.

El texto bíblico habilita expresamente el consumo de carne de animales ya sean terrestres o marinos como alimento humano (Génesis 9:3). Recordemos que Jesús (el hombre perfecto) alimentó a una multitud hambrienta en base a pan y pescado. A su vez, la pascua del pueblo israelita, según le fue ordenada por Dios, consistía en comer cordero. También Dios dispuso que antes de que Cristo consumara su muerte redentora a favor de la humanidad, los pecados se expiaran mediante el sacrificio de animales en el templo. El uso de animales para ayudar al hombre en el trabajo también está validado en el texto bíblico. Y por si estos ejemplos no bastaran, observamos que Jesús dio un fin utilitario a los animales al ingresar a Jerusalén montando en un burro (Marcos 11:7). Es innegable a la luz de estos ejemplos que la especie animal fue diseñada y puesta al servicio de la raza humana, hecho que los animalistas pretenden ignorar.

Ello no supone ningún despropósito. Dios mismo se revela como un Ser protector de los animales ya que Él los diseñó y los sustenta: “Todos [los animales] te siguen esperando para que les des su alimento a su tiempo. Lo que les das, ellos lo recogen. Abres tu mano… se satisfacen con cosas buenas” (Proverbios 30:24).

El mismo Creador se ocupó de establecer leyes a su pueblo terrenal, Israel, para el bienestar de sus bestias:

  • Tendrían un día de descanso semanal de sus labores, al igual que el hombre (Éxodo 23: 12)
  • Cualquier animal que estuviera en apuros debía ser socorrido de inmediato aunque fuera propiedad de un enemigo (Lucas 14:5)
  • No se le debía impedir a un buey que trabajara en el campo que comiera durante la labor (Éxodo 23: 5)
  • Les prohibió cargar desmedidamente a una bestia (Deuteronomio 25: 4)
  • Dios salió en defensa de la burra del profeta Balaam cuando él la castigó injustamente (Números 22:32)
  • Cuando pensaba destruir Nínive, Dios sintió compasión también por los animales: “¿No debería yo sentir lástima por Nínive la gran ciudad, en la cual existen más de ciento veinte mil hombres que de ningún modo saben la diferencia entre su mano derecha y su izquierda, además de muchos animales domésticos?” (Jonás 4:11)
  • Jesús por su parte, declaró que Dios desde el cielo está atento a cualquier vicisitud que experimente el más insignificante pajarillo, afirmando que ni un gorrión cae a tierra sin el conocimiento de su Padre (Mateo 10:29)

Como imitadores de Dios, es bueno mostrar un cuidado solícito por todos seres vivos, pero sería un extravío absurdo elevar a los animales a la misma categoría que los humanos. Dudemos de cualquier ideología que pretenda “enmendarle la plana” a Dios. Él espera que le amemos a Él por sobre todas las cosas, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero no se nos convoca a amar a las plantas ni a los animales, sino a tener con ellos un cuidado responsable y compasivo.

 

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

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