Proteger el recinto sagrado de la mente

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Los nombres de Dios
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Por: Ps. Graciela Gares*

Parte 1:

Parte 2:

Parte 3:

La ciencia y la tecnología ocupan un lugar preeminente en nuestras vidas en este siglo XXI; celulares o smartphones, drones, alarmas y diversos dispositivos electrónicos hoy nos resultan familiares. Los drones son comunes para video-vigilancia, fotografía y filmaciones, búsqueda de personas, relevamiento de terrenos, fumigación en la agricultura, entre otros usos. 

Y el reciente conflicto en Medio Oriente exhibió un despliegue de alta tecnología aplicada al campo militar, donde los misiles eran interceptados en el aire por la cúpula de hierro del ejército israelí. Esto supone un cambio profundo y revolucionario en la forma de combate, en relación con las guerras o conflictos armados de antaño. Gracias a la tecnología hoy se habla de guerras “de precisión”, donde el blanco enemigo es alcanzado con exactitud y en tiempos reducidos.

Un capítulo aparte merece la tecnología médica, aplicada a los procesos de diagnóstico y tratamiento en el ámbito de la salud: tomógrafos, cirugía robótica, desfibriladores, eco-cardiógrafos, etc. Algunos artículos científicos dan cuenta de ensayos para lograr implantar dispositivos en el cerebro de quienes padecen enfermedades tales como el parkinson, el alzheimer o la epilepsia, para corregir en alguna medida ciertas disfuncionalidades que estos pacientes sufren. Los beneficios de este desarrollo de la ciencia pueden llegar a ser incalculables e impactantes. Quizá por ello, tenemos cierta tendencia a dar la bienvenida a toda innovación científica. No obstante, como dice el texto bíblico, es preciso examinarlo todo y quedarnos con lo bueno. (1 Tesalonicenses 5: 21)

Como toda obra humana, los avances de la ciencia y la invasión de la tecnología en nuestras vidas suelen encubrir ciertos perjuicios.  Algunos de ellos son: la adicción a los celulares y el consecuente aislamiento social, el sedentarismo y sus repercusiones en la salud músculo-esquelética, la exposición a radiaciones nocivas y el reemplazo de puestos de trabajo por equipos robotizados, entre otros. Ni que hablar de la des-humanización de la medicina, donde el médico emplea apenas unos minutos en entrevistar al enfermo y en cambio prescribe múltiples estudios que lo exponen más tiempo al contacto con la máquina que al vínculo humano con el facultativo. De allí la necesidad de ser críticos, evitando “endiosar” a la tecnología y asumiendo que no todo avance científico será usado constructivamente.

En este convulsionado 2021, que va transcurriendo entre los coletazos de la pandemia y el conflicto en Medio Oriente, quizá pasó desapercibida para muchos una noticia proveniente de Chile, donde se informaba que el gobierno de ese país contemplaba la necesidad de anticiparse a establecer límites precisos, para que el avance de la ciencia y la tecnología no violente la integridad psíquica del ser humano. En particular, se habla de un Proyecto de Ley a estudio del Parlamento chileno, para proteger al cerebro humano de una eventual manipulación tecnológica o de una intervención sin consentimiento del individuo.

Quizá nos preguntemos: ¿es ello probable?

Lo cierto es que, lo que vimos en algún momento en ciencia ficción, estaría muy próximo a hacerse realidad. El sagrado recinto de la mente humana correría peligro de ser vulnerado por aplicaciones de la neuro-tecnología sobre el órgano rector de la conducta del hombre. De hecho, ya se realizaron experimentos con animales (ratas) a los cuales se les han implantado imágenes en su cerebro.  Científicos referentes en la materia señalan que, de materializarse la posibilidad de intervenir en los procesos químicos del cerebro humano, estimulándolos o inhibiéndolos, se podrían alterar las decisiones y la conducta del individuo, por lo que es necesario tomar recaudos al respecto. 

Nuestro cerebro regula nuestra conducta, pensamientos, decisiones, relaciones con los demás, expresión de los afectos como el amor o la agresividad, emociones, empatía, memoria, imaginación, evaluación de riesgos, y define también nuestra personalidad.  Es un órgano complejo e impenetrable para muchos. Es el sustrato físico de la mente humana. Cualquier intervención externa sobre ese órgano que no persiga objetivos terapéuticos acordados con el individuo en pleno uso de sus facultades, puede resultar dramática.

Ello nos remite al campo de la “neuro-ética”, una disciplina de reciente desarrollo que estudia las implicancias éticas de las investigaciones e intervenciones de la medicina en torno al cerebro y sistema nervioso, y por ende, sobre la calidad de vida del hombre. La neuro-ética intenta analizar y describir códigos de conducta que contrarresten el peligro del avance científico en la manipulación del cerebro humano y el riesgo que entraña de transformar a un individuo en una marioneta o en un ser idiota, cuyo pensar y actuar sea programado desde el exterior de su mente. Es bien conocido por todos que el uso indiscriminado de la farmacología psiquiátrica (ansiolíticos, anti-psicóticos) puede convertir a un individuo en un zombi, que no discierne ni encara sus conflictos a fin de resolverlos con la guía del consejo de Dios. 

Las amenazas que se ciernen sobre el cerebro humano ahora son otras. Se habla del uso de micro-chips o neuro-prótesis cerebrales (interfaz cerebro-computador). Éstas últimas serían útiles para asistir, por ejemplo, a enfermos con parálisis, o para potenciar cognitivamente a individuos con retraso mental. Pero si se usaran para otros fines, como crear un super-hombre o controlar a un grupo humano, serían nefastos. Esto ha requerido apelar a nuevas normas legislativas humanitarias denominadas “neuro-derechos”, destinadas a proteger la privacidad e integridad mental y psíquica de las personas, ante un posible uso abusivo de las neuro-tecnologías en el campo de la medicina.

Las neuro-tecnologías han sido definidas como “el conjunto de dispositivos, métodos e instrumentos no farmacológicos que permiten una conexión directa e indirecta de dispositivos técnicos al sistema nervioso del ser humano”.  Podría tratarse de sistemas de registros cerebrales, invasivos o no, que pudieran ser utilizados para tomar datos de nuestra actividad psíquica y ejercer alguna influencia sobre ella.

Admitamos que no siempre la ciencia ha transitado por la vía de lo moral, lo ético o lo altruista, y que muchas veces ha operado al servicio de fines moralmente controversiales como el aborto, la eutanasia, pesticidas o plaguicidas que contaminan gravemente la naturaleza, alimentos genéticamente modificados, etc. La eventualidad de que se extraiga información o “neuro-datos” de nuestro cerebro, violando la intimidad de los registros allí almacenados o se pretenda implantar información nueva,  afectando el poder de decisión del hombre sobre su propio destino, puede implicar una amenaza grave e inminente, dado la velocidad del desarrollo de la neuro-tecnología y la inteligencia artificial, las cuales van por delante de la sociedad.

Es que la ciencia, como cualquier otra disciplina humana debe enmarcarse en parámetros éticos o morales que le establezcan límites. Ciencia es el nombre genérico dado a las distintas ramas del saber humano, en particular las que tienen como objeto de estudio el mundo natural, físico o tecnológico. ¿Cuáles es el propósito de la ciencia? Es la búsqueda del conocimiento, para lo cual investiga, se formula hipótesis y analiza datos para arribar a conclusiones. En tanto, la tecnología se aboca a la invención de materiales o ideas que satisfagan necesidades de la gente.

¿Cómo avanza la ciencia? La ciencia obtiene conocimientos objetivos y verificables a través de la observación y la experimentación e intenta explicar principios y causas de los hechos que observa. Hasta ahora la ciencia médica ha logrado manipular el cuerpo humano. Es preciso velar evitando que la meta ahora sea manipular la mente; que la ciencia no cruce la línea roja y pretenda cambiar una personalidad, su identidad o cercenar su libre albedrío. 

Por esto coincidimos en la necesidad que todos los gobiernos tomen conciencia de la necesidad de integrar entre los derechos humanos ya vigentes, a los “neuro-derechos” o derechos del cerebro. Y aún más, abogamos por una ciencia ejercida con respeto al Creador Supremo del universo y respetuosa de la dignidad de los seres humanos como diseño especial de Dios.  Pero mientras la necedad  y la soberbia  lleven a muchos investigadores a negar la existencia de Dios y no darle gloria, estaremos en peligro. 

Desde nuestra cosmovisión cristiana decimos que cada ser humano al nacer, llega a un mundo diseñado por un Ser superior, que encierra misterios profundos para la mente humana. En el principio creó Dios los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay y dispuso que el hombre, – el primer ser humano creado a su imagen y semejanza-, se enseñoree de lo creado y lo gobierne, según el relato de Génesis 1. Y Dios definió todo lo que había creado como “bueno en gran manera”. 

Según el texto bíblico, cuando Dios interpelaba a Job (un patriarca de la antigüedad) le hizo múltiples preguntas para dejar en evidencia los secretos misteriosos de Su creación frente a la mente humana finita y limitada. Le preguntó si conocía las fuentes de los océanos, el misterio de la luz y de las tinieblas, las leyes que gobiernan el cielo, el instinto otorgado a los animales o el poderío de Dios para controlar y gobernarlo todo con su sabiduría. (Job 39 -40). Job, reconoció que no lograba entender ninguna de tales maravillas y asumió la ignorancia de la que todos los humanos somos portadores. Esa ignorancia nuestra es el motor de la ciencia, a través de cuyo método de investigación intentamos alcanzar el conocimiento acerca de lo que Dios ha creado.

El sabio Salomón escribió: “Gloria de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo.” Proverbios 25: Es que a Dios le agrada revelar sus secretos a sus criaturas. El profeta Daniel afirmaba que Él da la sabiduría a los sabios y la ciencia a los entendidos. (Daniel 2:21). No obstante, según el apóstol Pablo, Dios ha enloquecido la sabiduría del mundo que no ha querido conocerle como Señor. (1 Corintios 1: 20)

El hace retroceder a los sabios y convierte en necedad su sabiduría (Isaías 44: 25)

“Y perecerá la sabiduría de sus sabios, y se eclipsará el entendimiento de sus entendidos” (Isaías 29:14).

Quiera Dios que no nos dejemos encandilar por cada nueva innovación científica o tecnológica. Que tengamos el discernimiento para distinguir cuándo el uso de tales recursos violenta nuestras normas de vida o nuestras libertades y cuando están al servicio del amor al prójimo y el respeto de su dignidad como portador de la imagen de su Creador.

*Ps. Graciela Gares – Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

1 Comment

  1. Gabriel dice:

    Los proyectos de ley del parlamento chileno son directa respuesta al anuncio de su Presidente .
    Aquí sus manifestaciones:https://youtu.be/2bVp8idIdQE

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