Por: Ps. Graciela Gares
Parte 1:
Parte 2:
Las catástrofes, ya sean naturales o provocadas por el hombre, ponen a prueba los límites de la resistencia humana y su capacidad de resiliencia. Llamamos “resiliencia” a la capacidad de encontrar fortaleza frente a la adversidad y re-inventarse. Doblarse pero sin quebrarse.
En los últimos días, el mundo presenció la liberación de rehenes que permanecieron más de 700 días en condiciones infrahumanas en túneles en Gaza, sometidos a violencia física, sexual y psicológica.
Pero ellos no han sido las únicas víctimas. Los habitantes no guerrilleros de Gaza, de Ucrania, de otros sitios con conflictos bélicos, los soldados y también los muchos cristianos víctimas actualmente de persecución religiosa en el mundo, también han sido golpeados y traumatizados.
Nuestra civilización se ha vuelto violenta en extremo.
Yendo a lo cotidiano, en el transcurso de la vida humana, todos enfrentamos traumas o circunstancias que representan golpes emocionales: un accidente de tránsito, una quiebra económica, un divorcio, la muerte inesperada de un ser querido, un asalto, o haber transitado una enfermedad grave. Y según como se elabore la situación vivida, serán las huellas o marcas que el hecho dejará en nosotros.
A los secuestrados en suelo israelí y recientemente liberados, se les ha proporcionado asistencia médica inmediata, nutrición y apoyo psicológico. El trauma que han vivido ha impactado también en su entorno familiar, de amigos o contactos cercanos.
El equipo de psicólogos que comenzó a acompañarles manifestó que no tenía protocolos para abordar específicamente la situación que vivieron y debió crearlos expresamente, no sólo para ellos sino para todos los rehenes liberados con anterioridad.
Cuando se les preguntó a los terapistas si creían que los liberados podrían superar el trauma y reponerse, manifestaron que no creen que se liberen del trauma, sino que les ayudarán a convivir con él.
En este primer período inmediato a su liberación, les toca recuperar la sensación de control sobre sus propias vidas perdido durante el cautiverio, re-aprender a vivir de modo autónomo, tomando decisiones por sí mismos, luego de 700 días donde debieron pedir permiso para hablar, ir al baño, dormir, comunicarse con sus familias, volver a tomar cubiertos para comer, llorar o reír, (actos humanos básicos que tenían prohibidos).
Ahora deben reaprender también a confiar en la gente, luego de coexistir permanentemente con terroristas. A poner límites a los demás. Y recuperar la percepción de seguridad.
La pregunta prohibida en esta instancia es: “¿Y cómo te sentís?” Se esperará a que ellos hablen de sus sentimientos por iniciativa propia, cuando vean que pueden hacerlo.
No sabemos cuál es el trato que Dios está teniendo en estos momentos con su pueblo Israel, ni por qué ha permitido tanto sufrimiento. Pero no dudamos que tendrá un sentido y un propósito.
Nos preguntamos: ¿cómo continuar viviendo a partir de un evento traumático?
Estrés post-traumático
Es la condición mental y emocional que puede sobrevenir a quienes han vivido un hecho aterrador.
Implica que a menudo revivan recuerdos y sensaciones asociadas a lo experimentado en cautiverio. Suele manifestarse con insomnio, pesadillas, miedo a ser violentados nuevamente, incapacidad de disfrutar el momento presente.
Una de las terapistas israelíes que asiste a los rehenes, Einat Kaufman, es nieta de una sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz. Es autora del libro “Haciendo espacio para el dolor”.
Re-significar lo vivido
Es inútil intentar negar u olvidar una experiencia en extremo dolorosa. Pero sí es posible darle un significado que nos permita convivir con ella. No es lo mismo pensar mal de nosotros mismos a partir de lo vivido, tildándonos de desgraciados, que hemos hecho todo mal, o nos lo merecíamos, que decirnos que lo ocurrido forma parte de la experiencia de estar vivos y nos pasó a nosotros como a otras tantas personas en el mundo.
Integrar la experiencia
No sirve tratar de olvidar lo inolvidable. El dolor debe ser abrazado e integrado a nuestra experiencia vital. ¿Por qué me tocó a mí? cambiado por ¿y por qué no me podría tocar?
Metafóricamente, la abrazamos y la hacemos parte de nuestra historia de vida, aunque no nos guste y nos duela. Si intentamos arrancarla de nuestro ser, nos amputaríamos a nosotros mismos.
Aceptar y abrazar nuestra vulnerabilidad humana
No pudimos ni supimos evitarlo porque como humanos no somos onmipotentes, ni podemos anticipar y controlarlo todo.
Si surge culpa, corresponde que nos auto-perdonemos.
Recuperar el sentido de la dignidad humana
En las catástrofes provocadas por el hombre, los agresores intentan que sus víctimas se auto-perciban indignos, menos que un ser humano.
A los secuestrados de la fiesta Supernova, durante el cautiverio les decían que nadie los quería, ni se acordaban ya de ellos, que no vendrían por ellos, y que su país Israel, ya no existía más. Les mataban la esperanza, los humillaban y degradaban.
Con los ojos vendados y viviendo en túneles en oscuridad, debajo de la tierra, el tiempo no pasaba para ellos. Perdieron la noción del día y la noche, que ahora están recuperando.
No obstante lo vivido, la imagen de Dios sigue impresa en cada ser humano, y ello nos dignifica.
No deshumanizarse, ni endurecerse
El riesgo de perder la ternura, la solidaridad, la empatía implicaría morirse emocionalmente, aún conservando la vida física.
Es preciso decidir volver a amar, en lugar de odiar. Obvio, confiando en la manifestación de la perfecta justicia divina, a su tiempo.
Así salieron adelante padres que perdieron un hijo y se animaron a procrear nuevamente o adoptar un niño. Asimismo, los que sobrevivieron a los campos de concentración nazis y años después de salir de allí formaron una nueva familia. También los chicos sobrevivientes de la tragedia aérea de Los Andes, quienes hoy ya veteranos tienen hijos, nietos, habiendo desarrollado una vida empresarial o laboral productiva en beneficio propio y de la sociedad.
Dolor convertido en fuerza de cambio
Podemos dejarnos aplastar por el dolor o salir fortalecidos de él. Ello depende de nuestra actitud y de los apoyos familiares y espirituales con que contemos para lograrlo.
Resiliencia y fe
La fe en Dios es una herramienta fundamental para mantener la esperanza y alcanzar resiliencia.
Si el patriarca Job – cuya historia forma parte del texto bíblico -, no fuera un hombre de fe, su experiencia traumática podría haber acabado en desastre. Viviendo una vida próspera, le sobrevino la desgracia de perder sus bienes, a todos sus hijos y finalmente él mismo perdió su salud. Su esposa, sin fe, le aconsejaba: “maldice a Dios y muérete”.
De hecho, en momentos en que la fe de Job tambaleó, él mismo le pidió a Dios morir y maldijo el día de su nacimiento (Job 3: 3)
Evaluó la vida humana en estos términos: “El hombre nacido de mujer, tiene una vida corta y llena de sinsabores.” (Job 14: 1)
Pero la experiencia vivida le llevó al final a un conocimiento más profundo de su Creador, y acabó confesándole a Dios: “De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven”. (Job 42: 5).
La peripecia humana tiene sufrimientos incomprensibles.
El pueblo judío ya ha pasado holocaustos, guerras y atropellos como el del 7 de octubre de 2023, y la confianza en Dios y en la justicia perfecta divina ha inspirado y sostenido a muchos de sus habitantes y aún gobernantes.
¡Y esperamos fervientemente que así ocurra en estos tiempos difíciles que ese pueblo atraviesa!
Ps. Graciela Gares: Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

