De la sección “Renovando el espíritu” del programa “Los años no vienen solos”.
Escucha aquí el programa completo:
Tomado de: exploregod.com
Por R. Robert Creech, PhD
Hace algunos años, en la California Polytechnic University, dos destacados filósofos sostuvieron un diálogo público centrado en la pregunta “¿Realmente sucedió la resurrección de Jesús?”
Uno de estos pensadores era un ex escéptico que había escrito su disertación doctoral sobre el tema. El otro era el brillante filósofo británico y ateo de todos los tiempos el Dr. Antony Flew.
Ambos académicos habían sido amigos por más de veinticinco años, y la discusión fue abierta y transparente.
Durante el debate, Flew confesó su «nula inclinación» a creer que la resurrección de Jesucristo podría ser un evento histórico y plausible. En cierto sentido, Flew estaba declarando lo evidente: la idea de un hombre que estuvo muerto por tres días y volvió a la vida no corresponde con nada de lo que conocemos acerca de la realidad. “Me parece tan ampliamente incoherente con todo lo demás que sucede en el universo.”- expresó.
Nuestra experiencia con la muerte nos indica que es definitiva. No conocemos excepciones a esa regla. Nuestra ciencia no tiene un lugar para la reversión de la muerte en un cuerpo que ha estado muerto por más de cuarenta y ocho horas.
En el caso de la resurrección de Jesús, ¿no es más probable que estemos lidiando con una historia elaborada hace dos mil años? ¿Por qué deberíamos darle alguna credibilidad?
Y ya que estamos en eso, ¿cómo puede alguien adoptar la idea de que la resurrección tuvo lugar realmente? ¿Alguna persona reflexiva ha sido capaz de hacer eso sin renunciar por completo a su capacidad de razonar?
Hacerlo requeriría que el evento sea situado en una categoría propia. ¿Qué fundamentos tiene la gente inteligente para garantizar una creencia en la resurrección de Jesús?
La importancia de la pregunta
Cuando consideramos las implicaciones de la afirmación que han hecho los cristianos, entendemos que hay mucho en juego. Los cristianos afirmaron que sucedió un evento singular: Jesús de Nazaret—que había sido crucificado por soldados romanos—estaba vivo de nuevo tres días después y se apareció a muchos de sus seguidores.
Si la afirmación es cierta, entonces sucedió una cosa genuinamente única, que posiblemente distingue a Jesús de todos los otros maestros y líderes religiosos de manera muy clara. Si la afirmación es falsa y la resurrección nunca ocurrió, el mensaje cristiano carece de sentido.
El primero de los escritores cristianos, el apóstol Pablo, reconoció esto y escribió esto alrededor del año 56 DC, apenas unos veinticinco años después de la muerta de Jesús:
Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe (…) Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados. Por tanto, también los que murieron en Cristo perecieron. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!… Si los muertos no resucitan, «comamos y bebamos, que mañana moriremos».
La validez de toda la fe cristiana reposa verdaderamente sobre este tema: ¿Sucedió realmente la resurrección de Jesús? Pero independientemente de que seas cristiano o no, esta pregunta histórica vale una evaluación bien pensada.
Armando el rompecabezas
Es obvio que la resurrección de Jesús no es un “hecho” en el sentido de que tengamos recuentos fotográficos o grabaciones de video del evento mismo, pero está rodeado por un grupo de hechos históricos. Estos hechos son piezas de un rompecabezas histórico que uno debe juntar al contemplar la resurrección.
La primera pieza es esta: Jesús de Nazaret murió fuera de Jerusalén por crucifixión por orden de Poncio Pilato, un gobernador romano en Judea, alrededor del año 30 DC. Fue sepultado en Jerusalén. Estos hechos rara vez son cuestionados por historiadores. Además, una presencia persistente de cristianos en Jerusalén desde la muerte de Jesús virtualmente asegura la identidad de la Iglesia del Santo Sepulcro como el sitio de la tumba de Jesús. Esa no es una parte de conocimiento que los cristianos habrían olvidado o habrían dejado de traspasar de una generación a otra.
Aquí hay otra pieza para el rompecabezas: En el tercer día después de la crucifixión de Jesús, se informó que su tumba estaba vacía. Esto no prueba nada si se lo considera de manera aislada: se lo debe contemplar junto con la evidencia. Si el cuerpo hubiese estado en el sepulcro, habría sido relativamente fácil para las autoridades religiosas opositoras al movimiento de los primeros cristianos silenciar a los creyentes mostrando el cuerpo de Jesús. Si el sepulcro no hubiese estado vacío, de seguro alguien lo habría sabido. Las primeras proclamaciones de la resurrección de Jesús comenzaron a poca distancia de donde había sido sepultado; el sepulcro pudo haber sido revisado con bastante facilidad.
Una explicación que se dio al principio para el sepulcro vacío fue que los discípulos de Jesús habían robado su cuerpo para poder proclamar que había resucitado de entre los muertos. Esta teoría se puede encontrar incluso en literatura cristiana de los primeros tiempos.
El problema que han encontrado algunos con esta explicación es que los primeros seguidores de Jesús vivieron vidas radicalmente cambiadas sobre la creencia de su resurrección; incluso algunos sufrieron martirio a cuenta de su fe. Esta no parece ser una conducta coherente con gente que estuviera a sabiendas perpetrando un fraude.
Notablemente, el hecho de que esa teoría fuera propagada sirve en primer lugar como indicador de que el sepulcro realmente estaba vacío.
Además se tienen los reportes de muchos de los primeros seguidores de Jesús que realmente lo habían visto y pasaron tiempo con él después del descubrimiento del sepulcro vacío. De acuerdo con escritos cristianos producidos solo veinticinco años después más o menos de la muerte de Jesús, se afirmó que Jesús se había aparecido a varios individuos y a grupos de personas de entre diez a quinientos a la vez. Tal vez estas afirmaciones podrían ser descartadas por falsas, pero uno se quedaría tratando de comprender por qué un gran número de personas moriría de buena gana en vez de admitir el fraude.
El origen del movimiento cristiano mismo es inclusive otra pieza del rompecabezas que debería ser considerado. La iglesia cristiana remonta su historia a Jerusalén en los días inmediatamente consecuentes a la crucifixión de Jesús. Las historias que relatan este origen describen a esos primeros cristianos como comprometidos con la creencia de que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, creencia que era la base del inicio del movimiento.
La verdadera pregunta es: ¿Cómo hacer encajar todas estas piezas del rompecabezas?
¿Una explicación divina?
Recurrir a la intervención divina nunca debería ser nuestra primera opción para explicar un evento. Sin embargo, en este caso, las explicaciones naturales de estos hechos no han sido capaces de hacer corresponder las piezas del rompecabezas de manera coherente con lo que conocemos de la conducta humana. Esto ha llevado a algunas personas reflexivas e inteligentes a concluir que la única manera de explicar adecuadamente cada aspecto de la historia es aceptar que la resurrección de Jesús efectivamente sucedió.
Las personas razonables como tú y como yo, ¿pueden creer en la resurrección? ¿Cómo?
Considerando los cielos, la historia y a Él.
Cielos
Hay tres características de nuestro mundo que ya son pascuales. Ya tienen forma de vida de entre los muertos. No se ofrecen como pruebas irrefutables de Dios. Pero sí como indicadores sugestivos.
Todo ha venido de la nada. No solo los cristianos creen en las improbabilidades. Todos vivimos dentro de un glorioso absurdo llamado existencia. Aquí estamos. No necesitamos estar. Pero de la nada, todo. Del vacío, la vida. Es increíblemente pascual.
El orden ha surgido del caos. La vida y el universo que la sustenta son intrincados. Las fuerzas físicas tenían que ser «solo eso». (Busca «el ajuste fino del universo» para hacerte una idea de lo improbable que resulta un universo que permita la vida). Sin embargo, contra todo pronóstico, ¡un cosmos, no un caos! Pero, además de un orden físico tan extraordinario, está la aparición de la biología. La vida ha surgido de la no vida. Como cristianos, creemos que en el Domingo de Resurrección el Jesús no vivo cobró vida. De la inanimidad y la entropía surgió una vitalidad extraordinaria. Sin duda se trata de un milagro. Pero un relato puramente biológico de nuestros orígenes cuenta una historia mucho más extraordinaria. Según una explicación naturalista, toda vida ha surgido de la no-vida y sin un Dios de resurrección que obrara esa maravilla.
Puesto que esta es la naturaleza de nuestro universo de vida desde la muerte, surge una pregunta diferente: ¿Creer en el Dios de la resurrección hace las cosas más absurdas o menos absurdas?
Pero no solo el cielo señala el camino de la fe pascual: también lo hace la historia.
Historia
Exploremos la historia sobre el primer siglo y la historia desde el primer siglo.
Historia del siglo I. A pesar de sus humildes circunstancias, Jesús de Nazaret se consideraba el Rey del reino de los cielos, la figura central de la historia y el Juez que gobierna el futuro de Dios. Las autoridades judías lo declararon culpable de blasfemia y los romanos lo ejecutaron por sus pretensiones a la realeza. Murió en una cruz y fue sepultado en una tumba cuya ubicación era bien conocida. Tres días después, la tumba estaba vacía y Sus seguidores tuvieron experiencias con Jesús resucitado, que se prolongaron durante otros cuarenta días y cesaron cuando, según los cristianos, Jesús regresó al cielo. El cuerpo nunca fue encontrado y todos los testigos oculares mantuvieron su testimonio, incluso bajo pena de muerte. Estos son los hechos históricos, y luego empiezan las explicaciones (que son muchas). Pero un cristiano es alguien que considera las teorías alternativas —que no murió, que su cuerpo fue robado, que los discípulos lo fingieron o que alucinaron— y las juzga mucho menos satisfactorias, considerando todas las cosas. No es que los cristianos se obliguen a creer en la explicación más improbable. Es que si rechazas la resurrección, te enredas en más absurdos.
La historia desde entonces. La pregunta que todos deberíamos plantearnos es por qué hemos oído hablar de Jesús. ¿Por qué el cristianismo no murió con Cristo el Viernes Santo, para no resucitar jamás? Pero el cristianismo no permaneció muerto y enterrado. Todo lo contrario. Se ha convertido, en palabras del historiador Tom Holland, en «la revolución más disruptiva, más influyente y más duradera de la historia». Esto es extraordinario si se tiene en cuenta su origen.
Desde un punto de vista puramente humano, Jesús era un predicador sin un céntimo, que se dedicaba a hablar sin parar en algún remanso de un imperio muerto hace mucho tiempo. Estaba rodeado de perdedores y fracasados. Fue crucificado en la ignominia a los treinta años. Sin embargo, es el hombre más famoso que ha pisado el planeta. Construyó el mundo en el que vivimos. Puede que no creas que Jesús convirtió el agua en vino, pero he aquí un milagro difícil de negar: de algún modo, Jesús ha pasado de una ejecución marginada a la dominación del mundo. ¿Cómo? Los cristianos aportan una explicación. El cristianismo resucitó porque Cristo lo hizo. Una vez más, esta fe pascual no se presenta para ser aceptada como un absurdo. Se presenta para explicar un absurdo.
Él
Por último, si quieres completar el viaje hacia la fe pascual, debe ser personal.
A los aficionados a los cómics les encanta debatir sobre las fortalezas relativas de sus superhéroes. Se preguntan: «¿Quién ganaría en una pelea entre Iron Man y Batman?». Los cristianos hacen algo parecido cuando consideran el enfrentamiento definitivo: Jesús contra la muerte.
Según 1 Corintios 15, la muerte es la campeona indiscutible de los pesos pesados. Es el «último enemigo». Sin resurrección, la muerte gobierna como Señor. Pero el pasaje continúa declarando que la muerte ha encontrado su rival en Jesús. Los cristianos sabemos que la muerte se ha tragado reyes, ejércitos e imperios. Pero hemos encontrado al Jesús de las Escrituras y estamos convencidos de que Él es el Señor.
Sea lo que sea que hace surgir todo de la nada, el orden del caos, la vida de la no vida —sea cual sea ese poder generador— Jesús lo encarna. En la historia de Su encarnación, Jesús ha venido a redimir y renovar Su mundo, que se ha ido derrumbando hacia la nada, el caos y la muerte. En otras palabras, Jesús es «la resurrección y la vida» (Jn 11:25). Si Él es el Dios de la resurrección, por supuesto que venció a la muerte. Si es el Señor, lo verdaderamente extraordinario sería que se pudriera en alguna tumba de Jerusalén. El cristiano mira al cielo y a la historia y encuentra en Él su cumplimiento más adecuado. La fe pascual da sentido a un mundo que, de otro modo, sería mucho, mucho más absurdo.

