Vivimos en una sociedad que a menudo mide el valor de una persona por sus títulos, diplomas o cargos. Si no tienes un certificado en la pared, si no hay letras después de tu nombre, algunos asumen que no tienes nada que aportar. ¿Acaso para Dios también es así? Hoy pensaremos en esto mientras miramos la vida de de una joven sin nombre, sin poder, sin voz aparente, pero con una fe tan grande que cambió el destino de un general poderoso. Hablamos de la sierva de Naamán. ¡Acompáñanos!

