Por: Ps. Graciela Gares
Parte 1:
Parte 2:
Cada 17 de julio Uruguay conmemora el Día de Prevención del Suicidio, y hoy toca referirnos cuando este drama llega a la familia de la fe.
A inicios de este mes, un sacerdote de 35 años, de la localidad de Cannobio, al norte de Italia, no apareció en su parroquia a la hora indicada para iniciar la misa dominical. Cuando fueron a buscarlo a su habitación lo hallaron sin vida, a causa de suicidio.
La noticia sacudió a su comunidad de fieles, en su mayoría jóvenes, entre quienes gozaba de mucha aceptación. Pero además, corrió como reguero de pólvora en el mundo católico y la cristiandad en general.
¿Por qué su fe no logró protegerle de atentar contra su vida?
La noche anterior habría compartido un evento para recaudar fondos para la parroquia, sin que nadie advirtiera su decisión de autoeliminarse.
Pero en días previos, en un intercambio con alguien de su parroquia había dejado entrever que “nadie comprende el infierno que uno puede llevar dentro”. Sin dudas, un encubierto grito de auxilio.
La estadística indica que en Brasil se habrían suicidado alrededor de 40 sacerdotes en la última década.
Un escrito hallado luego del deceso es bastante conmovedor. El sacerdote italiano mencionaba realidades muy humanas que en alguna medida afectan a todo individuo que se consagra al servicio de Dios ocupando un lugar de liderazgo: la soledad, presiones de la estructura eclesiástica, demandas de los fieles, anonimato emocional, en ocasiones no tener quien le escuche y la percepción de falta de justicia y verdad.
El fallecido sacerdote hablaba de la soledad de quien vive para servir a los demás.
Entre otras confesiones planteaba: “me entrenaron para escuchar, no para ser escuchado, nadie me enseñó a descansar; aprendí a perdonar a todos, menos a mí mismo, miedo a decepcionar y ser visto como débil (si callo soy fuerte, si hablo soy débil), presión de rutinas de sonrisas “obligatorias” y “expectativas inalcanzables”, amén de rigidez institucional.
Quizá su frase más impactante fue: “no me faltó fe, sino alguien que me preguntara: ¿cómo estás?”
Se difundió que previamente habría intentado hablar con un Superior, pero la respuesta recibida no le ayudó: “quizá estás rezando poco”, le habrían contestado. Por eso no volvió a pedir ayuda.
Daba 5 misas al día y consejerías hasta altas horas de la noche.
“Aquí solo soy el sacerdote, extraño que nadie me llame por mi nombre”.
Existe un trascendido según el cual, este sacerdote habría realizado una denuncia ante sus autoridades por un hecho grave y como respuesta habría sido trasladado a una parroquia lejana. Así entendió que no habría lugar para la justicia y la verdad.
En las tiendas evangélicas no son pocos los casos de auto-eliminación de pastores o líderes, en particular jóvenes. Casi todos los años la Iglesia pierde dirigentes a causa del suicidio.
Los psicólogos ocasionalmente recibimos pedidos de ayuda pastorales. Algunos líderes llegan con signos de agotamiento emocional, ansiedad elevada o depresión. Y encuentran en el psicólogo un oído donde volcar sus angustias y preocupaciones, siendo escuchados confidencialmente y sin juicios. Algunos expresan haber tenido pensamientos suicidas.
La viuda de un pastor evangélico que puso fin a su vida años atrás expresó:
“aunque servir en el ministerio puede ser significativo y hermoso, también puede ser estresante, decepcionante, desalentador y solitario”.
Peligros que enfrenta el líder cristiano
Los siervos de Dios no están exentos de sufrimientos intensos emocionales como la ansiedad, pánico, depresión o el agotamiento. Y de esto también debe hablarse. Los pastores necesitan compartir con la comunidad la pesada carga del ministerio, apelando a los cristianos maduros de su congregación o comunidad cristiana.
Dios elige gente débil para glorificarse en sus vidas, y se asegura que solos no podrán con la tarea. Deben depender del Padre y también del apoyo y aliento de su comunidad.
Asumir como una carga propia y solitaria la conducción del pueblo de Dios puede ser una trampa mortal para un líder. Moisés dijo le dijo a Dios: “yo solo no puedo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.” (Números 11: 14), olvidando la promesa divina: “Yo iré delante de ti y te daré descanso” (Éxodo 33: 14).
En el caso de Elías, la “patriada” de enfrentar solo a los profetas de baal le afectó fuertemente en lo anímico y lo espiritual. (1 Reyes 19)
No sincerarse en cuanto a sus sufrimientos conlleva un precio caro: “mientras callé envejecieron mis huesos en mi gemir de día y de noche”, relataba el salmista en la antigüedad. (Salmos 32: 3)
A menudo los líderes omiten pedir ayuda a su comunidad cristiana. En cambio, en la antigüedad el apóstol Pablo con franqueza le pedía a Timoteo: “Procura venir pronto a verme”. (2 Timoteo 4: 9). “Procura venir antes del invierno” (2 Timoteo 4: 21)
El exceso de trabajo puede agobiar, por ello, en una ocasión Jesús llamó a sus discípulos aparte y les dijo: “Vengan, vamos nosotros solos a descansar un poco a un lugar tranquilo” (Marcos 6: 31). Y ningún seguidor suyo es más fuerte que Él.
La soledad o el aislamiento auto-impuesto. El antídoto es conectar y formar amistad con personas que sostengan en lo humano, como Aarón y Hur sostuvieron los brazos de Moisés mientras estaban en batalla (Éxodo 17).
En palabras de la viuda de un pastor evangélico joven que se auto-eliminó:
“Todo pastor necesita un círculo de personas cercanas con las que pueda mostrar su vulnerabilidad. Necesitan amigos cercanos, un grupo de gente con quienes se sientan en confianza y con quienes puedan bajar la guardia, quitarse el sombrero de pastor, y simplemente ser ellos mismos.”
No reconocer sus propias limitaciones. Es sano reconocerse vulnerable y animarse a hablar de los estados emocionales, en un círculo de confianza.
¿Quejarse es falta de fe?
Quienes son escogidos para liderar no son super – hombres. Por tanto, vale que se quejen como lo hizo Pablo en más de una ocasión:
“En mi primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron”. (2 Timoteo 4: 10)
“Demas me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica, Crescente a Galacia y Tito a Dalmacia.”
Jesús también reclamó compañía: “¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora?” (Mateo 26: 40)
Necesidad de descanso. Asimismo, todo líder debe poder tomar tiempo para sí mismo, para su matrimonio y familia, si los tiene. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, dice la Escritura sagrada. Dios no condena el auto-cuidado.
Falta de mentoreo. Hay pastores que no tienen un mentor ni nadie que los pastoree. Sin embargo, el gran apóstol Pablo sentía la necesidad de consultar e informar a los líderes de la iglesia primitiva (Hechos 15: 4). “Cuando llegaron a Jerusalén, toda la iglesia—incluidos los apóstoles y los ancianos—dio la bienvenida a Pablo y a Bernabé, quienes les informaron acerca de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.”
Cuidado con el perfeccionismo. Dios no lo exige. Puede provenir de una baja autoestima o de haber sido formados con una educación muy rígida.
Fallas de soporte de la comunidad religiosa
A menudo los feligreses somos muy poco explícitos en agradecer el esfuerzo constante del pastor por sus ovejas, pues damos por sentado que su obligación es cuidarnos, contenernos y aconsejarnos.
Actuamos como los nueve leprosos que fueron sanados por Cristo y no se volvieron a agradecer. (Lucas 17: 11)
Los creyentes solemos enfocarnos en recibir, buscar contención y juzgar lo que no salió bien, mientras retaceamos reconocimiento y agradecimiento por todo el cuidado recibido.
A veces una palabra oportuna y cariñosa puede cambiarle el día a un líder que está al límite en lo anímico, lo físico o lo espiritual. Ni que hablar de la necesidad de sostenerlo en oración frente a los ataques que reciba del enemigo.
Pero no basta con orar por nuestros líderes. Ellos tienen sentimientos y preocupaciones. Y Dios nos tiene a nosotros para empatizar humanamente con ellos. Si es posible, cultivar la amistad con los líderes, es decir, disponernos a compartir tiempo con ellos fuera del trabajo religioso. Son humanos, -no son robots-, y necesitan tener amigos.
Aunque les veamos muy cercanos a Dios, pueden ser humanamente frágiles. Satanás lo sabe y les atacará para derribarles. Pueden estar sufriendo insomnio, ataques de pánico o cualquier otra forma de ansiedad, sin que su comunidad lo sepa.
¡Ojalá que la tristísima experiencia de este sacerdote italiano redunde en nosotros en un cuidado activo y diligente hacia quienes por designio de Dios nos gobiernan espiritualmente!
Ps. Graciela Gares: Participa en la programación de RTM Uruguay que se emite por el 610 AM – Columna: “Tendencias” – Lunes 21:00 h

