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LECTURA: JEREMÍAS 17:1-18
“Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza.” v.14
Cuando estamos enfermos, limitados a una cama o a un espacio físico es cuando le damos más valor a las palabras no dichas, a los abrazos no dados, a las personas que no visitamos o con quienes no compartimos. Es en nuestra convalecencia cuando las cosas adquieren un mayor valor. Es cuando debemos recordar y poner en práctica lo que dice la Palabra de Dios: acercarnos confiadamente ante el trono de la gracia para rogarle al Señor que nos sane. Reconocer su señorío confiando en que Él nos sanará porque por su sacrificio en la cruz del Calvario podemos confiar en que seremos salvos ya que él es nuestro deleite; en él nos gozamos, en él está guardada nuestra vida y nuestra alma.
Lo difícil pasa y viene el proceso de recuperación. El proceso en el que se colocan las cosas en balanza y se evalúan los proyectos inconclusos, las metas no alcanzadas; lo que pudo ser y no fue. Pero hay esperanza, tus pulmones aún funcionan y todavía hay aliento de vida en ti. Dios te está regalando una oportunidad para corregir, para seguir adelante y ser diferente.
¡Qué el Señor sea tu deleite! Que Él tenga el primer lugar en todo lo nuevo que emprendas y que en lo que decidas hacer veas, sientas y palpes la gracia de Dios. Tu mente y tus fuerzas serán renovadas, avanzarás con paso firme y seguro de que, hacia donde te dirijas, es la voluntad de Dios para tu vida y la de aquellos que te rodean.
Jenniffer Montserat Pinto, Venezuela
Porque soy salvo tú eres mi alabanza
